e trata de una relación por interés. Basada en la expectativa de altas ganancias para el fondo de inversión administrado por Bill Gross en la emblemática firma PIMCO, ubicada en California y, como contraparte, una fuente de recursos para el financiamiento del gobierno mexicano por la colocación de bonos de deuda.
Esta historia era comentada, con cierta sorpresa, desde hace varios meses en la prensa especializada; las páginas que reseñan los hechos y dichos de la alta sociedad de las finanzas. En diciembre de 2012 Gross tenía ya una fuerte inversión en bonos mexicanos, la que representaba más de 10 por ciento del valor del Total Return Fund. El fondo llegó a administrar activos por 2 billones de dólares (trillones según se mide allá). La deuda mexicana estaba sólo por detrás de la posición que tenía en bonos del gobierno estadunidense. Brasil y Japón representaban la mitad de los conocidos como bonos M.
La decisión de Gross se sustentaba en las siguientes consideraciones: el relativamente bajo nivel de la deuda pública en México con respecto al PIB y en comparación con otros países; la política monetaria del Banco de México enfocada al control de la inflación y la tasa de interés que pagaban los bonos, un rendimiento que estaba muy por encima de lo que pagaban los bonos del Tesoro en dólares; el tipo de cambio no fluctuaba mucho, lo que hacía más atractivo el rendimiento en pesos y la economía crecía a casi 4 por ciento anual. El fondo de Gross estaba especialmente cargado de deuda mexicana, lo que no ocurría con otros fondos de tamaño similar.
La estrategia general Gross se sustentaba en la consideración de que los niveles muy bajos de tasas de interés fijadas por la Reserva Federal no permitían una disminución adicional que elevara el precio de los bonos (hay una relación inversa entre la tasa y el precio de los bonos). Por consiguiente, se limitaba el rendimiento de la inversión y según el reconocido gurú financiero había que deshacerse de los bonos el Tesoro y diversificar los portafolios. Erró, pues durante un periodo las tasas efectivas bajaron y se quedó por un tiempo al margen de las ganancias generadas por la subida de los precios.
Las tensiones al interior de PIMCO fueron creciendo en los meses recientes. A principios de año renunció el segundo mando del fondo. Hace unos días Gross salió intempestivamente de PIMCO y provocó una sacudida por la retirada de muchos de sus clientes. El efecto fue amplio. Llegó también a México. La agencia Bloomberg dio cuenta de ello.
La venta de los títulos del fondo de PIMCO por la incertidumbre que creó la salida de Gross se sumó a la presión que la deuda mexicana está resintiendo por la expectativa de que la Reserva Federal empiece a elevar las tasas de interés para normalizar
la gestión de su política monetaria. Esa circunstancia lleva a la pérdida de atractivo de la deuda del gobierno, a lo que se añade la débil situación de la economía y las medidas de la política monetaria, como la rebaja de la tasa de interés y el efecto de la depreciación del peso frente al dólar.
Desde junio y hasta fines de septiembre la deuda perdió atractivo y aun es posible un mayor efecto negativo si los inversionistas venden sus pesos por dólares y se mueven a la deuda estadunidense. Esto es, precisamente, lo que se prevé y así lo ha expresado el gobernador Carstens del Banco de México, cuando señala que se espera una mayor volatilidad.
Bill Gross llamó al peso una gran moneda
en febrero de 2013. Esa misma percepción había aquí y entre los administradores de los fondos de inversión. La situación está cambiando.
La estabilidad financiera compuesta por diversos elementos: baja inflación, bajas tasas de interés y hasta una cierta apreciación del peso es, como se sabe, la prioridad de la política económica en el país. Es, además, el argumento más socorrido en el discurso oficial sobre la fortaleza de la economía. Una fortaleza que se sigue defendiendo, incluso cuando se reconoce oficialmente que hay una dificultad prácticamente inmanente para crecer a una tasa superior a 2.4 por ciento al año.
Esta historia apunta a la reconsideración seria de las premisas de la estabilidad financiera. Los datos apuntan a que la inflación crece ahora a un ritmo mayor al esperado, el peso se debilita, las tasas de interés tenderán a subir para frenar la salida de capitales y el precio del petróleo tiene que sostenerse en los niveles presupuestados para evitar una mayor reducción de los ingresos públicos que contrarreste la caída de la plataforma de producción.
La estabilidad, finalmente, depende de la fortaleza de la economía en cuanto a su capacidad de producción y de generar ingreso interno para que la gente tenga con qué gastar. Esta situación sigue dependiendo de la recuperación de la economía estadunidense y la mayor demanda de productos importados de México. Pero no debe olvidarse que en los mejores tiempos de este modo de operar no se alcanzaba a jalar decisivamente el crecimiento. Este ha sido muy apocado durante décadas.
La única gran moneda
con todo y crisis financiera de por medio es el dólar. En todas partes los inversionistas están a la espera de lo que hace la Reserva Federal para poner sus recursos en dólares. Esta breve historia alrededor de PIMCO y su ex alto funcionario no debería ser sólo una anécdota más en la convulsa vida del peso.