Comercio internacional
Martes 12 de agosto de 2014, p. 35
El primer ministro japonés, Shinzo Abe, realizó una visita a América Latina entre el 25 de julio y el 2 de agosto, con paradas en México, Trinidad y Tobago, Colombia, Chile y Brasil, acompañado por unos 70 dirigentes empresariales de su país. Su visita se enfocó en profundizar vínculos comerciales, mediante la firma de gran número de acuerdos de comercio e inversión. Otro objetivo fue promover apoyo diplomático para que Japón sea miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, aunque no está claro cuánto avanzó Abe hacia ese objetivo.
Con la política económica de Abe, apodada abenomía
, Japón ha dado señales de vida luego de años de deflación, impulsada en parte por una laxa política monetaria y fiscal. Abe ha visitado 47 países desde que asumió el cargo hace 18 meses, en un intento por vender el nuevo
Japón al mundo y dar impulso a la economía del país. América Latina, con sus 600 millones de habitantes y su economía con valor de 6 billones de dólares, su creciente clase media y su alto nivel de demanda de infraestructura y tecnología, es un mercado atractivo para el sector privado japonés.
El comercio constituyó gran parte de la agenda de Abe. Japón tiene ya acuerdos de asociación económica con Chile, México y Perú y negocia otro con Colombia. Con México y Chile las pláticas se enfocan también en el Acuerdo Transpacífico. Aunque el comercio bilateral de América Latina con China empequeñece al que tiene con Japón (de 257 mil mdd contra 60 mil mdd anuales), Japón sigue siendo la mayor fuente asiática de inversión extranjera directa en la región y la cuarta en general.
Compañías japonesas han incrementado su presencia en la región en años recientes. A partir de 2008 se han abierto oficinas de 200 compañías más, y sólo en México invierten 800. En ningún otro sector es más patente la magnitud de la inversión que en el automotriz de México, donde firmas como Nissan, Honda y Mazda abrieron plantas el año pasado, contribuyendo a que México sea el exportador número dos de automóviles a Estados Unidos (detrás de Canadá y delante de Japón).
Frenesí negociador
Aunque Japón carece de la profundidad de bolsillos de China (que quedó demostrada durante la visita del presidente chino Xi Jinping, en la que prometió miles de millones de dólares a América Latina), Abe prometió inversión japonesa en proyectos de infraestructura y oportunidades para empresas de su país en extracción de recursos. También mostró particular interés en asegurar suministros de combustible fósiles de la región.
En México, Abe se reunió con el presidente Enrique Peña Nieto y acordaron participación conjunta en el recién abierto sector energético, incluido un memorando de entendimiento entre la Corporación Nacional Japonesa de Petróleo, Gas y Metales (Jogmec, ligada con el gobierno) y Pemex para la exploración de campos gasíferos en el Golfo de México y cerca de la frontera con Estados Unidos. Japón también expresó interés en construir gasoductos desde el Golfo de México hasta la costa occidental mexicana, con el fin de exportar a Japón, proyecto que según funcionarios japoneses costaría 9 mil 800 mdd.
De ahí Abe viajó a Trinidad y Tobago, primero de su cargo en visitar ese país, donde acudió a la primera cumbre entre Japón y la Comunidad del Caribe (Caricom). Aunque firmó acuerdos de cooperación en energía, pesquerías y prevención de desastres, probablemente la visita fue motivada más por objetivos diplomáticos. Los 15 miembros de Caricom representan 7 por ciento de los votos en la ONU, consideración importante para las aspiraciones de Japón de ocupar un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad el año próximo.
Profundizar vínculos
Las naciones andinas fueron la siguiente parada, comenzando por Colombia, donde Abe se reunió con el presidente Juan Manuel Santos. Acordaron acelerar negociaciones sobre el acuerdo económico pendiente entre ambos países. Si se firma, Japón tendrá acuerdos con los cuatro miembros de la Alianza del Pacífico (Colombia, Chile, México y Perú). En Colombia, Abe dio a entender que promovería la desregulación del muy protegido sector agrícola japonés, lo cual podría abrir Japón a importaciones agrícolas de esos países. También señaló que empresas japonesas invertirían en desarrollar la red de fibra óptica de Colombia.
En Chile, Abe asistió a la apertura de la mina de cobre Caserones, financiada por Japón con 4 mil 200 mdd. También accedió a más acuerdos para compartir tecnología con ese país, en especial en lo relativo a preparación ante terremotos y tsunamis, fenómenos que afectan a las dos naciones. Además, Japón y Chile parecían dipuestos a trabajar hacia la conclusión del ATP, aunque la iniciativa ha carecido de impulso a últimas fechas.
Por último, Abe llegó a Brasil, el gigante latinoamericano y hogar de la mayor porción de la diáspora mundial japonesa. Allí prometió inversión en infraestructura y desarrollo energético, incluida la exploración conjunta de las reservas brasileñas de minerales y carbón. Comunicó el interés de empresas de su país por construir una línea de tren subterráneo en Sao Paulo y mejorar y operar la red ferroviaria brasileña (proyecto que también ha atraído interés de China). Además prometió apoyo financiero a productores de maíz y soya en la región de Cerrado. También se firmaron acuerdos que facilitarán exportar equipo médico y fármacos a Brasil, lo cual es un bono para las industrias japonesas de salud y farmacéutica.
¿A la sombra de China?
Si bien funcionarios japoneses dieron poca importancia al hecho de que las visitas de Abe y Xi se dieron en tan breve tiempo, las comparaciones son inevitables. Japón y China compiten por influencia dentro de Asia, y el gobierno de Abe ha iniciado movimientos para contrarrestar lo que en su concepto es una creciente agresión china, por ejemplo, reinterpretando la Constitución japonesa para permitir que fuerzas militares acudan en auxilio de aliados.
De sus visitas a 47 países en apenas 18 meses, sus acciones para involucrar a Japón en proyectos como el ATP y sus esfuerzos para aumentar la participación en órganos de la ONU, resulta claro que quiere que su país asuma un papel más significativo en el escenario internacional, en parte para contrarrestar el ascenso de China. Su visita a América Latina fue parte de esa estrategia.
También existen, quizás, afinidades naturales más claras entre Japón y AL: tanto Brasil como Perú albergan grandes comunidades de ascendencia japonesa, y Japón está comprometido desde hace mucho tiempo con la democracia, los derechos humanos y las causas ambientales, temas que coinciden con los valores de muchos líderes latinoamericanos. Que esto se traduzca en apoyo latinoamericano para Japón en organismos internacionales es menos seguro. En cambio, es claro que países de la región buscan diversificar sus economías en términos de comercio e inversión, y Asia parece sin duda el lugar al cual dirigirse.
Economist Intelligence Unit
Traducción: Jorge Anaya
En asociación con Infoestratégica