no de los fenómenos culturales más característicos del mundo moderno es el poderío de los medios de comunicación. Informar y estar informado. Se siguen las noticias como una telenovela: el culebrón de la realidad. Acontecimientos que son la noticia principal durante una semana se esfuman ante un nuevo evento más escandaloso o más curioso.
Desde hace días y semanas, todos los medios de comunicación franceses no hablan sino de futbol. Del Mundial, pero sobre todo del equipo de Francia: los bleus (azules) en referencial al color de la camiseta más a menudo vestida por los jugadores franceses. Un arrebato unánime de aficionados, relevado por la caja de resonancias de los medios, ha hecho que es casi imposible escuchar hablar de otra cosa. Los eventos de Ucrania o del Medio Oriente en el plano internacional, las huelgas de ferrocarriles o de intermitentes del espectáculo en el nacional se mencionan en los boletines informativos, pero debe reconocerse que dejaron el primer lugar a la epopeya mediática de los bleus cantada en todos los tonos, mañana, tarde y noche, cuando no en la madrugada.
Un solo evento, de un género diferente, logró imponerse en todos los medios desde hace algunos días, rompiendo el monopolio ejercido por el futbol. Es un acontecimiento político: la garde à vue (custodia vigilada) y la mise en examen (el expediente pasa a examen por un juez, antes era la inculpación) por corrupción activa, violación del secreto de instrucción, ejercicio abusivo de influencias, tres acusaciones retenidas contra Nicolas Sarkozy, ex presidente de Francia. La Constitución prevé que un presidente está protegido por la inmunidad mientras ejerce esa función, pero vuelve a ser un justiciable semejante a todos los ciudadanos cuando cesa de ocupar el palacio del Elysée.
Para hallar un jefe de Estado conducido ante un tribunal, habría que volver a recuerdos históricos bastante raros como el proceso del rey Luis XVI, quien, como después su esposa la reina María Antonieta, terminó en la guillotina. En épocas más recientes, el proceso del mariscal Pétain, condenado a muerte sin que ésta pena se ejecutara a causa de su edad. Cierto, Sarkozy no corre un riesgo parejo. No ha sido más que puesto en examen. Su expediente será analizado por jueces de instrucción. El procedimiento puede durar meses y años antes que se decida enviarlo ante un tribunal o se le descargue de estas acusaciones.
Este evento provocó un sismo en el mundo político francés. Al día siguiente de su custodia y puesta en examen, el expresidente Sarkozy se invitó al primer canal de televisión, TF1, donde, durante 20 minutos, respondió a las preguntas de dos periodistas. Era el contrataque. Con determinación, acusó a las magistradas, puso en duda su imparcialidad alegando que una de las dos juezas que le hicieron subir un interrogatorio humillante (repitió la palabra humillación una y otra vez) era miembro del sindicato de la magistratura, organismo considerado de izquierda y por tanto hostil al ex presidente. Como Sarkozy no sueña sino en volver al poder, seguido por una mayoría de militantes de su partido (UMP: Unión por la Mayoría Presidencial), acusó a la jueza de querer impedirle realizar su plan de reconquista del poder.
Desde la obra de Montesquieu De l’esprit des Lois (Del espíritu de las leyes), publicado en 1748, el principio de la separación de poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, se ha vuelto una regla sagrada del sistema político en Francia. La polémica entre Sarkozy y el poder judicial lleva ya tiempo, pero ahora ha dado un giro muy grave. Durante su ejercicio presidencial hubo abusos del ejecutivo. ¿No creyó incluso que el presidente mexicano podía decidir, sobre la justicia, paras liberar a una francesa encarceladada en México? ¿Un ex presidente es, pues, un ciudadano como los otros y debe responder a la justicia como cualquiera?
La cuestión es tan grave que casi borró el futbol en los medios. Es decir su importancia capital.