Frágil tregua
l alto el fuego pactado por el gobierno de Kiev y los separatistas en Minsk, con la mediación de Rusia y de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa, es una excelente noticia ante la barbarie de la guerra fratricida en el este de Ucrania, pero aún dista de ser definitivo.
Resultado de concesiones recíprocas que hicieron posible detener los combates a gran escala, la frágil tregua puede romperse en cualquier momento si ambas partes no consiguen ponerse de acuerdo sobre qué es lo que finalmente firmaron en el protocolo de Minsk.
Kiev ofreció conceder temporalmente un estatus especial
a algunas zonas
de Donietsk y Lugansk, que el gobierno de Petro Poroshenko entiende como parte innegociable de su territorio y los líderes separatistas, que controlan un tercio de dichas regiones, interpretan como preludio de un reconocimiento inmediato de su independencia.
No es la única controversia, aunque sí la más difícil de resolver porque en ambos lados hay sectores interesados en reanudar los combates, más allá de las esporádicas provocaciones cotidianas.
Hace tiempo que el conflicto de Ucrania dejó de ser sólo una confrontación de pro occidentales
y pro rusos
, de los habitantes del oeste contra la población del este, de católicos contra ortodoxos, y demás rasgos de un país en que esos polos antagónicos siempre han existido sin derivar, como ahora, en muertes y devastación.
La guerra en Ucrania, sobre todo, se debe a dos factores que están por encima de las diferencias ancestrales de sus habitantes. Por un lado, la disputa geopolítica entre Rusia y Estados Unidos, y por extensión sus aliados europeos, por un país que ambos califican de estratégico y que quieren mantener alineado de su lado.
Desde noviembre anterior, cuando comenzaron las protestas contra el entonces presidente Viktor Yanukovich, Moscú y Washington, así como Bruselas, no escatiman recursos para influir en los asuntos internos de Kiev. El episodio más reciente de esta contraposición escapa a toda lógica: la Unión Europea dio a conocer nuevas sanciones contra Rusia, poco después de que el presidente ucranio anunció que el Kremlin había retirado 70 por ciento de los soldados que envío como refuerzos de las milicias separatistas.
Y por el otro lado, la contienda en el este de Ucrania es resultado directo de los intentos que emprenden los magnates locales para salvar sus fortunas, para lo cual –como astutos titiriteros– financian a los batallones de voluntarios que, estando en lados diferentes de las trincheras, sólo coinciden en asumir posiciones irreconciliables.
Contener a estos grupos armados irregulares, cuyos comandantes proclaman como meta exterminar a todo aquel que no piense igual que ellos y consideran las negociaciones casi una traición, es fundamental para poder consensuar un arreglo político que permita a los ucranios del oeste y del este coexistir en paz, ya sea en un Estado unitario o en una Federación.