Publicación de la historiadora Claudia Rocha
Indumentaria tradicional femenina de pueblo asentado en el oriente de San Luis Potosí
Lunes 9 de junio de 2014, p. a12
De cómo una prenda de vestir puede encerrar la sabiduría ancestral de una cultura. Sobre ello ahonda el libro Tejer el universo. El dhayemlaab, mapa cosmológico del pueblo teenek, de la historiadora del arte Claudia Rocha Valverde, presentado el sábado pasado en el Museo Nacional de Culturas Populares.
En este volumen, publicado por el Colegio de San Luis Potosí AC y la Secretaría de Cultura de esa entidad, se recoge una investigación de más de 10 años en la que dicha especialista demuestra que si bien los siglos han deslavado algunos significados (de las culturas originarias de lo que hoy es México), la memoria iconográfica es persistente
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Rocha Valverde centró su trabajo en la indumentaria tradicional femenina del pueblo teenek, asentado en la región Huasteca al oriente de San Luis Potosí.
En particular se interesó por una prenda con la que las mujeres cubren su torso, que en términos genéricos es conocido en diversas regiones de México por su nombre en náhuatl: quechquemitl y que en teenek se denomina dhayemlaab.
De acuerdo con la investigadora, al estudiar la vestimenta de origen mesoamericano se revela que no sólo se trata de un sistema indumentario creado para cubrirse o protegerse de los embates del ambiente sobre el cuerpo. También da cuenta de la significación que las prendas tienen en un medio sociocultural, ya que otorgan identidad individual y de grupo.
El que viste de cierta manera muestra que concibe el mundo de una forma particular, sobre todo en el caso de los pueblos indígenas como los teenek, entre otros, para quienes las acciones implicadas en el ciclo que constituye sembrar, cosechar, hilar, urdir, tejer, bordar y vestir tienen un valor simbólico
, según apunta en el mencionado volumen, el cual consta de dos tomos.
Dicho ciclo deviene códigos particulares que constituyen un lenguaje reconocible sólo entre los pertenecientes a un pueblo o a un grupo cultural
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Si se toma como referencia tal ciclo vital, agrega, puede pensarse que las vestimentas femeninas de la tradición mesoamericana son, de alguna forma, una metáfora del mundo en su dualidad de principio y fin.
Ello, explica, “equivale a la vida y la muerte, a la noche y el día, lo que está arriba, lo que está abajo y en el centro, en alusión a los rumbos cósmicos. Dicho de otro modo, ‘el cosmos es un vestido’, ya que todo parece interconectarse, y así cada elemento tiene sentido respecto de los otros”.
El dhayemlaab tiene forma de rombo. En su interior presenta una serie de figuras bordadas, las cuales –según la especialista– pueden pertenecer a distintos planos cosmológicos (si es que éstos representan al universo), ya que en él se encuentran cuerpos celestes como las estrellas; los que corresponden a la tierra son las plantas, las flores y las distintas clases de animales
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Existen, asimismo, otro tipo de representaciones alargadas expresadas en cenefas, elaboradas con elementos fitomorfos y geométricos, además de que hay cruciformes y grecas, entre otras.
“Los elementos mencionados y la ubicación de estos en el espacio del lienzo textil –sostiene– pueden constituir en sí mismos una forma de representación del universo”.
Claudia Rocha Valverde señala que Tejer el universo. El dhayemlaab, mapa cosmológico del pueblo teenek es la historia de una prenda sagrada que ha ido evolucionando desde hace siglos.
Es una evolución que no sólo ha ocurrido en su repertorio iconográfico, detalla, pues recientemente también “ha cambiado su uso en las ceremonias tradicionales que aún vinculan esa indumentaria con los ancestros, en particular con la Gran Madre Tierra (Pulik Miim T’sa baal), la cual igualmente se modifica al ceder su territorio sagrado al desarrollo urbano”.
Ejemplo de esos cambios, según la historiadora del arte, es que antes el dhayemlaab era un marcador de la condición conyugal de la mujer, mientras hoy día su uso es indistinto, al extremo que puede ser vestido por niñas.
La presentación de este ejemplar –cuyo primer tomo lleva por subtítulo Historia de una prenda sagrada y el segundo, Cosmografía sagrada– estuvo a cargo de los investigadores Ana Pérez Castro, Jesús Ruvalcaba y Guillermo Ahuja, así como de la autora.