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Gurría: que 20 años...

El paraíso... ¡en 2050!

La solución mexica

L

as buenas noticias no dejan de fluir para los mexicanos, y en este sentido uno de los heraldos más destacados es el mismísimo José Ángel Gurría, hoy en funciones de secretario general de la OCDE, quien a los nativos de esta República de discursos anuncia que deberán transcurrir otros 36 años para que su ingreso per cápita apenas sea equiparable al promedio que registran las naciones integrantes de ese organismo.

Excelente perspectiva, dice el ex secretario zedillista de Hacienda, para quien la buena nueva no es cuestión de optimismo o pesimismo, sino objetiva, toda vez que si los mexicanos están resignados a esperar otro cuatrienio para que los ratoncitos verdes eventualmente logren su pase a cuartos de final en un mundial futbolero, cuantimás estarán dispuestos a ingresar al paraíso allá por el año 2050, por mucho que esa misma oferta la hizo el gobierno federal desde 1988, cuando menos.

En 1994, último año del salinato, México ingresó a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la mismísima OCDE. El anuncio formal se hizo el 24 de marzo de ese año (al día siguiente del asesinato de Luis Donaldo Colosio, en plena efervescencia del movimiento zapatista y la crisis en ciernes), algo que para el gobierno federal, según decía, era un reconocimiento pleno a la fortaleza económica de la nación y la excelente imagen gubernamental ante la comunidad financiera internacional. La SRE informaba que la decisión de invitar a México para formar parte de la OCDE fue adoptada unánimemente por el consejo de la institución, y el ingreso se formalizará el 14 de abril en la capital francesa.

Se oficializaba así el ingreso mexicano al primer mundo, el roce de nuestro país con los grandes y ricos. Por aquellos ayeres, Gurría despachaba como director general de Nacional Financiera y fue uno de los más decididos defensores de la política económica salinista, tanto que recibió generosa pensión por su breve estancia en esa institución financiera del gobierno federal, de la que brincó a la Secretaría de Relaciones Exteriores en el arranque del zedillato y de allí a la Secretaría de Hacienda.

Eso fue dos décadas atrás, cuando el siempre sonriente tamaulipeco compartía la tesis de que con el ingreso a la OCDE México se instalaba plenamente en el primer mundo y la mejoría del nivel de vida de la población era cuestión de muy poco tiempo, casi, casi, de días. Pues bien, transcurrieron 20 años de la feliz incorporación al organismo, y a estas alturas México se mantiene en el último escalón en lo que a PIB per cápita se refiere, con un ingreso cuatro veces inferior al del promedio de las naciones que lo integran.

Como referencia, en ese mágico 1994, cuando Salinas y sus muchachos pregonaban el acceso mexicano al primer mundo, la diferencia salarial promedio de México con las naciones de la OCDE era modestamente de 25 veces, brecha que a lo largo del tiempo y tras miles de discursos de los funcionarios autóctonos, lejos de mejorar, se ha ampliado. Y por lo mismo, funcionarios como el propio Gurría aseguraban –como hoy insiste– que México va por el camino correcto.

En esas dos décadas, que involucran a cinco gobiernos (de Salinas a Peña Nieto), desde el micrófono oficial todos los días se ha pregonado el futuro venturoso que a los mexicanos espera como producto de las reformas (una tras otra a lo largo de ese periodo, de la A a la Z), porque, como decía Gurría en 1994, una política económica de Estado, en esencia, debe atender el desarrollo integral de la sociedad, pues su principal objetivo es la mejoría del nivel de vida de la población (al leer esta declaración, los 61 millones, y contando, de pobres en el país ovacionaron al ahora cabeza visible de la OCDE).

Como es por todos conocido y padecido, en los hechos sucedió lo contrario, pero es de suponer que el ex secretario zedillista de Hacienda admira a Gardel, porque ya se le escuchó decir que como es un soplo la vida y que 20 años no es nada, pues el país necesita más reformas y, de pasadita, la sempiterna paciencia de los mexicanos para que éstos finalmente crucen las puertas del paraíso, algo que sucedería, según sus cálculos, allá por el año 2050.

Si se atienden los alegres cálculos de José Ángel Gurría, entonces hay que echar cuentas: desde que México ingresó a la OCDE al prometido futuro venturoso (1994-2050) no sólo debieron transcurrir 56 años para que el país eventualmente llegue a rozar las puertas del paraíso primermundista, lo que ya es grave, sino que la depredadora política económica del gobierno mexicano (que en ese periodo involucraría a diez administraciones públicas, de Salinas a quien resulte inquilino de Los Pinos en el año citado, si es que el país aguanta) habrá sacrificado íntegramente a dos generaciones de mexicanos, más las que, ya creciditas y suficientemente golpeadas, se llevó entre las patas. Lo anterior, desde luego, sin considerar la debacle del sexenio de Miguel de la Madrid.

Veinte años, pues, del ingreso mexicano a la OCDE, y a estas alturas su secretario general no deja de prometer el paraíso. Ayer en la capital francesa se aventó el siguiente discurso, para que ustedes, amables lectores, lo contrasten con la realidad y saquen sus propias conclusiones:

Las reformas emprendidas en México permitirán al país cambiar la tendencia económica y optar en 2050 a que su renta per cápita converja con la del promedio de los países de la OCDE. Las reformas permiten cambiar de órbita en México, hacia un nivel superior de crecimiento que permita esa convergencia en los años que vienen. No es una cuestión de optimismo o de pesimismo, es una cuestión objetiva. Por las reformas específicamente la tendencia va a cambiar. Al igual que otros países emergentes, el nivel de crecimiento del PIB de México entre 2000 y 2012 proyectaba una tendencia que dificultaba que su renta per cápita igualara el promedio de los 38 países miembros de la OCDE en 2050. (Pero) lo que está pasando en México es precisamente la solución, que es tomar medidas y hacer reformas para revertir esa tendencia y que sea posible la convergencia con los niveles de vida de los países que están mejor, con el promedio de los países de la OCDE. Estamos hablando de reformas que tienen un impacto transgeneracional.

Las rebanadas del pastel

Qué tal. Entonces, ¿están preparados para el paraíso, o sólo para que los ratoncitos verdes eventualmente lleguen a cuartos de final en Rusia 2018?

Twitter: @cafe-vega