Mi muy al divino majestad, serenísimo señor, almirante generalísimo, señor de las armas y presidente de la Regencia, don Agustín de Iturbide (…) Nosotros, los alcaldes constitucionales y principales y fiscal y todos hijos y común del pueblo del Espíritu Santo Zaquapa, rendidos que como hijo debemos, nos postramos a las nobles y las tres plantas de su divina majestad como padre, pidiendo y suplicando que, por Dios, el corazón de María Santísima, sea a entendido esta nuestra súplica.
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Que don Crisanto Alvarado que estaba de comisionado nos maltrataba mucho, hace justicia sin testigo y tiene muchos ganados y muchas bestias, tiene regado en nuestra tierra y perjutigan mucho. Y sus bestias entran en el pueblo a ser perjuicio a casas de noche; y se cayen las casas, y acen perjuicio en el convento causas de sus bestias de don Crisanto; lo mismo nos dice que no somos gente; don Crisanto se mete tan bien con el padre consejar, y esa casa que está en la Guacaliente que lo tiene echo por suyo, y nos dice que son mías las tierras, le e comprado en manos del rey; y vea su divina majestad las maldades que nos hacen don Crisanto, que salga en ese paraje lleva todos sus animales, y todos sus hijos nos hacen perjuicio a nosotros naturales
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Y otra nuestra súplica decimos ante Dios y su divina majestad: Nuestra tierra está un pedazo en mano de don Mariano Barrutia, y el difunto padre fray Juan González empezó a demorar los principales y alcaldes, que vendan ese pedaso de tierra a don Francisco Barrutia, ¿para qué quieren tanta tierra?, no son bastante y no irán hacer milpa allá, es muy lejos, reciben cien tostones, dijo el difunto padre fray Juan González. Entonces recibieron los cien tostones los alcaldes. Eso fue diantes, será cien años haora; este pedazo de tierra en el río Grande está, y ahora nos quieren quitar todas las tierras, y el título también diantes lo an quitado. Una acienda está en Chuacoral, muchos ganados y muchas bestias. Otra está en Salboh; el mayordomo y baquieros nos maltratan, ya no quieren que agamos milpa en nuestras tierras, más de la mitad nos cogen en loria del pueblo; an echado los monjones, ya no quieren que andamos en nuestras tierras. Y su divina majestad nos yciera favor de quitar estas tierras los cien tostones que recibieron los alcaldes, ya se a desquitado tantas bestias y ganados que tienen, perjudigan muchos en eso, se desquitó todo y perdona su divina majestad nuestra Yn nonransia, nuestra súplica y nuestra pobreza; que por Dios y María Santísima nos defienda, señor, medamás, sólo eso pedimo (…). Abril 18 de 1822.
Yo, el secretario, Lázaro Ernández; yo, indio legítimo, perdona lo malo de nuestra letra puede ser que alla falta.
Reproducido en Joaquín Fernández de Lizardi. Hasta los mudos se quejan al piadoso emperador, en Obras. XI-Folletos (1821-1822). UNAM, 1991, p. 513-516. |