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Sonora Degradación de la pesca Berenice Morales Aguilar y Silvia Yee Los cucapá han habitado la región del bajo delta del Río Colorado aproximadamente desde el año 1000 aC. Hoy los principales asentamientos cucapá están en Somerton –próximo a Yuma, Arizona–; en El Mayor, Baja California, y en Pozas de Arvizu, Sonora. Los cucapá contemporáneos se dedican a la pesca artesanal comercial, a la producción de artesanías y a trabajar en el sector de servicios en los campamentos turísticos de la región. También venden su mano de obra para la agroindustria, la reparación de caminos o la maquila.
Desde épocas ancestrales, los cucapá han utilizado los cauces y humedales que cruzaban el delta del Río Colorado, sobre todo en su principal afluente en el noroeste de México: el Río Hardy. Con la construcción de la presa Hoover hacia la década de 1930, se redujo el flujo del agua del Río Colorado, lo cual afectó no sólo la pesca cucapá, sino todo el ecosistema del delta. Sumado a ello, los volúmenes de agua dulce que llegaban a los ríos y humedales del Alto Golfo de California en México fueron disminuidos tras la firma del Tratado de Distribución de Aguas Internacionales entre México y Estados Unidos, en 1944. La sequía se dejó sentir entre 1964 y 1981; sin embargo, en 1983 la hoy extinta Laguna Salada, a espaldas de la Sierra Cucapá, fue rellenada con excedentes de agua en las presas norteamericanas. En la Salada, los cucapá desarrollaron intensamente la pesca ribereña de lisa, mojarra, robalo, lobina, bagre, carpa y camarón. Esta etapa es recordada por los pescadores como la de mayor productividad en las actividades pesqueras del bajo delta. La bonanza terminó al desaparecer la Salada, a fines de la década de 1980. Los cucapá que decidieron continuar con la pesca de lisa y mojarra tuvieron que hacerlo en las cercanías de los campos turísticos que se encuentran a lo largo del Río Hardy. Hoy en día algunos cucapá siguen pescando en el bajo río durante todo el año; no obstante, esta actividad también se ha visto afectada por la planta de tratamiento de aguas residuales Las Arenitas, que fue construida en 2006: “Estas aguas llegan al río y contaminan nuestro pescado, aunque las autoridades nos lo nieguen”. Hacia 1992, la curvina golfina (Cynoscion othonopterus), especie endémica que se consideraba extinta, regresó a reproducirse a la zona del delta. Al reactivarse la pesquería, algunos cucapá se incorporaron a la actividad, junto con otros pescadores mestizos de la región. La entrada de los indígenas a la curvina coincidió con el establecimiento de la Reserva de la Biosfera del Alto Golfo de California y delta del Río Colorado en 1993, cuya zona núcleo abarca parte del territorio cucapá. Desde que se expidió dicho decreto, han devenido innumerables problemas sociales, económicos y políticos en la región. Para muchos pescadores indígenas, la creación de la Reserva es el origen del llamado “conflicto cucapá”. La pesquería de curvina golfina se norma por medio de la veda temporal (desde 2005), la cuota anual de captura (establecida por primera vez para la temporada 2011-2012 y actualizada para las siguientes dos temporadas) y el permiso específico de curvina golfina (obligatorio desde 2013; en 2014 los permisos de curvina cucapá sumaban 109). La veda temporal prohíbe la extracción de curvina golfina del primero de mayo al 31 de agosto de cada año, dentro de los límites de la Reserva, mientras que la cuota anual determina una captura máxima por región y por unidad pesquera. Paralelo a ello, la Norma Oficial Mexicana NOM-063-2005, publicada en 2007, establece artes de pesca específicos para la captura, tallas mínimas y sitios de arribo permitidos. Esta norma prohíbe la pesca de curvina golfina dentro de la zona núcleo de la Reserva, reforzando así la restricción a cualquier actividad extractiva en dicha área definida en el programa de manejo de la Reserva. El establecimiento de la Reserva –igual que la veda y la cuota de captura- no tuvo un buen recibimiento por parte de los pescadores, quienes denuncian no haber sido consultados en la planeación de los acuerdos. Durante 20 años de lucha, los cucapá de la cooperativa Pueblo Indígena Cucapá Chapay Seisjhiurrar Cucapá han invocado ese derecho a la consulta establecido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y aún más, en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Además existe el estatus preferencial de los pueblos al acceso, uso y disfrute de los recursos pesqueros, así como del otorgamiento de concesiones y permisos de pesca, según reglamenta la Ley General de Pesca y Acuacultura Sustentables, publicada en 2007. El más reciente intento por atender el conflicto cucapá ocurrió el 20 de mayo de este año, cuando líderes cucapá se reunieron con representantes de las secretarías de Medio Ambiente (Semarnat) y de Agricultura (Sagarpa), así como de la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca), del