Tres exponentes van codo a codo en el ranking de Artprice
Beatriz Milhazes es la artista viva mejor pagada de su país
Asombra Adriana Varejão con su mezcla de sensualidad y dolor
Vik Muniz llama con su obra a revisar los cánones establecidos
Sus obras se subastan en Christie’s, se exhiben en la Tate de Londres y son parte de acervos en Tokio, NY o París. Se trata de tres artistas visuales, voces originales en el panorama del arte contemporáneo brasileño e internacional
Viernes 4 de julio de 2014, p. 7
Brasil compite fuerte en el mercado del arte internacional, principalmente, con la obra de dos mujeres.
Por un lado, y en primerísimo lugar, Beatriz Milhazes (Río de Janeiro, 1960), considerada la artista viva mejor pagada en su país, luego de que en 2011 su cuadro Mi limón superó los 2 millones de dólares en una subasta en Nueva York.
Luego viene Adriana Varejão (Río de Janeiro, 1964), quien con su mezcla de sensualidad y dolor en sus obras es considerada una de las voces más originales en el panorama del arte contemporáneo brasileño.
Con ellas se codea Vik Muniz (Sao Paulo, 1961), conocido como el brasileño que hace arte con basura
. Los tres, de acuerdo con el ranking que anualmente publica la reconocida firma Artprice, se ubican en los primeros 100 lugares de artistas mejor cotizados en el ámbito mundial, muy por encima de Gabriel Orozco, único mexicano incluido en la lista de los 500 con más ingresos en 2013.
Derroche de color que emociona
Milhazes, quien ha tenido fuerte presencia tanto en la Bienal de Venecia, Italia, como en la Fundación Cartier de París, Francia, pinta coloridas flores que emocionan a los críticos de arte, los que definen su obra como una exuberante representación del arte abstracto geométrico
.
En todos sus óleos, serigrafías y collages hay un derroche de círculos y formas arabescas.
Según reporta la revista especializada Art auction, Beatriz alguna vez bromeó acerca de que le tomó 25 años llegar a ser un éxito.
Es una superestrella
, dice para la misma publicación Amy Cappellazzo, jefa del departamento de desarrollo para posguerra y contemporáneo en la casa subastadora Christie’s, quien visitó el estudio de la artista en Río de Janeiro por primera vez a mediados de los años 90 y siguió su trabajo desde entonces.
Su mercado se expandió de manera dramática y hay más gente que se interesa en comprar sus obras que en venderlas
, añade.
Christie’s también ha conducido ventas privadas de las pinturas de Milhazes a precios propios del récord de subastas públicas.
La artista produce una cantidad media de ocho cuadros al año, por lo que el grupo internacional de galeristas que la representa (Fortes Vilaça, James Cohan, Stephen Friedman Gallery en Londres y Galerie Max Hetzler en Berlín), colaboran estrechamente respecto del precio y establecen un programa de exposiciones individuales, espaciando las fechas en cada una de sus galerías en periodos de cuatro o cinco años entre cada muestra, pues colocar las obras en museos y otros escenarios institucionales, dicen, es una prioridad, añade Art auction.
En 2013, para la exposición individual de verano de Beatriz que se presentó en Sao Paulo, se aseguró que ya había unos 100 coleccionistas haciendo fila por sólo cinco o seis obras.
Conflicto saludable
Los cuadros de Milhazes, “virtualmente explotan con capas sobre capas de intrincados patrones y colores ricos, salvajes. Estos proceden de gran variedad de fuentes, entre ellas, en su primeras obras, de encaje femenino o motivos calados que se remontan al bordado del siglo XIX.
Entre sus permanentes fuentes de inspiración están los ritmos de la música brasileña y las imágenes festivas del Carnaval, así como la flora y fauna tropicales del lozano bosque pluvial de Brasil. Su estudio en Río de Janeiro se encuentra junto al jardín botánico de la ciudad, y la influencia en su práctica, frecuentemente adornada con florecientes aros de pétalos y elaborados diseños florales, es palpable. Las obras más recientes de Milhazes tienen menos patrones de telaraña y cuentan con espirales, círculos y cuadrados que aparecen más mecánicos
, explica Eileen Kinsella en la mencionada revista especializada en arte contemporáneo.
En 2008, Milhazes describió su trabajo en una entrevista para el número dos de RES Art World/ World Art como “un conflicto saludable. Mucha gente dice, ‘Guau, es hermoso’, pero por otra parte, no es una belleza cómoda”.
El galero de la artista brasileña en Londres, Friedman, añade en Art auction que la presencia de Beatriz en la Bienal de Venecia de 2003 marcó un parteaguas para los alcances de Milhazes, tanto en Europa como a través de las fronteras, lo cual se refleja en un aumento de la demanda de su trabajo por parte de coleccionistas privados e instituciones del mundo
.
