a historia se repite en circular delirio titiritero. Ayer se iniciaron las hostilidades en moderno retablo quijotesco representado en el llamado campeonato mundial de futbol.
Millones de televidentes movidos por hilos invisibles y la voz de los modernos Pedros
: comentaristas de las pantallas electrónicas lo que acontecía a los ojos de los telespectadores.
Nuevamente infiltradas por la invasión de estímulos externos millones en el mundo hipnóticamente contemplaremos los juegos mundialistas, temerosos de ser excluidos. El mundo interno amenaza desaparecer.
Cuenta la fábula cervantina del encuentro de don Quijote con el maese Pedro y su retablo. Asisten entonces el lector y protagonista a una escenificación dramática.
Los títeres movidos por hilos y la voz del maese Pedro, que va explicando de manera prolija y torpe lo que acontece ante los ojos del espectador: pretende recrear la leyenda de Melisandra, cautiva de los moros, y su marido Gaiferos, que finalmente acude y pretende sacarla de su cautiverio en aparentemente arriesgada aventura.
La acción dramática se ve interrumpida una y otra vez en un complejo movimiento de vaivén, en una lanzadera de acciones y discursos en los que interviene, de manera cada vez más violenta, don Quijote, quien reclama, en forma airada, la falta de veracidad en la narración y en los efectos sonoros.
Presa del enojo ante el engaño, arremete contra el retablo. Parece indignarle que pretendan nublar su razón con un grosero espejismo representado por títeres movidos por hilos misteriosos, manipulados por individuos de dudosa reputación (pícaros y cínicos) que ocultándose tras bambalinas
sólo se sabe de ellos por los matices ominosos que le imprimen marionetas.
El retablo
parece ilustrar el afán cervantino de delatar el recurso de explotar la irracionalidad con fines ocultos, empujando a los sujetos como marionetas a los márgenes de la conciencia, donde aparecen la hostilidad, el miedo y el odio reprimidos.
Cabe aquí recordar las palabras de Mallarmé cuando dice: no hay que nombrar a las cosas, no hay que señalarlas simplemente y decir esto es un vaso, esto es un papel, aquello es luz, esto es un rostro. Hay que sugerirlas, hay que hacerlas sospechar. Cuando uno hace que las cosas estén presentes por ausencia, es cuando las cosas están
.
Las palabras para no decir parecen ser simples, no se refieren a ningún significado y tienen que aceptarse y valorarse sólo en esos términos. Como vivimos hoy día resignificadas las aventuras del Quijote por el mundial, y nuevos ingenuos fanáticos
que vitorearemos al ganador. Venga, ¡viva el que gane!