Nuestra época
er consciente del tiempo que uno vive ayuda a navegar en él.
En una sociedad fragmentada no todos compartimos los mismos tiempos históricos. La perspectiva cambia con cada generación. Podríamos convenir: vivimos una temporada difícil.
Los menores de 50 años dirían que son hijos de la crisis. Nunca han salido de ella. Son tres décadas de crecimiento, insignificante naufragio de un ensayo democrático menos oportunidades.
Violencia desgarradora. Hace más de 100 años que los mexicanos emigran a Estados Unidos, pero hoy todavía las clases medias y medias altas buscan destino afuera.
El patriotismo se diluye en la rendición al modelo estadunidense, tan contrario a nuestra forma de vivir y de ser.
Creo que vivimos la misma política económica inaugurada por Carlos Salinas incluso antes de llegar a la Presidencia.
La versión pasiva del neoliberalismo: los dirigentes imponen una integración a la economía desarrollada, lo que produce una crisis en la estructura política y económica frágil.
México deja de confiar en sí mismo y apuesta a ser parte de América del Norte. Esto va acompañado de una corrupción extrema que deforma el rostro del país. Hasta hoy esta doctrina está vigente. Se impone una ética individualista que legitima en una sociedad de por sí desigual la codicia y el abuso hacia los más débiles.
A pesar de los enormes cambios profundos (una sociedad más laica, mejor informada, organizada, crítica), no ha podido implantarse la democracia porque los grupos de interés consolidados por el neoliberalismo se han opuesto resuelta y eficazmente.
Pronóstico reservado: a pesar de ser aficionado a construir escenarios, me cuesta mucho trabajo inventar un desenlace o varios. Hay una gran tensión y una acumulación formidable de problemas.
Intuimos que una época acaba, pero no sabemos hacia dónde vamos: el horizonte es oscuro.