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En el Palacio de Bellas Artes le rinden homenaje en su centenario

Celebran la originalidad, el humor y el amor en la obra de Efraín Huerta

Tres actores, un poeta, un narrador y periodista y un músico realizan lecturas dramatizadas a ritmo de hip hop

El personaje merece ser celebrado de manera unitaria, dice Tovar y de Teresa

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Aspecto del homenaje a Efraín Huerta (1914-1982), por su centenario, en el máximo recinto cultural del país. Entre los asistentes, María Cristina García Cepeda y Rafael Tovar y de Teresa, en primera filaFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Viernes 20 de junio de 2014, p. a13

Todo cabe en la poesía de Efraín Huerta (1914-1982) sabiéndola apreciar: el humor y el desenfado, lo sutil y la reflexión, lo pícaro y la crítica social, y hasta un poco de historia patria.

Así se constató en el homenaje que se rindió al poeta la noche del miércoles en el Palacio de Bellas Artes, justo en el día de su centésimo cumpleaños.

Tres actores, un poeta, un narrador y periodista, y un músico hicieron tangible en palabra y sonidos ejemplos de la álgida y generosa obra de este autor, mediante lecturas dramatizadas y hasta un poco de hip hop.

El homenaje fue organizado por el Consejo  Nacional para la Cultura y las Artes, el Instituto Nacional de Bellas Artes y la Secretaría de Cultura de la ciudad de México, colaboración que fue reconocida en el propio acto por el titular de la primera instancia, Rafael Tovar y de Teresa, quien sostuvo que una figura como Huerta merece ser celebrada de manera unitaria, no dividida ni fragmentada.

El funcionario federal fue breve en su intervención, durante la que definió a la de este creador como una obra de maravillosa palabra, llena de originalidad, humor, amor, amor por la ciudad de México y en la que se hace patente la crítica ante la injusticia.

Poesía de largo aliento

Los primeros actores Marta Verduzco y Carlos Bracho, así como su colega Selma Beraud, dieron aire fresco e intenso a poemas de largo aliento, como Canto al petróleo mexicano y Tajín, así como una serie de los chispeantes y ocurrentes poemínimos, tan propios e identificables con Efraín Huerta.

El poeta Hernán Bravo Varela hizo lo propio con el último poema de intenso aliento escrito por El Gran Cocodrilo, como se conocía a Huerta, titulado Amor: patria mía, de 1980, una suerte de recorrido histórico por el México independiente.

David Huerta, hijo del autor de Los hombres del alba, fue el otro poeta de la velada, y al lado del narrador y periodista Benito Taibo se encargó de moderar la mesa, en la que ambos evocaron algunas consideraciones que el homenajeado tenía sobre la poesía y los poetas. La parte musical estuvo a cargo de Jerónimo Gorráez Belmar, quien llevó a los terrenos del hip hop algunos de los versos que Efraín Huerta plasmó en Declaración de amor y Declaración de odio.

Fue una velada grata y entrañable, atestiguada por Eugenia y Andrea Huerta, hijas del homenajeado, en la que la atmósfera ingeniosa y humorística corrió de la mano, precisamente, de los poemínimos, como Todas las mujeres que amo están casadas, hasta la mía; Hombre pervertido vale por dos; Pues sí, hablando se enciende la gente, y Estoy listo para retirarme a la vida pública.

De acuerdo con David Huerta, su padre sostenía que el verdadero poeta vive intensamente su vida y la de los demás, y puede amar a una mujer con la misma fuerza que a su pueblo.

Es, agregó, un ciudadano común y corriente, que con cierta frecuencia utiliza un arma letal que puede disparar tremendos poemas de amor, pero que también se convierte en soldado, un ángel vengador, cuando de defender se trata nuestro orgulloso pasado, ante las injusticias de nuestro espantoso presente y el mundo enloquecido.

Reírse de sí mismo

Por su parte, Benito Taibo citó una semblanza que el propio Efraín Huerta hizo sobre su persona, en la que describe que, en sus años mozos, en mi patria chica, el Bajío, aspiré a ser torero, luego fui vendedor de periódicos, campanero de una iglesia de mi barrio, aprendí tipografía, grité en la lotería local, quise ser corredor de carreras de medio fondo y llegué a ser un buen futbolista.

Y fue así, agregó el narrador, como éste, con el paso del tiempo, se convirtió en uno de los grandes poetas del país, poseedor de un don muy raro entre los poetas mexicanos: el humor.

“Se reía, y de tanto reírse podía incluso hacerlo de sí mismo, y para muestra basta un poemínimo, llamado Ay, poeta, en el que dice que le complace ‘enormísimamente ser un buen poeta de segunda, de tercera’”.