El fotógrafo francés ofreció sendas pláticas en Oaxaca, y en Casa de Francia, en el DF
Sus temas, violencia, sexo y drogas:mundo subterráneo siempre negado, pero que existe
más bien una foto que se vive, que una que se ve. Sobre estas líneas, una obra del francés
Sábado 20 de septiembre de 2014, p. 8
Para entender el trabajo de Antoine D’Agata es necesario comprender que sus imágenes son más bien una foto que se vive, que una foto que se ve
, aseguró Patric Clanet, director del Instituto Francés de América Latina (Ifal), al abrir la charla que ofreció en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, fundado por el artista plástico Francisco Toledo hace unas semanas en la ciudad de Oaxaca, y que ayer, se replicó en Casa de Francia, en la ciudad de México.
El fotógrafo de 53 años, quien colabora actualmente con la agencia internacional de fotografía Magnum, tiene en su discurso visual la violencia, el sexo y las drogas que él consume y usa, pero no para fotografiar y crear, sino porque así es.
Cree que el arte y el documentalismo es la vida misma
. No es observador, sino protagonista. No hace un diario de su vida, sino es su vida a diario. Y eso que sólo ve la mitad, pues perdió un ojo en una de las rutinas de su labor como activista político, traficante de heroína y adicto a las dosis dobles, confesó en una plática con La Jornada, al término del seminario Al límite del acto fotográfico, que impartió en el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa) con apoyo del Ifal.
Esta violencia me pertenece
, dice en referencia a su otra obsesión: México. Mi enemigo es el confort
, afirmó luego de conocer todo lo que ocurre en el submundo de los picaderos, puteros, siquiátricos, forenses, callejones sin salida, bares de quinta, etcétera.
Las fotografías de este flaco francés logran sumergir a quienes acuden a admirarlas en un mural de aullidos en una sala cerrada, con una belleza inédita para la prensa y muy cercana a las obras de Francis Bacon y a párrafos de Antonin Artaud: Este mundo subterráneo siempre será negado, pero existirá, pues al existir el clasismo en la sociedad será imposible que desaparezca
.
Mundo de seres nocturnos
También habló de su tardío inicio en este oficio, el cual, reconoció, lo salvó del ambiente subterráneo y sórdido donde se desenvolvía, en el cual se hundía cada vez más; por eso siempre tuvo claro que por ser un junkie conocía el hábitat natural en el que ha desarrollado la mayor parte de su obra, el inframundo en el que se mueven los llamados seres de la noche
, un ambiente en el que se mezclan sexo, drogas y muerte.
Ambiente que más allá de retratar a terceros se dirige contra sí mismo y la compañía circunstancial en turno con la que se comparte ese momento, al grado que cuando la cámara le estorba, la deposita en otras manos/ojos para que lo fotografíen.
Tras proyectar un video de poco más de 10 minutos en el que mostró su trabajo –fotografías con barridos, fuera de foco, escenas de sexo explícito, drogadicción, jeringas; tomas de edificios antiguos destruidos, hogares deteriorados, el antes y después de un conflicto armado– Antoine D’Agata rechazó hablar acerca de él y su trabajo, pues, aseveró, no es fácil hacerlo, e invitó a los presentes a interactuar para tener mayor retroalimentación.
Al ser cuestionado sobre su estancia en México, reconoció que es una situación muy difícil la que enfrenta en el país, ya que en este lugar padeció, quizás, los episodios más difíciles de su etapa de experimentación en este submundo. Afirmó que desde que conoció Nuevo Laredo comenzó a hacer con la cámara lo mismo que hacía sin ella: vivir la noche y consumir sustancias que alteran la conciencia.