Opinión
Ver día anteriorJueves 24 de julio de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Frontera amarga: no supieron o no quisieron saber
E

l mayor problema de la frontera sur, y particularmente al Soconusco, sobre todo es la corrupción de autoridades de los tres niveles y de ciertos sectores particulares, principalmente prestadores de servicios y agricultores. La disfunción de la ley y la inseguridad en un vastísimo sentido es distinta, pero mucho más grave que lo percibido en el resto de la nación.

Por eso es decepcionante que con gran alarde Peña Nieto haya anunciado un programa totalmente reactivo y miope para atender sólo la problemática del tráfico humano, por más que éste sea tan doloroso. Un programa que por pobre, a año y medio de gobierno, permite preguntarse: ¿qué no lo sabían, o no lo quisieron saber?

Triunfador anticipado, Peña Nieto anunció el 8 de junio: Si fuimos capaces de superar aquel desafío, hoy estoy seguro de que también podremos mejorar las condiciones de la migración regional. Así quizá involuntariamente encorsetó su programa con una gran pobreza de intenciones.

El periódico guatemalteco Prensa Libre del 8 de julio no es tan festivo. Cabecea: México endurece paso para guatemaltecos. Y sigue: “Guatemaltecos, hondureños y beliceños deberán registrarse en una base de datos biométricos para ingresar en territorio mexicano y así tener ‘más seguridad’, con el programa Paso Seguro que los presidentes Otto Pérez Molina, de Guatemala, y Enrique Peña Nieto, de México, inauguraron ayer”.

El control migratorio intentado será poco eficaz. Quienes cruzan la frontera de manera numerosa y cotidiana son guatemaltecos humildes que acuden a cosas tan simples como vender su fruta, verduras y productos de corral o a comprar en Liconsa o Diconsa, aunque ahora tendrán que comprar en el mercado negro sus credenciales.

Vienen de compras, al doctor, ciertos niños y jóvenes a la escuela, cruzan para visitar a su familia por horas. Tecun Umán y Retalhuleu en Guatemala, y Ciudad Hidalgo, o La Libertad, Tapachula o Arriaga, son núcleos humanos fronterizos en ambos países que tienen vínculos consanguíneos.

Querer someterlos a los controles anunciados es absurdo y sólo alimentará la corrupción. Ellos no desean que se les documenten esos derechos a costa de ser expoliados. Temen a las autoridades mexicanas de siempre, pero nunca como hoy. Están hechos a la cultura de la extorsión. Quien ignore estas vergonzosas realidades no puede prescribir recetas.

¿Por qué la ya notoria aversión de Enrique Peña por enfrentar la corrupción y la impunidad? Nótese que a dos años de elegido no ha concretado de manera eficaz ningún compromiso para enfrentar la corrupción oficial y la impunidad. Su fiscalía independiente, de tanto alarde, entrará en funciones hasta 2018 y su proyecto de una comisión nacional contra la corrupción duerme plácidamente después de que ambos fueron explotados mediáticamente.

La frontera tiene muchas caras, muchos distintos problemas. Quintana Roo, Campeche, Tabasco y Chiapas tienen cada uno conflictos muy singulares:

1. Los tres primeros ni sueñan con que sus vecinos tengan tarjeta de acceso, no las necesitan, salvo los empleados ya fijos. Habría que darse una vuelta por El Ceibo o El Martillo, cerca de Tenosique, o por Subteniente López, cerca de Chetumal, donde cientos de centroamericanos diariamente van y vienen y parecen hormigas, como lo han hecho por miles de años. Plantear allá los temas de tarjetas para visitantes suena sencillamente como de destornillados, o mejor dicho, de ignorantes de la realidad.

2. El caso de Chiapas, siendo diferente, también tiene por lo menos tres caras: las migraciones milenarias en la selva, que son constantes, permanentes y de ida y vuelta; las de la montaña, que comunican a sociedades pertenecientes a un mismo núcleo social, y las amargas del Soconusco que ya se han descrito.

No se les puede dar el mismo trato; de ahí, y por mil cosas más, que el programa bilateral sea una lastimosa simulación o un cúmulo de buenas intenciones sin información. ¿Sabrán los eruditos de Peña que los transmigrantes humildes, que son el 95 por ciento, temen a la autoridad por dolorosas experiencias?

Mientras se divaga en México, en Washington se muestran alarmados con interés sólo electoral, no humanitario. Ya destinan 86 millones de dólares de la Iniciativa Mérida para ayudar a México a controlar su frontera, según anunció Tom Shannon, vocero del Departamento de Estado. Acá nos conformamos con faroleos.

Un gran paso que sí puede dar Peña Nieto, y es el primer tranco obligado, es poner en orden a las autoridades. Que cesen los tremendos atropellos a las garantías de todo ser humano. Eso está por delante y por atrás de las tarjetas migratorias. ¡Qué lejos está nuestra frontera sur de ser comprendida!