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San Luis Potosí La danza ritual de los
Claudia Rocha Valverde El Colegio de San Luis La danza ritual de voladores es una manifestación ancestral realizada en México no sólo por totonacos y tepehuas del estado de Veracruz, sino también por nahuas de Hidalgo, nahuas y ñanhñús de Puebla, teenek de la Huasteca potosina, mayas quichés de Guatemala y los pipiles de Nicaragua. La danza se conoce con distintas denominaciones según la lengua del pueblo que la practica. En México, la danza de voladores más conocida hasta ahora es la de los totonacos del municipio de Papantla; no obstante, es importante conocer que la historia de esta práctica se remonta a tiempos ancestrales de lo que era conocido como la amplia región de Mesoamérica. Debe considerarse que las danzas tradicionales entre los indígenas de nuestro país son expresiones artísticas colectivas que han sido recreadas durante innumerables generaciones. En las danzas, como en otras expresiones de la cultura indígena, se manifiesta la manera particular de entender el mundo por medio de las relaciones entre las personas y las fuerzas de la naturaleza que para ellos representan seres sobrenaturales que regulan la abundancia al igual que las catástrofes. La danza de voladores es practicada en tiempos actuales por el pueblo teenek de la Huasteca potosina, en la comunidad de Tamaletom, en el municipio de Tancanhuitz, donde se encuentra actualmente el Centro Ceremonial de los voladores. En el ritual teenek los voladores despliegan sus atributos de aves que vuelan hacia Kiichaa, el Gran Señor del Sol, ofrendando también a Miim T´sa baal, la Madre Tierra. Para conocerla mejor, es importante aproximarse a algunos de los aspectos específicos que la conforman, identificando las particularidades históricas y contemporáneas de una expresión del pensamiento simbólico transmitido oralmente por los más “viejos” de la comunidad. Esta manera de heredar el conocimiento ha trascendido los siglos hasta las generaciones recientes de jóvenes como un ejemplo de la persistencia de la memoria colectiva. En la danza teenek, los voladores despliegan atributos de gavilanes con el objeto de acompañar al Sol en su viaje del este hasta su ocaso en el poniente. Tiene entre sus propósitos, el lograr una buena vida y abundantes cosechas. Es necesario señalar que el vuelo en sí mismo, considerado a veces erróneamente como un espectáculo, es sólo una de las partes de un ritual más complejo que se divide en diversas etapas a lo largo de varios días. El ritual inicia con la búsqueda en la selva del “palo volantín” que ha de servir de mástil, y una vez localizado, habrá que ofrecer una ceremonia de petición para cortarlo al “Señor, dueño del monte”. Así, en lo subsecuente, se preparan alimentos especiales para los voladores, se escuchan diferentes sones y se aprecian danzas al pie del “palo”. De manera breve, a continuación se describe dicha danza ritual y algunos de los elementos simbólicos comprometidos en la misma. BIxom T’iiw o Danza del Gavilán. Inicia el ritual sobre la tierra con la danza de los hombres que tocan flautas y tambores, mientras otros seis van vestidos de manta con bandas cruzadas en el pecho de color verde y amarillo; éstos son los voladores. Hay un gran palo de 15 metros que en el momento de la ceremonia se convierte en el centro del Cosmos, alrededor del cual las mujeres, hijas de la Madre Tierra, danzan en círculo con pasos cortos y rítmicos. Todas llevan su atuendo tradicional del que se distingue el petob (tocado en la cabeza), la falda, la blusa y sobre ésta, el dhayemlaab (como se le llama en lengua teenek, conocido también como quechquemitl en nahuatl), que para algunos significa el universo mismo. Después de ellas siguen los danzantes-voladores quienes caminan alrededor del palo sagrado, deteniéndose en cada uno de los rumbos cósmicos para pedir y agradecer al mismo tiempo que esparcen el humo del copal, echan buches de aguardiente y hacen sonar el caracol. Sólo cinco de ellos subirán colocando sus pies descalzos sobre la cuerda enredada al tronco; cuatro llevan un gorro con plumas rosas, pero en esta ocasión, el capitán las lleva grises, y es él quien al subir se colocará con tenso equilibrio en el centro del universo y mantendrá la música y la danza soplando un silbato. Se lanzan al vuelo en ofrenda al Dios solar o Dios maíz, Dhipaak,quien se transformará en gavilán invocando buenos augurios y cosechas abundantes para la sobrevivencia de su pueblo. Los voladores descienden, atados sólo por la cintura, arrojándose al vacío en un descenso ancestralmente peligroso. Sólo entonces se convierten en gavilanes y sus brazos y manos son extensiones de las alas que sostienen plumas largas, logrando mejor aún la semejanza con el vuelo de las aves.
