Carlos Arruza XXXII
cusado y presidente…
Una vez llegado El Ciclón a España, citábamos que su debut tuvo lugar en la plaza catalana, después de un retraso de 30 días, motivado por un periodista taurino que, dolido porque Carlos no le había brindado un toro, inventó una supuesta entrevista en la que ponía en su boca espantosos conceptos y una serie de estupideces acerca de la afición de Barcelona.
Obviamente, no podían faltar algunos –contados– piratas de la pluma que se sumaron a la causa
y Carlos, temeroso de la reacción de los catalanes, decidió aplazar la fecha, hasta en tanto se ventilaran los hechos en los tribunales correspondientes y si bien el tunde máquinas no pudo probar sus acusaciones, faltaba el veredicto de la afición, lo que tenía a Carlos con los nervios a flor de piel.
Por fin llegó el momento y con los tendidos rebosantes de aficionados se partió plaza, en medio de una sonora ovación para el paisano, alentándolo con sus muestras de cariño y admiración y de total y absoluta condena al periodista de marras, que quién sabe dónde se habrá escondido.
Apenas llegadas las cuadrillas a los capotes
, a la trepidante ovación, correspondió Carlos montera en mano, no en el tercio, sino en los medios, mientras las lágrimas –según llegó a confesarnos– le nublaban la vista.
Y por si aquello fuese poco, resultó que un torero mexicano, Carlos Arruza, fuera elegido Presidente del Montepío de Toreros.
No poca cosa.
Y qué orgullo no habrá sentido, cuando la mayoría de los coletudos españoles, tras de la ceremonia, que tuvo lugar en el Sanatorio de los Toreros, cargaron en hombros con él y así se lo llevaron hasta el Hotel Nacional, donde le ofrecieron un concurrido banquete con la asistencia de la Duquesa de Santoña, Manolete, Vicente Pastor y toda la mesa directiva.
A tal señor…
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De cal y de arena.
Iban Carlos y su cuadrilla, aderezada
en esos días con la inclusión del Tarzán Alvirez, de éxito en éxito y, como suele sucederles a los triunfadores, muy a la chita callando
y por abajito del agua
y sin los nuestros
darse cuenta, comenzó a tejerse
un nuevo boicot contra los mexicanos, al igual que sucediera con Rodolfo Gaona y Fermín Espinosa Armillita.
En Sevilla, durante la feria de San Miguel, alcanzó El Ciclón dos tardes de apoteosis y, en la segunda, sin querer queriendo, una metidota de pata casi dio al traste con todo.
¿Qué sucedió?
En su primera tarde cortó las orejas de sus dos toros y al día siguiente le concedieron otra más de su primer enemigo, pero el segundo tuvo que ser cambiado por haberse roto una pata y el sobrero resultó ser un manso perdido que hasta de su sombra huía, por lo que se le castigó con banderillas de fuego. Posadero se disponía a cumplir pero Carlos se las quitó y el público pensó que para hacerlo el mismo, pero no, se las entregó a Cerrillo y eso le costó que sus bonos se fueran al suelo, algo que le costaría trabajo poder remontar.
De ahí, a Madrid, para tomar parte en la corrida del Montepío de Toreros y, desgraciadamente, su segundo toro le pegó una cornada, pero de qué calibre sería la faena, que le llevaron las orejas a la enfermería. Con esa corrida dio por concluida su temporada en Europa y como aquí, de nueva cuenta no hubo de piña
, optó por permanecer en la península.
Para entonces, un reducido grupo rompió relaciones taurinas con México, pese a la opinión en contrario de la mayoría de los coletudos hispanos.
Obviamente, todo iba encaminando a no permitir que El Ciclón siguiera barriendo con todos y, tan así las cosas, que –ojo– dijeron que si Carlos se marchaba de inmediato a México y no volvía para la siguiente temporada, todo se arreglaba de inmediato.
Carlos, en afán de no perjudicar a los mexicanos que estaban en España y a los que podía probar fortuna por allá, lo aceptó, pero los paisas
dijeron que de ninguna manera y entonces que él y Juanito Belmonte viajaran a México con el fin de arreglarlo
todo (?) pero, sin decir agua va, los alborotadores se negaron a ello y que, en definitiva, ni toreros mexicanos en España ni españoles en México.
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Ni modo.
Lo de cajón
.
(AAB)