Hipocresía
omo se comentó en este espacio hace algunas semanas, en varios centros de detención de Estados Unidos permanecen miles de menores indocumentados en espera de que se resuelva su situación migratoria. Esta semana algunos legisladores criticaron acremente a los padres de los menores por enviarles recursos para que viajen y se reúnan con ellos en aquel país. Es difícil de creer, pero el hecho es que los mismos legisladores que se han negado sistemáticamente a la aprobación de una reforma migratoria que hubiera evitado esta situación exigen ahora que el gobierno deporte a más de 40 mil menores. Seguramente no ignoran que la mayoría de esos menores huyen, ya no sólo de la pobreza en sus países, sino de las bandas criminales que los obligan a participar en sus actividades. Tampoco desconocen que enviarlos de regreso es entregarlos a los hampones de los que han huido.
Cómo no entender la historia de una menor que huyó de su país después de haber sido violada y amenazada de muerte por no acceder a participar en las actividades criminales de esas bandas. En un programa de Radio Pacífica, Teresa, una menor guatemalteca, relató que para llegar a Estados Unidos tuvo que pagar a un coyote, quien, coludido con autoridades mexicanas, la extorsionó a lo largo del territorio nacional para permitirle seguir su camino a la frontera. Para miles como ella no hay otra opción.
Si ello no bastara, grupos antinmigrantes han criticado a la administración del presidente Obama de haber provocado que varios miles de niños hayan intentado reunirse con sus padres. En respuesta a las críticas el mandatario solicitó 2 billones de dólares para incrementar los recursos que permitan resolver la situación migratoria de los menores, una de ellas la deportación. De proceder su retorno, Obama habrá cedido una vez más a las exigencias de quienes se han opuesto a una reforma migratoria y ahora lo acusan de causar esta crisis humanitaria.
Cierto que el problema tiene raíces en los países de donde proceden los indocumentados, pero tampoco es una forma de resolverlo mediante el castigo a quienes no son responsables de una situación que debiera resolverse por otros medios, no los policiacos.
No hay palabras para describir la estupidez de las hordas racistas que insultan y agreden verbalmente a los menores indocumentados en su camino a los centros de detención en los que esperan ser deportados.
Arnaldo Córdova in memoriam, y en solidaridad con Lorenzo.