Opinión
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Puntos sobre las íes

Carlos Arruza XXV

D

el plato a la boca…

Señalábamos que Carlos llegó a México con la firme decisión de consolidar el puesto de gran figura del toreo que había conquistado en la madre patria, pero el sueño poco le duró por la asquerosa campaña que en su contra emprendió la prensa venal y corrupta en venganza por no haber accedido a pagar a tanto el elogio, repugnante proceder de un buen número de plumíferos de entonces, tal y como sigue sucediendo en estos días –aunque en menor escala–, verdaderas aves de rapiña, que no se atreverían a pararse frente a una vaquilla recién parida.

Asquerosos piratas.

+ + +

Y más calamidades.

Para mitigar su pena y consiguiente desilusión, Carlos se compró una camioneta para poder viajar por España con comodidad y libertad de movimientos y en compañía de su amigo el picador Curro Chávez salió rumbo a Nueva York para de ahí embarcarse en el Marqués de Comillas, sólo que... llegaron con retraso y adiós barco –con la consiguiente pérdida de su presentación en Cádiz–, así que no hubo más solución que enfilarse rumbo a Nueva Orleans, con dos extras, pues se habían anexado doña Cristina y Vargas, mozo de espadas de Carlos; hay ocasiones en que si no llueve salpica y sí, ahí estaba el buque pero con una avería en las calderas y sin fecha segura para zarpar.

Po ello, Carlos perdió varias corridas y para poder paliar el enojo esa noche se fueron a un cabaret en el que actuaba un adivino que respondía las preguntas que el público le hacía llegar en un sobre cerrado. Con los nervios a punto de estalle, Arruza entregó el sobre, que el mago ni siquiera abrió y dijo que lo único que podía afirmar es que la fecha que deseaba conocer el remitente sería el 19 de marzo.

Podrán imaginar los amables lectores el berrinche de Arruza al salir del centro nocturno y, días después, les anunciaron que el buque estaba listo para partir esa misma tarde y llegaron a la Islas Canarias precisamente el 19 de marzo, para enterarse que el retraso le había costado perder ¡11 corridas!, y al desembarcar se encontraron con una gran sorpresa.

Una muchedumbre estaba esperando a nuestro compatriota, portando un gran número de carteles dándole la bienvenida y en los que se leía Viva el mexicano Arruza y hasta el capitán general les deseó que su corta estancia fuera por demás agradable.

Pocas horas más tarde, salieron pitando rumbo a Lisboa, donde se anexaron Ricardo Aguilar y Javier Cerrillo y ya en España la primera corrida anunciada para la reaparición de Arruza era en Algeciras y, al pasar por Sevilla, les dieron otra gran recepción, con brindis y toda la cosa.

Pepe Bienvenida y el Albaicín completaban el cartel, pero, una vez más, la desilusión, pues la corrida tuvo que suspenderse por un aguacero, con lo que se completó la docena de festejos perdidos.

Vuelta a Sevilla para esperar la fecha del 31 de marzo en Castellón y como faltaban algunos días, don Felipe Bartolomé y don Joaquín Buendía los invitaron a la ganadería de Santa Coloma, donde los colmaron de atenciones y a torear vaquillas se ha dicho.

Carlos tenía varios pendientes: la responsabilidad de refrendar sus triunfos del año anterior, ponerse en forma después de tanto tiempo sin torear y, sobre todo, no pensar en lo que había tenido que sufrir en México, a donde llegó con tantas ilusiones, mismas que duraron lo que el aleteo de un colibrí.

Al regresar a Sevilla, Arruza se probó siete trajes de luces y, tras ultimar detalles, salieron rumbo a Castellón con un Carlos lleno de esperanzas y buenos propósitos para su primera corrida del año 1945 en cosos españoles.

No creo exagerar al escribir que todo España estaba pendiente del resultado de aquella corrida y saber si sería capaz de refrendar sus triunfos del año anterior y comprobar si era cierto lo que afirmaban las noticias llegadas de México, en las que lo menos que se afirmaba es que se había desinflado por completo.

Hasta esos extremos llegaron los repugnantes rateros de la pluma, en ánimo de hacerle pagar por no haberles pagado.

¡Cuánta maldad!

+ + +

Y yo aquí, aguanta y aguanta.

Cortemos, pues.

(AAB)