En 2005 le fueron comisionados tres importantes proyectos de arte público del Reino Unido: una obra de arte monumental que consta de 19 arcos abovedados en una estación del Metro londinense, un mural para el restaurante en la galería Tate Modern, y la instalación de una ventana de varios niveles para la fachada de la tienda departamental Selfridges, en Manchester.
el brasileño que hace arte con basuraFoto Tomada de Internet
Historia y herencia
La obra de Adriana Varejão, por su parte, contiene referencias a la historia visual y social de Occidente y, en particular, a la de Brasil y su herencia cultural, sobre todo respecto del colonialismo portugués, el mestizaje y la migración.
De esta manera se presenta como un discurso político, donde nos hablan de un pasado común, de historias relegadas a los márgenes poscoloniales, donde se presenta una imaginería visual compuesta por una cultura foránea de dominación, un pasado reprimido y violento, un folclor popular y fuertes tradiciones religiosas
, explica Carolina Rodríguez Pino en la revista Artishok.
La artista utiliza de manera constante la técnica del trompe-l’œil (o trampantojo), al representar cortes y heridas expuestas, a la manera de cuerpos mutilados, sobre azulejos portugueses, muy similares a la talavera poblana.
Su obra pertenece a acervos de importantes instituciones, entre ellas la Tate Modern, en Londres; la Fundación Cartier, de París; el Museo Stedelijk, de Ámsterdam; el Guggenheim de Nueva York; el Museo de Arte Contemporáneo, de San Diego, y el museo al aire libre Hara, de Tokio.
“Es curioso observar cómo, a pesar de que cada obra nos lleva a asociarla con imágenes de disecciones de cuerpos humanos, la artista se las ingenia para que el espectador no sienta aversión sino más bien cierta empatía, un deseo de calmar la angustia y el dolor de las llagas que tenemos frente a nuestra mirada.
“Según palabras del curador, el también brasileño Adriano Pedrosa, en estos trabajos, que en su mayoría fueron realizados en óleo sobre tela y poliuretano sobre soporte de madera y aluminio, el cuerpo –cuerpo lacrado y herido– es el elemento conductor. ‘El cuerpo se revela como piel y carne de la pintura, habitando los interiores de la arquitectura y descubierto en sus ruinas’”, detalla Rodríguez Pino.
En 2008, el polifacético Vik Muniz presentó en México, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, una muestra de su trabajo fotográfico, aunque también es considerado gran dibujante, escultor, y un lector de la historia del arte, porque nos permite revisar los cánones establecidos
, señaló entonces a La Jornada Ery Camara, coordinador de exposiciones del recinto.
Muniz es autor de piezas como una doble Mona Lisa de mermelada y crema de cacahuate, una diva del cine con diamantes –antes del cráneo de Damien Hirst–, o recrea imágenes con soldaditos de plástico, que después fotografía.
La obra de Muniz es tan ingeniosa e insólita, señalan los críticos, que lo ha convertido en uno de los artistas contemporáneos más llamativos de nuestro tiempo. Su trabajo forma parte de colecciones en Nueva York, Washington, Londres, Tokio, Madrid y París, entre muchas otras.
Arte que cambió vidas
La revista Cromos recuerda que el artista “pasó tres años en el vertedero más grande del mundo, ubicado en Río de Janeiro, para crear su serie Imágenes de basura (2008). Allí conoció a un grupo de personas que sobrevivían vendiendo los materiales reciclables que encontraban en el basurero. Era gente que existía en medio de los desechos de otra gente.
“Muniz tuvo una idea: cambiar la vida de esas personas con los mismos materiales con los que trabajaban. Tomó fotos de los recicladores en medio del vertedero y luego las reconstruyó utilizando los objetos que ellos recolectaban. Después las fotografió, las enmarcó y las puso a la venta. Uno de los recicladores estuvo presente en la subasta en la que su imagen fue vendida en 50 mil dólares. Al oír la cifra, el humilde joven no pudo contener el llanto. El retrato, que revelaba tanto la dignidad como la desesperación de su oficio, transformaría su vida, ya que todas las ganancias fueron para él y sus colegas.
Muniz, embajador de buena voluntad de la Organización de las Naciones Unidas, no sólo trabaja con basura. Para él, cualquier material tiene el potencial de convertirse en arte y transformar la manera en que las personas ven el mundo: alambre, hilo, chocolate, tierra, polvo, caviar, diamantes, algodón
.
Vik, cuyo nombre verdadero es Vicente José de Oliveira Muniz, vive desde hace 30 años en Nueva York, pero nunca ha dejado de hablar de su país: “Yo soy producto de la dictadura militar –dijo hace unos años en una galería de Nueva York, señala Cromos. En una dictadura no puedes confiar en la información o difundirla con libertad por la censura. Así que los brasileños nos volvimos flexibles en el uso de metáforas. Además, surgió un tipo de sensibilidad desorganizada, satírica y burlesca”.