o cabe duda que Maritain tiene razón cuando afirma que no hay una historia lineal hacia el progreso y la felicidad como quieren creer los optimistas de la historia, ni tampoco hay un eterno retorno en el que todo se repite sin sentido; bien dice este pensador que hay un doble progreso contrario, avanza el bien, avanzan las acciones y los pronunciamientos a favor de una sociedad más igualitaria, relaciones sociales más humanas y una democracia real, plena y participativa.
Pero simultáneamente avanza el mal, crece la violencia, aumenta la desigualdad y los criterios discriminatorios y racistas que parecía que habían ya desparecido, retornan y se manifiestan con toda crudeza.
En el Distrito Federal podemos ver ambas tendencias. Recientemente el gobierno de la ciudad, por conducto de la Secretaría de Desarrollo Social, convocó a la sociedad civil, a los grupos interesados y a los expertos a que aporten opiniones e ideas encaminadas a que un antiguo programa de mejoramiento barrial comunitario se eleve a la categoría de ley. Esto indudablemente es una muestra de que se impulsa el avance del bien y de la participación responsable de los ciudadanos en la resolución de sus problemas.
Pero más o menos en los mismos días en que esta propuesta se cristaliza en un anteproyecto, el cual se pondrá a consideración del jefe de Gobierno, un funcionario menor de la delegación Benito Juárez, gobernada por el PAN, molesto por los acres comentarios que los innumerables participantes en las redes sociales hacen en contra de sus compañeros enjuiciados en Brasil por actitudes reprobables y violencia extrema, declara algo que pensábamos desterrado para siempre: refiriéndose a quienes critican a sus compañeros de partido y de trabajo, dijo lo siguiente: Más prietos de piel, jodidos, rojillos y sin varo. ¡Arriba los mexicanos de raza blanca y clase alta! Todos los demás son una mierda, incluyendo a este foro lleno de chusma asquerosa
.
Asombran estas expresiones, sin embargo, para quien observa con atención lo que pasa en nuestra sociedad en estos años de neoliberalismo, no son inusitadas; pertenecen al mismo género y rango de quienes consideran proles
a quienes no piensan como ellos, a las ladies que despiden
a policías que evitan sus escándalos, a patrones que golpean a sus empleados o al jefe Diego que llama descalzonados
a los que lo abuchean.
Cuanto todos o casi todos, pobres, pero no tan pobres como los de ahora, y ricos, pero no tan ricos como los actuales, íbamos a la escuela pública o hacíamos el servicio militar considerándolo un honor y un deber, había en México menos desigualdades, espíritu fraterno y más solidaridad.
Lamentablemente, desde hace dos o tres generaciones, al principio en forma imperceptible y ahora con mayor visibilidad, las actitudes racistas, discriminatorias, torpes e injustas proliferan y se extienden especialmente entre los integrantes de las clases altas, de los negociantes ricachones o los altos puestos de gobierno.
Alientan por tanto propuestas como la del programa de mejoramiento barrial, encaminado a ser obligatorio mas allá de este gobierno si la ley que se prepara y estudia es aprobada; se abrigan esperanzas de que esa tendencia negativa y egoísta de la que el funcionario de la Benito Juárez es un ejemplo, retroceda y se rescaten formas de convivencia en las que el tejido social se fortalezca.
Con este programa se abre la puerta a las comunidades de barrios, colonias, pueblos o unidades habitacionales para que practiquen la democracia participativa, elaboren proyectos propios de mejoramiento de su entorno, sin esperar que todo lo hagan y decidan los gobernantes; eso es participar; no solo votar cada tres años como quisieran políticos alejados de su pueblo. Se trata de tomar parte, directamente, en decisiones importantes de la comunidad. Así se plantea en el proyecto que va en camino de convertirse, de ser aprobado, en norma jurídica permanente.