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Entrevista con Brenda Rodríguez Irracionalidad y falta de equidad en
Al igual que ocurre en el resto del planeta, el modelo de gestión del agua en México resulta irracional: está orientado sobre todo por intereses económicos más que por los ambientales, socio-económicos y o productivos, y una evidencia clara de esto es que aun cuando el sur de la República es relativamente rico en disponibilidad de agua, la mayor proporción de la población, de la producción y por supuesto de la generación del Producto Interno Bruto está presente en la parte norte, del centro del país hacia arriba, región que implica grandes extensiones áridas y otras semiáridas. De esta manera, como país estamos sobreexplotando los mantos acuíferos del norte y centro, a fin de soportar las actividades industriales y el consumo humano del agua en esas regiones y estamos propiciando una crisis hídrica, afirma Brenda Rodríguez, miembro de la asociación civil Mujer y Medio Ambiente. En entrevista radiofónica con Francia Gutiérrez, conductora del programa Palabra Campesina, el CONOC Informa (IMER, 1 de abril de 2014), Brenda Rodríguez señala que otra evidencia de la irracionalidad en el uso del agua está dada por la Ciudad de México. Para satisfacer el consumo de los nueve millones de habitantes de esta metrópoli, así como de los 20 millones de población flotante, “traemos aguas de otras cuencas, y no arribamos a tecnologías más sustentables que en otras zonas del país si tienen”. Brenda Rodríguez habla también de otras formas inadecuadas del manejo del agua, las cuales implican además falta de equidad social. Éstas se observan en el medio rural; explica que el 75 por ciento del agua dulce disponible en el país se utiliza en la actividad agrícola y pecuaria, pero está concentrada en las zonas donde hay infraestructura de riego (norte y centro). “Allí están las grandes organizaciones, donde están los empresarios; tienen el servicio cubierto y todo lo que les permite producir alimentos”, y esa infraestructura en buena parte está en malas condiciones: un 30 por ciento del agua se desperdicia en fugas y evaporación. Mientras, muchos productores de pequeña escala, campesinas y campesinos, no acceden de la misma manera al agua, gran parte de su producción alimentaria depende del temporal y se ven altamente expuestos a los fenómenos del cambio climático. “Y no estamos hablando sólo de sequía, sino también de lluvias torrenciales o inundaciones, que propician pérdidas en el campo, y aún más, problemas severos de autoabasto, lo cual merma un derecho fundamental que es el derecho a la alimentación”. Por otro lado, dice la entrevistada, en el medio rural campesino e indígena, “tenemos un tejido social muy fuerte, muy cimentado; la forma en que culturalmente se relacionan con el agua es opuesta a la de los mestizos y los urbanos. Observamos allí la existencia de comités comunitarios del agua donde las y los compañeros de las comunidades buscan auto gestionarse –y esto no quiere decir que se exima de responsabilidad el Estado. “Ello nos anima pues muchas comunidades –y organizaciones de la sociedad civil que las acompañan en procesos que tienen que ver con el agua, con el medio ambiente o con el derecho a la alimentación– están haciendo cada vez más captación de agua de lluvia y almacenamiento para uso doméstico”, lo cual implica no sólo el consumo humano directo, sino para el riego de traspatios. Por el rol que juegan –de responsabilidad de la alimentación familiar, del conjunto de trabajos domésticos, del cuidado de los animales–, las mujeres usan el agua para los traspatios y eso abonará a una alimentación de mejor calidad para sus familias y en cierto momento quizá para comercializar parte de su producción. Por estos roles que se les han asignado socialmente, las mujeres son las responsables de ir al manantial, a la llave, para traer agua a sus hogares y satisfacer sus necesidades. Y por ello mismo son las primeras que perciben los problemas del agua y también las que han ido desarrollando algunas estrategias para mejorar la calidad del agua o le han entrado a proyectos organizativos donde hay que tener captación de agua de lluvia, señala Brenda Rodríguez y concluye: “Aquí hay un grave problema en la cuestión de la tenencia de la tierra agrícola; alrededor de 30 por ciento está en manos de mujeres, pero no todas tienen papeles que lo acrediten. Así, cuando no tienen el ‘papelito habla’, pues resulta que no pueden acceder a proyectos productivos, ya sea para alimentación o para ecoturismo o huertos sustentables, etcétera, una serie de proyectos que pueden ser ambientales, y tampoco tienen acceso a decidir sobre los cuerpos de agua que están en esas tierras. Por lo tanto, hablamos que en este contexto tan complejo que tenemos de desigualdad en el campo, por supuesto que las mujeres sí enfrentan un mayor rezago”. Para establecer comunicación con la Asociación Mujer y Medio Ambiente,
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