partir de la publicación de mi artículo sobre los silencios y las complicidades de la academia y los colegios profesionales de científicos sociales en torno a las Expediciones Bowman en nuestro país, a través del llamado Proyecto México Indígena (La Jornada, 9/5/14), recibí un correo electrónico procedente de Honduras, en el que un profesor indígena me comunicó su preocupación ante lo que parecía ser otra investigación de geopiratería contrainsurgente estadunidense en las etnorregiones de esa república hermana.
La misiva contenía un documento en archivo adjunto en el que la Universidad de Kansas, en convenio con la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM) y el proyecto Indígena, convocaba públicamente a un concurso de trabajo, cuyos requisitos eran, además de ser estudiante de la UPNFM del primero y segundo año, pertenecer a cualquiera de los pueblos indígenas de Honduras y hablar la lengua respectiva, tener reconocido liderazgo en su comunidad y con un conocimiento básico de computación y de recolección de datos. Los interesados debían presentar sus documentos en la Facultad de Humanidades de esa universidad, entre el 24 y el 31 de octubre de 2013. Esto es, los investigadores estadunidenses requerían de asistentes-informantes-lingüistas-operadores en las comunidades indígenas para la recolección de información de una pesquisa ya en marcha, cuyos objetivos, propósitos y fuentes de financiamiento no se especifican en la convocatoria, ni mucho menos han sido consultados a los pueblos y a sus organizaciones: el modus operandi de las Expediciones Bowman.
Otro colega hondureño me comunicó algunos datos más que confirmaron los temores iniciales. Se trata de una investigación a nivel nacional, con el título, esta vez, de Municipios indígenas, uso de la tierra y conflictos
, tema recurrente de los geógrafos contrainsurgentes, y su objetivo es mapear digitalmente todas las comunidades indígenas. La composición del equipo directivo no deja lugar a dudas: a cargo de la investigación se encuentra Peter Herlihy, el mismo geógrafo cultural que coordinó el Proyecto México Indígena, dos geógrafos más cuyos nombres no son proporcionados (¿no será uno de ellos Jerome Dobson, quien acaba de recibir 3 millones de dólares para una investigación en América Central
?) y un antropólogo social, que no podía faltar en una Expedición Bowman. Herlihy es conocido en Honduras por haber trabajado para una agencia alemana de cooperación en los años 90 en la Moskitia y haber participado en la zonificación de la biosfera del río Plátano y –en opinión de nuestro colega– tiene mucha influencia entre las organizaciones indígenas de la Moskitia, en la medida que ya lo conocen y ha colaborado en el manejo de los recursos naturales
.
Lo que tal vez no es de dominio público en Honduras son las acusaciones fundadas que en México se han hecho al profesor Herlihy por estar financiado recurrentemente por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, específicamente por la Oficina de Estudios Militares Extranjeros (con sede en Kansas), llevar a cabo investigaciones consideradas geopiratería y practicar una geografía cultural con objetivos finalmente contrainsurgentes y de beneficio corporativo.
Las fuentes en Honduras señalan que ciertos dirigentes indígenas tawahkas y miskitos se manifiestan en favor del proyecto y que incluso algunos de ellos fueron invitados el año pasado a la Universidad de Kansas. El ofrecimiento de trabajo remunerado para estudiantes y profesores de la nación huésped
(término usado en los manuales de contrainsurgencia), así como la firma de convenios de colaboración con universidades locales, juegan su papel para el apoyo irrestricto de las intervenciones científicas
estadunidenses que encubren una amplia gama de intereses ocultos y que suelen ser muy discretas en cuanto a revelar sus fuentes de financiamiento. A su vez, las autoridades universitarias resultan por lo menos omisas en cuanto a un factor clave de todo intercambio interinstitucional de cooperación académica y científica
: “ follow the money”, aconsejaba Garganta Profunda a los periodistas que investigaban el Watergate affair: si la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, en México, y ahora la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, en Honduras, hubieran seguido la pista del dinero
, habrían llegado al Pentágono. La otra hipótesis es que estas autoridades estaban al tanto de los apoyos económicos de la Oficina de Estudios Militares Extranjeros y que, por razones pragmáticas o afinidades ideológicas, no tuvieron reparos en continuar manteniendo los intercambios científicos
con los geógrafos de la Universidad de Kansas. En esta dirección, resulta significativo que en un promocional de la Sociedad de Geógrafos Americanos (sic) sobre el Proyecto México Indígena como prototipo
de las Expediciones Bowman, se ostenten los logos de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la Universidad de Kansas, la Universidad de Carleton, Canadá, la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, junto al logo muy visible de la Foreign Military Studies Office del Departamento de Defensa de Estados Unidos. ¡Ver para creerlo! En todo caso, resulta explicable –en parte– que organizaciones garífunas que han estado denunciado a las Expediciones Bowman en su país me comuniquen que sus imputaciones fueron ampliamente ignoradas por las autoridades académicas y gubernamentales, así como por los medios de comunicación hondureños.
No es una casualidad que Honduras, país que ha sufrido un cruento golpe de Estado con el apoyo soterrado de Estados Unidos, con un importante movimiento ciudadano, indígena, negro y popular brutalmente reprimido, con una cauda de muertos, desaparecidos, presos y torturados, y con al menos ocho bases militares y en claves de inteligencia estadunidenses en su territorio, sea objeto de una Expedición Bowman. Recordemos que los geógrafos contrainsurgentes aparecen en momentos de plena movilización de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). Los pueblos de Honduras sabrán responder a este extractivismo académico imperialista.
Al compa Galeano, votan de la dignidad zapatista