Punta Mita, Nay., 20 de junio.

Al celebrarse la novena cumbre de los países que integran la Alianza del Pacífico, conformada por Chile, Perú, Colombia y México, el presidente Enrique Peña Nieto definió esa unión regional como un ejemplo de integración profunda, pragmática y abierta, y símbolo de la creciente unidad latinoamericana.

En tanto, la mandataria chilena, Michelle Bachelet, en lo que fue su primera participación en estos encuentros, tomó la palabra al anfitrión mexicano para decir que, más allá de las legítimas diferencias, es posible alcanzar acuerdos entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur.

Prácticamente ninguno de sus compañeros de mesa –además de Peña Nieto, los presidentes Juan Manuel Santos, de Colombia, y Ollanta Humala, de Perú– secundó públicamente la propuesta.

Al concluir su mensaje, el Ejecutivo mexicano puntualizó: no estamos cerrados, estamos abiertos; hay propuestas para que eventualmente, en un futuro cercano, otros países puedan ser miembros de la Alianza del Pacífico a partir de los principios que compartimos.

Porque en la perspectiva de la mandataria chilena, conviven en América Latina distintos modelos económicos y de apertura al mundo con variadas iniciativas de integración. Es una realidad que debemos aceptar.

Eliminación de antipáticas visas

Las expresiones de ellos se centraron en los logros obtenidos en los tres años de existencia de la alianza, como libre comercio, educación (mediante becas y permisos de trabajo temporales), eliminación de las antipáticas visas –como las definió Santos–, apoyo a los emprendedores y formalización para el ingreso de la Bolsa Mexicana de Valores al Mercado Integrado Latinoamericano.

La Alianza del Pacífico sigue viento en popa, resumió Santos en el mensaje a los medios de comunicación dirigido por los cuatro, en el que no se permitieron preguntas. Y fue más lejos en su retórica persuasiva sobre las bondades de ese mecanismo: pasa como con las personas cuando se enamoran, que cada vez que se ven se admiran más, se quieren más. Eso es lo que está pasando entre los miembros de la alianza.

Entre recurrentes alusiones futbolísticas, debido a la participación en Brasil 2014 de las selecciones de tres de los cuatro países del organismo, los presidentes admitieron no tener todavía las respectivas autorizaciones de sus congresos para poner en marcha el tratado de libre comercio suscrito entre ellos.

Momentos antes del cierre de la cumbre, los mandatarios se habían reunido a puerta cerrada con el consejo empresarial del organismo, al cual dedicaron comentarios elogiosos.

Hemos recibido (de los empresarios) una serie de materiales que se requiere ir resolviendo de manera coordinada para avanzar a pasos rápidos, dijo Bachelet. Se está demostrando la voluntad política de los jefes de Estado, pero también el esfuerzo del sector privado, que trabaja con mucho entusiasmo, responsabilidad y profesionalismo, aplaudió Ollanta Humala.

En general, y como presidente pro tempore de la alianza, el Ejecutivo mexicano resaltó que el entorno económico internacional de desaceleración debe conminarnos a hacer esfuerzos propios para dinamizar nuestras economías.

Hizo hincapié en los procesos de cambios estructurales –unos más avanzados que otros– impulsados en las cuatro naciones, y ubicó la alianza como un mecanismo muy práctico, que realmente genera oportunidades de crecimiento y de desarrollo económico y social para nuestras sociedades.

Y Bachelet, quien también había propuesto introducir a la agenda de este mecanismo temas como minería, perspectiva de género y turismo, entre otros, no quitó el dedo del rengón: la alianza y el Mercosur pueden acordar. Y para ello, ya convocó a ministros de ambos grupos a una reunión en su país, porque la idea, insistió, es unir las dos riberas del Pacífico.