Conmoción necesaria
uando la pederastia clerical enfrenta testimonios con rostros y nombres de las víctimas, como ocurrió el pasado miércoles en San Luis Potosí, cuya sociedad se caracteriza por el apego a la doctrina cristiana, la sacudida remueve mucho más que las estructuras de la Iglesia y las civiles.
Bastó que dos personas dieran la cara (Humberto Abaroa y Gunnar Mebius Villa) y su testimonio sobre los abusos sexuales que padecieron, siendo adolescentes, a manos del cura Eduardo Córdova, para que tras ellos apareciera una larga lista de personas de la alta sociedad para manifestarles su apoyo vía desplegados y para exigir justicia.
La sacudida a la propia idiosincrasia potosina ha sido tal que no faltaron en esa lista aquellos que pasaron de ver en Córdova al cura digno de presidir sus ceremonias sacramentales a señalarlo prácticamente como reo de muerte.
El tránsito que ha tenido el caso, de las denuncias anónimas que revelaban un modus operandi a testimonios abiertos y concretos que se canalizan a la Procuraduría General de la República, tendrá su efecto en otras víctimas que, al sentir el respaldo de una mayor posibilidad de que se haga justicia, estarán más dispuestas a dar su testimonio.
Tal es el caso al menos de la familia de una víctima de la colonia popular El Paseo –donde Córdova Bautista fue párroco en el templo de la Anunciación–, que ya buscó a quienes presentaron las denuncias. La hebra tendrá que alcanzar las zonas donde Córdova Bautista operó, como el municipio de Mexquitic de Carmona, donde también fue párroco.
La posible avalancha de testimonios arrancó mientras el arzobispo potosino Carlos Cabrero viajaba a Roma a una reunión con el papa Francisco, lo que abre la expectativa de que al regresar anuncie una medida contundente que no sólo atienda la demanda local de justicia, sino contribuya a mostrar la postura del Vaticano sobre un problema que tanto ha mermado la credibilidad de la Iglesia católica.