Festival de Hidalgo
os festivales de jazz en México se suceden uno tras otro. Todavía platicábamos y debatíamos alrededor del de Hidalgo, cuando ya estaban en puerta el Jazz Tam Fest (en Tamaulipas, del 7 al 10 de agosto) y ahora se anuncia la séptima edición del Festival de Jazz y Blues en el museo Manuel Felguérez de Zacatecas… aunque en realidad el museo de arte abstracto Felguérez organiza ciclos de jazz desde 2003, cuando mi sub y yo fuimos invitados para presentar uno de nuestros libros. En aquel entonces se llamaba Temporada de Jazz y Blues.
Pero regresemos al Festival de Hidalgo, que este año se celebró del 25 al 27 de julio con tres grandes sesiones en el auditorio Gota de Plata, un foro impresionante, enclavado en el Parque Cultural y Recreativo David Ben Gurión (…), con una capacidad para más de 2 mil asistentes. Pero además, el festival tuvo a bien armar conciertos paralelos en diferentes plazas públicas de la ciudad de Pachuca.
La expectativa era muy fuerte, pues los directivos de la Secretaría de Turismo y Cultura, responsables del evento, habían organizado una rueda de prensa en la ciudad de México, en El Convite, y la noticia y los pormenores de un festival de jazz en Pachuca se escuchaban en la radio, en la televisión, en los periódicos, en los portales de Internet. Luego entonces, el Gota de Plata se vio desbordado por jazzófilos del DF, del estado de México y, por supuesto, de todo Hidalgo.
Dos días del festival (sábado y domingo) iban a ser transmitidos en vivo por la frecuencia de Horizonte, la radiodifusora del IMER especializada en jazz, por lo que Germán Palomares Oviedo (gerente de la estación) pudo integrarse el sábado 26, antes de iniciar los conciertos, a una mesa redonda bastante intensa, donde se plantearon cuatro rutas para el jazz en México. Ahí estuvieron también Alberto Aguilar (propietario de El Convite), Oliver Hernández (curador del festival) y Antonio Malacara (y su alebrestado subconsciente).
Después de la mesa, donde el público en general debatió, opinó, preguntó y ejerció el misterioso y nutritivo derecho de pensar la música, se dio paso al espectáculo de Calacas Jazz Band, que empezó a sonar con el poder y la contundencia que los ha caracterizado desde su nacimiento. Los chavales de una radiodifusora web me estaban entrevistando, cuando me propusieron ir al otro lado del festival, al concierto que la Rever Blues Band iba a ofrecer en la Plaza Constitución.
Lo pensamos un instante. No era fácil. Después de Calacas, el Gota de Plata recibiría al grupo de Pepe Hernández y al Sexteto de Ensueño, y éste, a pesar del nombrecito, prometía un verdadero agasajo a cargo de Iraida Noriega, Abraham Barrera, Aarón Cruz, Giovanni Figueroa, Fernando de Santiago y Celso Duarte.
Pero las promesas y los aromas de la calle eran también muy atractivos. Además, que-ríamos tener un poco más claros los porqués de esta separación, de este desglose del festival que colocaba a los grupos de afuera en un escenario de lujo
y a los locales en la vía pública. Así, llegamos a una plaza situada en los antiguos portales de Pachuca, donde la Rever Blues Band terminaba de probar sonido.
Buen escenario, buen equipo de luces, buen equipo de sonido que nunca terminó de ecualizar del todo bien; pero lo importante es que frente a nosotros estaba un cuarteto de blues lleno de energía, cuatro pachuqueños convencidos de lo que hacían, pero ante todo, convencidos de lo que sentían, convencidos de ser y estar en las entrañas del blues. Aquí podríamos destacar la irrebatible, la profunda sangre blusera de Javier Rodríguez, quien desde la pasión de sus armónicas inyecta vida al cuarteto. Y eso se siente… y se agradece. Probablemente, sólo el baterista tuviera que revisar un poco más su pulso y sus compases.
Jorge Reverter en la guitarra y la voz, Gustavo Quintanar en el bajo, Arcadio Rodríguez en batería y Javier Rodríguez en las armónicas. Blues tradicional, rolas clásicas que iban de Muddy Waters a B.B. King, pasando por Stevie Ray Vaughan y Eric Clapton. Todos bien, todos a gusto, incluidos dos borrachines que bailaban junto a un macetón y que se dieron tiempo para enojarse, darse de golpes durante uno o dos minutos, y contentarse para seguir bailando.
Tiempo después, el maestro Palomares me comentaba que los grupos en el Gota de Plata estuvieron bien, que Pepe Hernández fue el que mostró más cohesión, que su banda estuvo muy por encima de los demás, y que lo que menos le gustó fue el Sexteto de Ensueño, pues el proyecto se queda un poco en un buen propósito que no termina de cuajar
.
Después de varios días, el blues seguía reptando en mi cabeza. Salud.