annes, 23 de mayo.
Esta vez, contra la costumbre de cerrar con películas flojitas –ya que mucha gente se ha marchado–, el festival de Cannes ha programado dos de sus películas más consistentes al final. Primero fue exhibida la francesa Sils Maria, que confirma el buen momento por el que atraviesa la filmografía de Olivier Assayas, cuyas anteriores Carlos (2010) y Après mai (2012) fueron sobresalientes.
Sobre un guión original suyo, el cineasta podría verse como una relaboración intelectual de La malvada (All About Eve, 1950) al describir la relación de una célebre actriz internacional, Maria Elders, (Juliette Binoche) y su asistente personal (Kristen Stewart) en lo que ambas ensayan el papel de una obra teatral, sobre una mujer mayor que es destruida por su relación con una joven. Habiendo interpretado el segundo papel para el cine, a Maria le preocupa estar ahora en la perspectiva opuesta. Para mayor complicación, el papel de la joven se le ha asignado a Jo-Ann Ellis (Chloe Grace Moretz), una especie de mezcla entre Jennifer Lawrence y Lindsay Lohan, cuya escandalosa vida privada no excluye el talento.
Gran parte de la película la concentra Assayas en los tensos intercambios entre María y su asistente en el pueblo suizo titular, aprovechando el contraste entre la siempre matizada actuación de Binoche y la habitual indiferencia de Stewart. Así, de manera inteligente, Sils Maria aborda lo que significa ser actriz hoy día, las consecuencias de la fama, la inmediatez de los medios, entre otros temas, y se permite algunas reflexiones incisivas sobre el quehacer cinematográfico actual, sin caer en el chiste malicioso a lo David Cronenberg.
Por su parte, la producción rusa Leviathan es el ambicioso cuatro largometraje de Andrei Zvyagintsev, un poderoso drama sobre un hombre (Alexey Serebryakov) que, enfrentado al sistema, acaba por perderlo todo (el título hace referencia al bíblico Libro de Job, así como al tratado de John Hobbes sobre la relación entre el individuo y el poder).
En esencia, la película narra los esfuerzos del protagonista por no perder el privilegiado terreno junto al mar donde ha vivido toda su vida, que un corrupto alcalde (Roman Maydanov) le quiere despojar amparado en las leyes. Ni la iglesia ortodoxa se salva de la postura indignada del cineasta, quien también realiza apuntes satíricos para denunciar el actual estado de las cosas. (Por ejemplo, unos policías alcoholizados utilizan retratos de antiguos jefes del Estado soviético para practicar tiro al blanco).
Filmada con esa grandeza formal que parecería exclusiva de ciertos realizadores rusos, Leviathan también se ha colocado entre las películas favoritas de los críticos para llevarse la Palma de Oro. Pero, como siempre, el jurado tendrá la última palabra. Y esta vez, todo puede suceder en un jurado con personalidades tan dispares, comenzando por Jane Campion, quien funge de presidenta y no da la impresión, por sus películas, de ser una persona sensata. Uno quisiera ser la proverbial mosca en la pared y atisbar cómo serán las discusiones entre Gael García Bernal, el realizador chino Jia Zhangke, la actriz/modelo Carole Bouquet y el actor Willem Dafoe, por mencionar sólo a la mitad de ese grupo tan variopinto.
Uno teme que los premios podrían ser un disparate. Reconocimientos a la canadiense Mommy, de Xavier Dolan; la japonesa Futatsume no mado, de Naomi Kawase, o la italiana Le meraviglie, de Alice Rohrwacher, que cuentan con muchos adeptos, causarían más de un coraje. Si bien la selección de este año no ha sido particularmente brillante, hay algunos títulos meritorios que sería una lástima fuesen ignorados.
Como se cumplieron 20 años del triunfo de Tiempos violentos (Pulp Fiction), no podía faltar Quentin Tarantino, quien vino a asomar sus enormes entradas, mentón y panza en compañía de la actriz Uma Thurman. La película será proyectada esta noche en la playa. Por cierto, hace también una veintena que el corto El héroe, del mexicano Carlos Carrera, ganó la Palma de Oro.
Twitter: @walyder