Futbol sin democracia
urante las primeras etapas, un Mundial de futbol tiene un aire democrático que nos ilusiona a todos.
Sin embargo, el deporte más popular del planeta adquiere tintes dictatoriales cuando se trata de los cuartos de final: ganan los de siempre.
Alemania y Brasil hicieron valer su calidad de potencias para instalarse en semifinales. No necesitan realizar un juego brillante, dominar categóricamente a sus rivales o lo que se llama merecer
un triunfo.
Los gigantes hacen lo que saben hacer: ganar.
Y en un Mundial lo que importa es seguir con vida. En la tierra del jogo bonito, Brasil no es Brasil, pero eso a pocos importa. Está a dos pasos del hexacampeonato y con ello se olvidan los gastos excesivos, las protestas sociales o las críticas de que el árbitro en turno trae debajo una playera canarinha.
El Scratch ofrece calidad a cuentagotas, como el golazo del defensa David Luiz, quien ayer se puso los botines de Zico y eso bastó para instalarse a un paso de la final.
Sin embargo, el festejo debe durar poco. Los esforzados, pero no muy mágicos pupilos de Felipao tendrán en Alemania su prueba de fuego sin Neymar, su única arma ofensiva.
La mannschaft tampoco provoca aplausos, pero el peso de su palmarés fue suficiente para imponerse a una enjundiosa Francia y clasificó a su cuarta semifinal consecutiva. Sin embargo, su último título mundial, en 1990, ya parece muy lejano... y habría de recordar que fue con ayuda del silbante Edgardo Codesal, ahora un implacable comentarista.
Queda la impresión de que Colombia daba para más, pero se ubicó finalmente en ese grupo de selecciones –como el Tri– a las que les falta dar un golpe de autoridad en el momento preciso.
Costa Rica y Bélgica deben tener las piernas muy firmes para ir contra la dictadura futbolera, contra esas leyes implacables que rigen los mundiales y que indican que Argentina y Holanda saldrán con los brazos en alto.