Opinión
Ver día anteriorSábado 27 de septiembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El racismo mexicano
N

o es un caso aislado que un ex secretario de gobierno de Querétaro, precisamente el de Desarrollo Social, miembro de una familia pomadosa y de un partido en el que se dice que militan los decentes, haya proferido un insulto racista en contra de un futbolista, muy bueno que fue aunque ya se encuentre en franca decadencia. Solapadamente, en la intimidad, mucha gente manifiesta su racismo por igual, sólo que no tienen la osadía de hacerlo con tanta ostentación.

Tengo bien grabado un ejemplo: un miembro de una encumbrada familia tapatía, aseguraba en una extendida reunión de su clan que un determinado equipo ganaría por fuerza el Superbowl, debido a que su mariscal de campo era blanco y el contrario era negro. Está científicamente comprobado que los negros son menos inteligentes, concluía. Poco le faltó, dado su credo, afirmar que Dios así lo había dispuesto. En este caso la ciencia de la historia no le dio la razón, pues el negro ganó.

Pero no hay que ver el asunto de negro o de blanco. Las diferentes tonalidades de gris también dan lugar a un fuerte sentimiento discriminatorio. ¿Cuántas veces hemos oído que el niño es simpático pero prietito, o que ese joven es indio pero trabajador?

No cabe duda de que el criollismo mexicano, cuando se sustenta también con una buena posición económica, con frecuencia viene acompañado de una fuerte carga racista. Todavía se oye, al menos en Guadalajara la blanca y en lo que resta de la casta divina de Mérida, por caso, distinguir por el color de la piel entre la gente de razón y la otra…

Es completamente cierto, lo que reitera Miguel León-Portilla, de que el amor de muchos mexicanos por los indios, se concentra en los que tienen varios siglos de muertos.

Si bien pueden encontrarse manifestaciones racistas mayormente en un determinado partido político de filiación conservadora. Puedo dar fe de casos flagrantes, por ejemplo, en el Movimiento Ciudadano jalisciense, aunque podrían explicarse por sus ligas con la derecha del PAN, pero es curioso que se haga presente incluso entre sectores reputados como feministas. La discriminación de las mujeres no se tolera –lo cual está muy bien– pero la de los indios sí.

Por igual, en el Partido Verde Ecologista de esta misma tierra, el racismo tampoco canta mal las rancheras.

¿Podemos suponer que el racismo tiene más bien sus queveres con la cultura y la concepción criolla de la vida que aún sobrevive? ¿Qué es una herencia de la Conquista o, más bien, del proceso de colonización, puesto que es evidente que muchas de sus lacras no han sido erradicadas?

De cualquier manera, debo reconocer que las reacciones de tantos queretanos, panistas o no, y de un importante sector de la opinión pública nacional, ante la vergonzosa expresión del señor Carlos Treviño, resultan ser sumamente satisfactorias. Ojalá sirvan para que, al menos en voz muy alta, los racistas mexicanos de corazón, se guarden en el futuro de abrir su bocota en este sentido. Tal vez estemos en buen camino, pues parece que muchos estamos de acuerdo por encima de colores políticos, ojalá pronto pueda hablarse también de una coincidencia de los diferentes estratos sociales.