Instituto Nacional de Pesca (Inapesca), de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) y de la Comisión para el Diálogo con los Pueblos Indígenas en la Ciudad de México. Se negoció la reorganización de la cuota de captura de curvina golfina a favor de los pescadores cucapá; la revisión de los tiempos de la veda, y la conformación de una mesa técnica para proponer los temas de la consulta, donde el establecimiento de la Reserva es el punto principal. El cumplimiento de estos acuerdos es sólo la punta del iceberg debido a que la pesca cucapá involucra dos cooperativas más enfocadas a esta actividad: la Juañak Jah Kajuath y El Mayor Cucapá. Su inclusión en las negociaciones representaría un diálogo de saberes más amplio. Oaxaca y Guerrero Soluciones locales en vez de trasvases Aurora Moctezuma y Catarina Illsley En Oaxaca y Guerrero se están sentando las bases para la gestión integral de cuencas por medio de obras locales con beneficios múltiples, cuyo costo es una fracción del costo de las megaobras que están actualmente absorbiendo los presupuestos públicos y sirviendo como estrategia para la privatización. En Oaxaca y sus valles centrales la contaminación y la falta de agua son un problema constante. Actualmente 50 pozos profundos y 40 mil pozos noria están extrayendo de aguas fósiles, contaminados con manganeso. Mientras tanto, se pierden cantidades significativas en fugas por el mal estado de la red hidráulica, y las lluvias y descargas de aguas negras se mezclan en los arroyos y ríos sin aprovechamiento. La Comisión Nacional del Agua (Conagua) y el gobierno del estado proponen resolver el problema del agua de Oaxaca con la construcción de la mega presa Paso Ancho, para enviar agua por un ducto de cien kilómetros vía bombeo a la capital, con un costo inicial de tres mil millones de pesos. Al acopiar 40 millones de metros cúbicos, esta mega obra causaría un desequilibrio tanto en la cuenca aportadora como en la receptora. El Colectivo de Organizaciones Ambientalistas de Oaxaca (COAO) exigió una consulta pública sobre este proyecto, y el 9 de abril de 2013 la obra fue clausurada por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente. El COAO propone la construcción de diez represas en cada uno de los cien municipios de la región, las cuales podrían captar 20 millones de metros cúbicos en cada lluvia caudalosa. Se generaría agua limpia, se recuperaría la humedad superficial, se restauraría la flora y fauna nativa, y se recargaría los acuíferos. Con una lógica similar, en la Montaña y Centro de Guerrero, el proyecto Agua Compartida para Todos es impulsado por una treintena de comunidades asesoradas por el Grupo de Estudios Ambientales y Sociales, AC (GEA), que buscan proteger y recuperar manantiales y garantizar acceso a agua y baños dignos en las escuelas y hogares, a partir de planes consensados por comunidad. Acompaña la toma de decisiones a favor de la distribución equitativa del agua, y asesora procesos intercomunitarios para resolver problemas de contaminación. Las comunidades cuentan con formas propias de organización, donde la máxima autoridad y el espacio de toma de decisiones es la asamblea ejidal o, en algunos casos, la asamblea de ciudadanos. Desde ahí se regulan, por medio de acuerdos y normas, el acceso, el uso y la distribución de los recursos naturales incluida el agua. El abasto de agua y el cuidado de las fuentes se gestiona de diversas maneras: en la mayoría de los casos, la asamblea nombra a un comité de agua, de carácter rotativo, o se forma un comité por cada manantial aprovechado. Cada comité está encargado de la instalación y el mantenimiento de las mangueras que conducen el agua, así como de recabar y administrar fondos. Entre la asamblea y los comités deciden la cantidad de agua a repartir a cada familia e instancia que la requiera, como son las escuelas. La dotación se ajusta a la disponibilidad en cada microcuenca. Se deciden las pequeñas obras a priorizar y así se ha podido recuperar manantiales; separar agua de uso humano y animal, establecer huertos con base en manantiales nuevos o recuperados, trabajar para la conservación de bosques en zonas de recarga, etcétera. En las comunidades con zona de riego, existe el comité de riego y un juez de agua, que distribuyen el agua entre los regantes. Los mayordomos se encargan de las fiestas de petición de lluvia, agradecimiento de cosechas y otros rituales. Promueven el trabajo colectivo para alcanzar estrategias de ayuda mutua, de tal modo que en una comunidad de dos mil habitantes GEA contabilizó 60 voluntarios en torno al agua, su abasto, distribución, riego y rituales. Estas prácticas comunitarias son un ejemplo de cómo la solución a los problemas hídricos a nivel local y en el conjunto de las cuencas del país puede potenciarse con pequeñas soluciones autogestivas “de abajo” que incorporen el saber y el trabajo comunitarios.
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