Puebla y Veracruz La danza de los negritos Víctor Manuel García Torres Facultad de Filosofía y Letras, UNAM En la sierra nororiental del estado de Puebla, México, existe un conjunto dancístico integrado por los voladores, los san migueles, los santiagos, los tocotines, la de conquista, la de tambulanes, la de pastores, la de matarachines, entre otras. Danzas imbuidas plenamente en una religiosidad y ritualidad asociada a su práctica, con símbolos complejos de la flora, la fauna, el cielo, la tierra, las batallas y el comportamiento humano y animal, entre otros aspectos. En estas líneas reseñaré brevemente La Danza de los Negritos, practicada generalmente por grupos totonacos y nahuas en la Sierra Norte de Puebla, pero también en la costa veracruzana. La Danza de los Negritos es la expresión de convergencia de diferentes grupos étnicos después de la Conquista. En su origen, la danza remite a una mujer negra, quien visita el cañaveral, posiblemente de la costa veracruzana a la que arribó población esclava de África, para llevar comida a su hijo o esposo, dependiendo de la versión. Una serpiente sorprende con su mordedura a aquél, por lo que la mujer inicia un baile o una serie de movimientos, logrando sanar al herido. La danza realizada por la mujer fue retomada por la población indígena totonaca y adaptada a su propia cosmovisión, pero sumando aspectos propios traídos por los españoles, como los instrumentos musicales. Los personajes presentes en la Danza de los Negritos son el caporal, los negritos bailarines o peones, nombrados con el santoral católico Dominguillo, Bartozolillo, Francisquillo, Lorenzillo y Antonillo. El personaje femenino suele ser la Maringuilla, quien representa a la mujer africana; hay ocasiones en los que consideran a la Virgen María, personificada por un varón o una mujer. El xocotillo es el hijo menor. En algunos casos aparece El Pilato o capataz, quien porta una máscara negra y un látigo. Además de los personajes, se encuentran los músicos, quienes generalmente animan con violín, jarana y guitarra (a veces quinta o huapanguera). Los varones de la danza visten calzones de terciopelo negro adornados con imágenes religiosas, de la flora o la fauna local hechos con lentejuela; camisas de manga larga de diferentes colores y con lentejuela, y mascadas de diferentes colores o paliacates con imágenes religiosas. Llevan sombreros negros con listones, lentejuelas, espejos, plumas en forma de penachos (sólo en ciertos lugares), flores, estrellas y un fleco que representa la lluvia o bien las lágrimas de los esclavos. Además de su vestimenta, llevan fuetes o una especie de bastones adornados de diferentes colores y unas castañuelas, plena herencia española, que tocan al ritmo del zapateado. La Maringuilla usualmente lleva un vestido de una o varias tonalidades y en ocasiones porta un rebozo. Lo relevante del personaje se encuentra en un cesto pequeño en el cual porta una serpiente de madera oculta. La Danza de los Negritos consiste en una serie de episodios musicales y de movimientos en giros y cruzamientos al ritmo de un zapateado constante, realizado por los danzantes distribuidos en tres líneas. En la de en medio se ubica, en primer lugar, el caporal; le sigue la Maringuilla y después el xocotillo. Las dos líneas laterales están conformadas por el resto de danzantes según el nombre asignado. La danza se divide en numerosos sones, 24 o 42, según la localidad, los cuales marcan episodios diferentes: sones iniciales o del ritual, de trabajo, de la serpiente o de la provocación, de la muerte y la curación, y de despedida. El hilo conductor le otorga el siguiente orden a esta serie de sones: el respeto a la divinidad en el interior de la iglesia; después, la mordedura de la serpiente al caporal; su lecho de muerte, en el cual dicta un testamento; la muerte de la serpiente, y la sanación del caporal, momento en el cual intervienen algunas oraciones. La danza es un reflejo de un ciclo de vida-muerte-resurrección, porque el zapateado logra la recuperación del caporal. Por otro lado, la serpiente en la cosmovisión totonaca está asociada al rayo y a las lluvias anunciadas por éste, por lo cual forma parte de la visión de fertilidad de la tierra, más porque la danza se baila en un contexto ritual de fiestas patronales. Esto, sin ahondar en los múltiples significados no descritos en este artículo.
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