Espartanos
ue en busca de una mejor oportunidad de vida, más de 50 mil menores de México y Centroamérica hayan cruzado solos la frontera con Estados Unidos en los recientes nueve meses no deja de ser un hecho heroico, aunque se origine en la miseria, la cobardía y la desvergüenza de los gobernantes de allá y de acá.
Es el colmo que autoridades estadunidenses y mexicanas vean estos hechos como problema generado por gente pobre, en vez de asumir su responsabilidad por mantener políticas económicas que asfixian y acorralan a las clases populares y las obligan a buscar salidas cada vez más desesperadas.
Todo esto ocurre al tiempo que la misma OCDE destaca que los funcionarios en México perciben los mayores sueldos de América Latina; la OIT informa que en México trabajan 3 millones de niños de entre 5 y 17 años y nos enteran que ministros de la SCJN cobran 2 millones más que el Presidente.
Los gobernantes estadunidenses deben asumir la migración masiva de menores como consecuencia de sus políticas intrusivas en la promoción de gobiernos neoliberales en América Latina y en el derrocamiento de gobiernos que, como el de Salvador Allende, han querido cambiar el rostro de miseria de Latinoamérica.
Esperemos que cuanto antes la Unicef intervenga como ombudsman internacional de la infancia, antes que empecemos a escuchar horrores cometidos contra nuestros niños, hoy puestos en albergues que pueden convertirse en cárceles y en políticas de exterminio.
Es hora también de reflexionar sobre qué tipo de educación será la mejor para dar a nuestros hijos ante este panorama de futuro incierto y sombrío.
Conviene revisar otros modelos como, por ejemplo, el de Esparta: A los siete años, los niños abandonaban su casa y quedaban bajo la autoridad de un tutor. Se integraban en una agelé, especie de unidad militar infantil, bajo el mando de un mayor, el irén (de 19 años). Aprendían a leer, a escribir y a cantar. Pero lo esencial consistía en endurecerlos físicamente por medio de la lucha y el atletismo; además de inducir la costumbre, para ser ciudadanos, de no saber vivir solos y estar siempre, como las abejas, unidos por el bien público. El Estado asumía la tutela hasta los 20 años. Durante la infancia, todo el énfasis se ponía en el rigor y la disciplina: dos principios que fueron la quinta esencia de lo espartano.
Y pienso en los méritos de la educación de la infancia espartana porque, al parecer, muchos niños nuestros tendrán que saber algo más que inglés y computación para sobrevivir en el mundo que les prepara la ideología y la moral del imperio capitalista.