Carlos Arruza XXIII
riunfos y ¡cárcel!
Ya nos hemos referido al año 1944, durante el cual nuestro amigo se remontó a las grandes alturas y si tuvimos que interrumpir el relato fue porque el tirano
vino, una vez más, a descomponerlo todo.
Que odioso es…
Bien, tras las apoteosis de Carlos en Madrid y en Logroño, volvieron a programarlo, ocho días más tarde, para este mismo coso y aquello fue ya la locura, por lo que su nombre y prestigio eran ya sinónimos de sensacionales faenas, así que le firmaron para torear ¡cuatro tardes seguidas! en la feria de Barcelona, donde volvió a refrendar la maestría y el poderío de sus quehaceres; de ahí a Córdoba, donde los aficionados lo esperaban con los brazos abiertos deseando que le diera un contundente repaso a Manolete ya que éste no había aceptado actuar ante sus paisanos, posiblemente por razones económicas, y por ello los cordobeses veían al manito
como su vengador.
Luz y sombra.
Cuando Carlos apareció por la puerta de cuadrillas, la ovación debe haber estremecido a todo el califato y de ahí, en resumidas cuentas, se lo llevaron al bote
.
¿Y eso?
De que calibre serían los dos petardos
que, fuertemente custodiado, tuvo que ser conducido a la comisaría y esto pasadas las 10 de la noche, porque los indignados aficionados lo menos que querían era lincharlo.
Con sobrada razón.
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Y de ahí, a Sevilla.
Todos los buenos aficionados, los que de verdad chanelan
de toros, bien saben lo difícil que es triunfar en ese coso que se considera es la cuna del toreo a pie y la catedral del verdadero arte de Cúchares
.
Y vaya recibimiento
…
Al llegar a la presidencia, se levantó un nutrido grupo de aficionados y le gritaron: eh, tú, que somos de Córdoba
, a lo que Carlos les contestó: pues vaya valor que tienen después de lo de ayer
y, en serio y broma, le respondieron: es verdad, vaya que se necesita valor
.
Esa tarde, la de su presentación en la Real Maestranza de Caballería, sus alternantes fueron Domingo Ortega y Alejandro Montani, siendo los toros de Guadalest.
Y hubo de todo.
En su primer enemigo estuvo bien, sin mayores alardes y en su segundo, bordó el toreo, pero al entrar por uvas, sufrió una severa cornada y de que calibre sería su faena, que le llevaron una oreja a la enfermería, galardón que en Sevilla reviste una gran importancia.
¿Y el veredicto?
Mucho escuché yo, desde mi juventud hasta la edad adulta, que la afición sevillana –casi todo Sevilla– es muy especial: conocedora a grado sumo, con un gusto muy especial para lo que es el verdadero arte del toreo y, además, con un apasionamiento incondicional para con ciertos toreros que va más allá del mero localismo y si se piensa que en esto peco de exageración, veamos si así es o no.
Curro Romero, sevillano por excelencia, nacido en Camas, ha pasado a la historia del toreo por brindar su sapiencia y su indiscutible arte a cuenta gotas, pero, eso sí, cuando lo da, aquello es la locura y cuando no es así, las excusas son tantas que hay que aceptar las que valgan la pena, si es que las hay.
Paco Camino, sevillano por los cuatro costados, ha pasado a la historia del toreo con el mote de El Niño Sabio de Camas y verdaderamente fue y es un sabio que desde muy pequeño mostró todo lo que lleva dentro y que sorprendió por su conjunción con el arte que conmueve y estremece.
Pues bien, Curro fue allá el non plus ultra
y todavía se habla y se escribe de él con desbordada pasión y, en cambio, su paisano es considerado un gran torero y nada más.
Así son allá.
Lógicamente, Carlos quería saber cómo lo juzgaban los críticos y los chipenes
y gran alegría le dio al leer los periódicos y saber que el veredicto había sido unánime.
Se escribió y se comentó que tenía la suficiente categoría para volver a ser programado para la feria de abril del año siguiente.
A ley ganado.
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Del 18 de julio al 28 de septiembre de 1944, Carlos Arruza sumó 44 corridas y fue en esa temporada que se remontó a la cumbre y en la que fue el amo y señor.
Así como suena.
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¿Qué escribir?
Únicamente que el tirano don espacio
, es verdaderamente sangrón.
No lo soporto.
(AAB) [email protected]