El rentismo y la construcción de una sociedad muy desigual
Joseph Stiglitz titula así el capítulo 2 de su libro El precio de la desigualdad
a desigualdad en Estados Unidos no es algo que simplemente ocurrió. Fue creada. Las fuerzas del mercado intervinieron en ello, pero no estuvieron solas. En un sentido ello debería ser obvio: las leyes económicas son universales, pero nuestra creciente desigualdad –especialmente los montos apropiados por el uno por ciento más rico– es un logro distintivamente estadunidense”. Así comienza Joseph Stiglitz (JS) el capítulo que hoy comento. Retomo así el tema de la desigualdad que comencé en las entregas del 16 y 23 de mayo. JS agrega que el grado de desigualdad inusual que se vive hoy en Estados Unidos no está predestinado, pero es muy probable que siga aumentando pues los factores que la explican se auto-refuerzan. La tesis que sostiene en el capítulo es que si bien las fuerzas del mercado ayudan a conformar el nivel de desigualdad alcanzado, las políticas gubernamentales conforman dichas fuerzas, de tal manera que una buena parte de la desigualdad hoy existente es un resultado de la política gubernamental
(p.35, The Price of Inequality, W.W. Norton, Nueva York, 2013). No es sólo inusual el nivel de desigualdad alcanzado en Estados Unidos (el más alto entre todos los países desarrollados) sino también el aumento de la desigualdad durante la crisis actual, en la que la participación de los salarios en el ingreso nacional ha seguido cayendo.
Aunque para explicar la desigualdad JS parte de la teoría económica ortodoxa, va añadiendo las razones por las que ésta falla y, sobre todo, va poniendo el acento en las políticas públicas. Sostiene que la desigualdad resulta en similar medida de las fuerzas políticas y de las económicas, ya que en una economía moderna el gobierno establece las reglas del juego, como en qué consiste la competencia legal, qué está prohibido. Además, entrega recursos y mediante los impuestos y el gasto público modifica la distribución del ingreso resultante del mercado. También puede modificar la distribución de la riqueza mediante impuestos a las herencias y proveyendo educación gratuita, con lo cual el gobierno puede afectar el grado en el que la educación y la riqueza de un individuo dependen de las de sus padres
, que son los principales determinantes de su ingreso. Mientras políticas impositivas y de gasto progresivas (que cobran más impuestos a los ricos que a los pobres y proveen buenos sistemas de protección social) pueden limitar el grado de desigualdad, los programas que entregan los recursos del país a los ricos y con buenas conexiones, pueden aumentarlo (p.39). Señala con agudeza:
“Nuestro sistema político ha venido operando cada vez más de maneras que aumentan la desigualdad de resultados y reducen la igualdad de oportunidades. Tenemos un sistema político que otorga un poder extraordinario a quienes están hasta arriba, y éstos han usado ese poder no sólo para limitar el grado de redistribución, sino también para moldear las reglas del juego en su favor y extraer del público lo que sólo pueden llamarse grandes ‘regalos’. A estas actividades los economistas les llaman rentistas (rent-seeking): la obtención de un ingreso no como recompensa a la creación de riqueza sino al apoderamiento de una porción mayor de la riqueza... Los de hasta arriba han aprendido cómo succionar dinero de los demás sin que éstos se den cuenta. Ésta es su verdadera innovación”. (pp.39-40)
Buena parte de la riqueza de los de hasta arriba se deriva, entonces, de transferencias de riqueza y no de su creación, concluye JS. Aunque nuestro autor es crítico de algunos aspectos del capitalismo, y sus críticas a las políticas públicas son muy agudas, su postura es bastante ortodoxa. Cree que si las fallas del mercado (sobre todo en el sector financiero) las corrige adecuadamente el gobierno para que los beneficios privados y los sociales coincidan, la economía y la gente prosperarán como ocurrió en las cuatro décadas después de la Segunda Guerra Mundial. Atribuye la crisis actual a la desregulación financiera iniciada en los años ochenta lo que, su vez, asocia al músculo político puesto en juego por el sector financiero para que sus beneficios privados fuesen mucho más altos que su contribución social. Stiglitz señala que el sector financiero se ha vuelto experto en una amplia gama de formas de rentismo: aprovechándose de la asimetría de información (por ejemplo, vendiendo valores diseñados para fallar, sin que los compradores lo sepan); adoptando riesgos excesivos a sabiendas que el gobierno los rescatará; obteniendo dinero de la Reserva Federal a muy bajas tasas de interés (ahora casi iguales a cero); y aprovechándose de los pobres y mal informados para otorgarles préstamos y tarjetas de crédito abusivas (pp.45-46).
Según JS en el juego complejo del capitalismo moderno, los ganadores tienen que tener algo más que una pequeña dosis de picardía
, pero que con frecuencia los ganadores poseen características menos admirables: la capacidad de eludir la ley, o de moldear la ley a su favor; la voluntad de aprovecharse de los demás, incluso de los pobres; y de jugar sucio cuando les sea necesario
. Además del rentismo, el sistema impositivo regresivo, en el cual los más ricos pagan tasas más bajas que los más pobres. El rentismo, dice JS, adopta muchas formas: transferencias y subsidios gubernamentales (abiertos o escondidos), leyes que hacen menos competitivo el mercado, aplicación laxa de las leyes de competencia, y estatutos que permiten a las corporaciones aprovecharse de otros o transferir costos al resto de la sociedad. Explica que en su origen el término renta se usó para describir los ingresos que recibía el dueño de la tierra en virtud de su propiedad y no por algo que hiciera, lo que contrasta con los salarios que son un pago por el esfuerzo realizado. También explica que el término se extendió a las sobreganancias de los monopolios y a otros ingresos derivados de la propiedad, por ejemplo de recursos naturales. En países ricos en recursos naturales la conducta rentista se vuelve endémica, como se ha vuelto ahora también en Estados Unidos, señala. Otra fuente de ingresos rentistas es la obtención de monopolios como los que otorgan las patentes. A pesar de las leyes antimonopolio en Estados Unidos, que a principios del siglo XX rompieron varios monopolios, ahora en Estados Unidos son muchos los sectores dominados por unas pocas empresas. Esto lo explica JS por: a) Un debilitamiento ideológico en el papel que el gobierno debiera tener en la lucha antimonopolio. Este debilitamiento se derivó de la fuerza de las ideas de la Escuela de Chicago que sostiene que todos los mercados son competitivos, incluso los monopólicos. B) En los nuevos sectores se presentan externalidades de redes (networks), en los cuales el usuario prefiere usar el mismo sistema operativo para poderse conectar con los demás. JS narra cómo Microsoft aplastó con prácticas poco limpias a Netscape, que introdujo el primer navegador para Internet. JS enumera otras formas en las que el gobierno puede otorgar rentas al sector privado. La más importante de ellas es otorgándole el derecho a extraer recursos naturales con un pago más bajo que el debido, como va ocurrir muy pronto con el petróleo en México.