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Deshacer la cárcel: rehacer la justicia
L

a mala madre, la viuda negra y las pagadoras tomaron las paredes de la prisión. La historia de las mujeres del penal de Santa Martha Acatitla se presentó en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Pintar los muros. Deshacer la cárcel es una publicación digna de un lugar especial en galerías de arte y en todo sitio donde la expresión artística y la sensibilidad social estén presentes.

¿De qué trata el libro? En él se documenta que, en 2008, Marisa Belausteguigoitia –académica de la UNAM y en ese entonces directora del Programa Universitario de Estudios de Género– ingresó al penal armada de brochas, andamios, estudiantes de derecho, pedagogas y muralistas de la talla de Rafael Cauduro. Así comenzó el proyecto Mujeres en espiral: sistema de justicia, perspectiva de género y pedagogías de resistencia, con la participación de la UNAM, la CDHDF y el Inmujeres. El programa se conforma por tres áreas: la artístico-pedagógica, un seminario de investigación y la Clínica de Justicia y Género Marisela Escobedo.

¿Qué observamos en el libro? La potencia y belleza de los murales pintados por las internas bajo la dirección del muralista Polo Castellanos; sus trazos provenientes del alma y pensamientos que dieron nuevo rostro a la cárcel al pintarla de colores; la construcción de nuevas voces que rompieron las barreras de la prisión para gritar, desde el fondo de su ser, ¡aquí estamos! A través de sus murales leemos el relato de mujeres presas de la justicia y la injusticia, atadas por sus ideas y concepción de la vida, por los estereotipos que encierran y mutilan su existencia.

Como subrayó el doctor Carlos Pérez Vázquez, coordinador de Derechos Humanos y asesor de la presidencia de la SCJN, en México los murales han encontrado terreno fértil, así lo demuestra el tráiler del documental del proyecto: Nos pintamos solas, que rescata el testimonio de una interna: Es una cosa grande llenar los muros de colores, especialmente si son los muros de una prisión.

Las paredes tienen nombre, así como su propio tiempo y espacio: El grito; Fuerza, tiempo y esperanza; Caminos y formas de libertad, y Acción colectiva para la justicia.

En este último mural aparecemos, sin emerger, las y los impartidores de justicia. Es una representación de un sistema solar donde deambulan cuerpos con facciones fantasmales. Como el libro apunta: Espectros que transitan el sistema galáctico de la justicia en búsqueda de alguien que lea su expediente y que encuentre la salida. Las hojas de los expedientes vuelan sueltas, sin que nadie las mire, entre las ramas del bosque de la esperanza que une los cuatro murales y que nos remiten a los que el muralista Cauduro pintó en la SCJN, que en sus palabras guardan historias y almas en espera; de esta manera, explica Marisa, los jueces y las internas estamos unidos, somos protagonistas de una misma historia.

Al final del espacio sideral se encuentra la anhelada puerta, una pequeña fisura que se descubre entre la Constitución y el Código Penal. Es una puerta chiquita porque las internas no son tan ingenuas; la toma de muros y de la palabra las llevó a padecer la ley, a celebrarla; con este proyecto se espera que esa puerta se abra de par en par y transporte a esas mujeres alzadas ante los muros en el viaje espiral de la dignidad, la resistencia y la ley.

Los jueces debemos escuchar ese llamado; estamos obligados a atrapar cientos, miles de hojas de expedientes y a trabajar para que traspasen esa puerta. ¿Sabremos ver que la venda de la justicia no es sinónimo de imparcialidad, sino ceguera? Es tiempo de reflexión, de movilizar la ley y de quitarnos el vendaje para observar, con visión renovada, el verdadero sentido de la justicia, para lograrlo, las y los juzgadores nos pintamos solos.

*Magistrada federal y académica de la UNAM

El libro no se encuentra a la venta, sin embargo puede ser consultado y descargado gratuitamente en la página www.mujeresenespiral.com/bitacora