Alfonso Durán, pintor
e entero de la partida física del espléndido artista Alfonso Durán Vázquez (Mérida, Yucatán, 1930-2014), a quien tuve el gusto de conocer, primero, por su imaginativa, ensoñadora y desbordada obra plástica, y, después, en algunos encuentros con amigos comunes, a través de charlas tan deliciosamente coloridas y versátiles como sus cuadros.
Hará unos siete años disfruté de una espléndida, sorprendente y alucinante muestra pictórica titulada De fantasías y ensoñaciones, expuesta en una galería del DF, y comprobé que se trataba de un explosivo despliegue de talento, matices, técnica e imaginación que nutrían la mirada y expandían el espíritu de quienes no han perdido su capacidad de asombro.
En una inolvidable comida, el maestro meridense y universal, cuya obra ya lo había hecho ciudadano del mundo y visitante distinguido de las principales ciudades, refería cómo se sentía orgulloso de su raro mestizaje, ya que fue amamantado –salvando así su vida– gracias a los oficios de una nodriza maya de Hunucmá, con unos frondosos y tersos pechos que jamás olvidaría.
Agregaba que había nacido en una familia de puros adultos y que su hermanita mayor murió antes de cumplir un año, pero su recuerdo, idealizado por los padres, se le convirtió en fantasma amedrentador al tiempo que era sobreprotegido, evitando que corriera peligros innecesarios, salvo ir durante las vacaciones a Progreso, donde descubrió las maravillas del mundo submarino, su flora y su fauna, y que desde temprana edad empezó a fantasear para no morirse de miedo ni de aburrimiento.
Recordaba que en París, a mediados de los 60, entregó siete cuadros a André François Petit, quien tenía la galería más importante de surrealismo y que éste le propuso comprarle lo que hiciera y promoverlo si se quedaba dos años más en aquella ciudad, pero ya tenía su boleto de regreso y no le quedaba un centavo. Si bien lo que más lo contrariaba era la increíble falta de estructura cultural y las mediocres políticas de promoción en su país.
Alfonso Durán fue también maestro extraordinario que dominó todas las técnicas, amigo de Carrington pero no de Varo, vetado en Bellas Artes pero reconocido en Francia, Inglaterra, Italia, Bélgica y Holanda, entre otros países; tímido y divertido a la vez, vivió bien de su pintura y lamentó el daño causado por las viejas alcatraceras
al arte y al mercado. Su importante obra bien merece más conocimiento y reconocimiento.