Domingo 27 de julio de 2014, p. 4
Zamora, Mich., 25 de julio.
Aún recuerda las playas de Zihuatanejo, Guerrero. Le gustaba correr y mojarse los pies en la playa. Se escapó de su casa cuando tenía ocho años, tanto su padre como su madre lo golpeaban. La policía lo halló vagando y lo trasladó a Toluca. Lo llevaron a un albergue de Amecameca, estado de México, y finalmente lo trajeron a la casa hogar de Rosa Verduzco. Tiene 12 años y ya perdió la vista.
Entre sueños recuerda que la puerta de su casa es de color café. Es una casa grande, mis papás vendían verdura, pero no sé por qué me pegaban tanto. No me gustaría volver a verlos
, comentó Ángel Rodolfo Méndez Rivas, quien traza rayones en una hoja.
–¿Cómo fue que perdiste la vista?
–Estaba en el cuarto, cuando Érick se burló de mí porque me caí de la cama y me le eché al tiro. Fue una pelea muy fuerte. Al principio Mamá Rosa no me hizo caso, después me llevaron al médico, quien dijo que había perdido la vista por los golpes en el ojo. (Todo parece indicar que tuvo desprendimiento de retina.) Como castigo encerraron a Érick durante una semana en el Pinocho (cuarto de castigo).
A sus 12 años, Ángel expresa muchos sentimientos. No tiene interés en volver con sus padres, y quiere que las autoridades busquen una familia dispuesta a adoptarlo.
Tengo miedo, porque no sé qué pase afuera, pero también aquí me da miedo porque estoy solo.
No tiene amigos, no hace grupo, le gusta estar solo. Calcula que fue hace un año cuando perdió la vista y que le prometieron llevarlo a la ciudad de México para operarlo, pero no ha pasado nada.
Pero no todo ha sido tristeza: recuerda que algunas veces jugó futbol y otras en las clases de solfeo le gustaba cantar. No me gusta pelear, pero cuando me buscan le entro al tiro, porque, si me molestan, me tengo que defender.
La gustaría integrarse a una familia, tener hermanos y vivir una vida normal. Estudiar medicina y vivir tranquilamente. Yo sé que me quedé solo, pero ese es mi sueño.