l futbol, el deporte más popular del mundo, debería copiar lo bueno de otras actividades deportivas.

El Mundial de Brasil 2014 pasará a la historia futbolística por ser el primero en utilizar la tecnología para determinar la validez de un gol. El uso del Ojo de Halcón, o de otro sistema similar, era necesario ante la polémica generada por los goles fantasmas.

Joel Valladares, el veterano arquero hondureño, será recordado no sólo por autoanotarse, sino porque estuvo involucrado en ese parcial de 2-0 de Francia sobre Honduras que marcará un antes y un después en las copas.

Pero esa tecnología no es suficiente. En la cancha el juego ha evolucionado a gran velocidad. Observar partidos de mundiales en blanco y negro, o en borrosos colores, es como si fueran en cámara lenta. De la misma manera deberían evolucionar las reglas e incorporar más recursos tecnológicos en el balompié.

Los anquilosados fifos podrían copiar a la NFL y permitir que los entrenadores lanzaran un pañuelo para pedir la revisión de una jugada. Si se concede a los técnicos inconformarse dos veces por partido, el Piojo Herrera hubiera protestado las dos acciones de Giovani dos Santos, por ejemplo.

Revisar una jugada no llevaría más de un par de minutos, tiempo menor del que los jugadores ocupan para fingir que están lesionados, cobrar un tiro libre o un penal y en un conato de bronca.

Este domingo se presentó otro de los grandes candidatos al título. Dirán los argentinos que sólo anotaron un gol y aún así ganaron, pero lo destacado de su triunfo gris fue la aparición de Lionel Messi, quien al gritar su golazo pareció descargar la presión de cargar las ilusiones de todo un país.

Ayer se vivió lo impensable: que el mítico Maracaná fue sucursal del Monumental bonaerense con gritos de Maradona es más grande que Pelé, en un Mundial con buen futbol y una media de más de tres goles por partido, para alegría de los fanáticos que sólo buscan la magia de este deporte, más allá de las playeras.

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