Funcionaria centroamericana atestiguó que esos centros se encuentran atestados
En Fort Brown los menores son obligados a bañarse en grupo para evitar enfermedades y piojos
Jueves 3 de julio de 2014, p. 13
Brownsville, Texas, 2 de julio.
En un cuarto largo y frío, cientos de niños migrantes pasan noches y días en condiciones de hacinamiento, lejos de sus seres queridos, privados de la libertad y observados por hombres vestidos de verde que hablan otro idioma.
Son los menores procedentes de Guatemala, Honduras y El Salvador, entre otros países de Centroamérica, que llegan a Estados Unidos solos o acompañados de coyotes contratados por sus familiares. Pero los traficantes de personas, al verse perseguidos por los agentes de la Patrulla Fronteriza, abandonan a los niños a su suerte.
La mayoría son detenidos e ingresados a tres centros de detención temporal ubicados en Texas, pero algunos mueren en el intento de buscar una mejor vida, como Gilberto Francisco Ramos Juárez, de 11 años, cuyos restos fueron encontrado el pasado 15 de junio en La Joya, pequeña localidad situada en las cercanías de McAllen.
Su cuerpo no presentaba huellas de violencia. Con base en una autopsia, se señaló que la deshidratación fue la causa del deceso. El pequeño quedó tendido en medio de un monte sin que nadie le brindara ayuda. Entre las manos tenía un rosario blanco.
Gracias a un número telefónico que el niño migrante llevaba escrito en un papel escondido en su cinturón vaquero se pudo conocer que era originario de Huehuetenango, Guatemala. Las autoridades de migración contactaron a sus padres, quienes a través de fotografías lo identificaron y reclamaron su cuerpo.
Eddie Guerra, jefe de la policía del condado Hidalgo, informó que Gilberto viajaba en compañía de un tío con rumbo a Chicago, Illinois, donde reside uno de los hermanos de éste, pero luego de una persecución la Patrulla Fronteriza detuvo a su familiar y el menor guatemalteco se quedó solo en territorio texano. Su cadáver permanecía hasta este primero de julio en Estados Unidos.
Los congelados de Fort Brown
A unos metros del río Bravo, dentro del complejo del puente internacional Ignacio Zaragoza, que comunica Matamoros, Tamaulipas, con Brownsville, se ubica el centro de detención temporal de migrantes Fort Brown, construido inicialmente para recluir por no más de 72 horas a extranjeros indocumentados, antes de entregarlos al Instituto Nacional de Migración de México.
Más allá del muro fronterizo que las autoridades estadunidenses construyen –una cerca metálica de cuatro metros de altura, rodeada de alambres de púas, sensores de movimiento y cámaras de vigilancia–, se observa el galerón donde menores migrantes permanecen hasta un mes, en lo que se tramita la deportación.
En el inmueble, con capacidad para 200 personas, celdas de ocho por cuatro metros que cuentan con un solo sanitario, pernoctan niños y adolescentes, quienes prefieren dormir en el piso antes que en las contadas planchas de concreto, porque, juntos, mitigan el frío, siempre presente debido a que el aire acondicionado está encendido día y noche durante el verano, en el que las temperaturas han llegado a 41 grados centígrados a la sombra en el sur de Texas.
Por eso al centro Fort Brown, donde son insuficientes las viejas y descoloridas sábanas de la Cruz Roja Internacional, se le conoce más como Fort Cold (Fuerte Frío).
Antes de las seis de la mañana, los niños son obligados a bañarse en grupo, para evitar enfermedades y piojos
, les dicen los hombres y las mujeres de verde que les entregan el jabón de barra.
En el centro de detención temporal de Rio Grande City, a unos 300 kilómetros de Fort Brown, se documentó el caso de abuso sexual contra dos niños salvadoreños, cometido por otros migrantes, pese a estar bajo la custodia de la Patrulla Fronteriza.
Carlos Delgado, funcionario de la oficina del sheriff del condado Starr, afirmó que se abrió una investigación. Dijo que los menores denunciaron a los agresores hasta que éstos fueron deportados, lo que hace más difícil (la indagatoria)
.
La semana pasada Ana García de Hernández, esposa del presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, visitó el centro Fort Brown para verificar las condiciones en que se encuentran sus connacionales que salieron de su país en busca del sueño americano.
García salió del lugar con gran cantidad de números telefónicos en la mano. Eran un encargo de sus paisanas para que avisara a sus seres queridos en Honduras que habían sido detenidas junto con sus hijos en la frontera de Estados Unidos.
Tras el recorrido que ella y otras funcionarias de su país efectuaron en ese centro de detención temporal y dos más, en Mc Allen y Weslaco, García de Hernández demandó la deportación de los menores.
Por su parte, la viceministra de El Salvador Liduvina Magarin además de Fort Brown visitó los centros de Mc Allen y Harlingen, así como los nueve refugio que hay en Texas, bajo la observación del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE por sus siglas en ingles).
Lo que más preocupó a esa funcionaria es que con los centros llenos, a diario ingresan 500 menores más, por lo que las condiciones de hacinamiento se incrementan. Lo que pedimos es que por lo menos a los pequeñitos los dejen al lado de sus padres, para que su trauma no sea mayor
, subrayó.
Ante esta panorama de los menores migrantes en ciudades como Mc Allen, congregaciones religiosas se han unido para realizar colectas en apoyo a los niños recluidos.
En Mc Allen, el ICE, a petición del alcalde Jim Darling, permitió que en colaboración con la Iglesia católica se habilitara un albergue temporal. El inmueble es vigilado día y noche por agentes de la Patrulla Fronteriza para evitar que los menores y sus madres escapen.