nrique Peña Nieto se siente en la plenitud de su poder. Ayer, acompañado de una figura ofensivamente contrapuesta a cualquier pretensión de modernidad, el multimillonario cacique cetemista Joaquín Gamboa Pascoe, en una ceremonia oficial de presunta celebración de luchas proletarias, en un México de desempleo creciente, sustituta economía informal en avance y estancamiento económico, el mexiquense optimista ha hecho saber que mucho confía en que el congreso aprobará las leyes reglamentarias de la reforma constitucional en materia energética y que con ello se generarán (entre otras cascadas de beneficios) múltiples empleos para los mexicanos que cada sexenio ven al inquilino en turno de Los Pinos erigirse en heraldo de prosperidades luego nunca alcanzadas.

Todo se acomoda (sólo) en las alturas a los deseos del nacido en Atlacomulco en julio de 1966: los dos principales partidos de oposición (PAN y PRD) siguen comiendo de su mano y uno por venir dividirá la votación de izquierda en 1985 y facilitará la consolidación priísta, el congreso continúa embebido en el reparto corsario de rebanadas de los pasteles puestos a su consideración, los movimientos sociales insisten (sólo) en las rutinas de la marcha, la pancarta y la consigna coral (ayer tocó turno a la rememoración de lo laboral), los organismos autónomos están cada vez más acotados y bajo control oficial (del Ifai se comentará líneas más adelante), y la imposición de decisiones cupulares, incluso la siembra de preceptos legales que permitirán la toma de decisiones represivas bajo criterios absolutamente discrecionales por parte de las autoridades, fluye sin contratiempos gracias al manejo apabullante de la gran mayoría de los medios de comunicación y del desgano cívico que los líderes, los partidos y los movimientos pretenden adjudicar a los ciudadanos en sí y no a la mala conducción, la falta de autocrítica y la fallida recurrencia a los mismos métodos por parte de esas directivas oposicionistas calcificadas.

No todos la pasan o dicen pasarla bomba. El sedicente gobernador de Michoacán, Fausto Vallejo, groseramente desplazado por el enviado plenipotenciario de Los Pinos, el comisionado Alfredo Castillo, que es quien de verdad ejerce el poder en esa entidad ardiente, hubo de ponerse a resguardo de sindicalistas que le reprochaban haber ordenado la declaración de inexistencia de una huelga en demanda de aumentos salariales decorosos. Volaron monedas, objetos de plástico, y papeles y cartón comprimidos para darles viabilidad aérea. A Vallejo lo protegieron sus acompañantes y custodios.   

El Día del Trabajo también permitió en Veracruz el desahogo de protestas contra la impugnada administración de Javier Duarte de Ochoa (en esta semana se cumplieron, por ejemplo, dos años del asesinato de quien fue corresponsal de La Jornada y de Proceso, Regina Martínez). Entre otros, grupos magisteriales inconformes con la reforma educativa se manifestaron con tal enjundia que algunos políticos oficiales prefirieron dejar sus lugares para ahorrarse malos ratos.

La fuerza magisterial opositora está de vuelta y anuncia que considera el regreso al Zócalo (aunque por ahora seguirá una representación simbólica en el Monumento a la Revolución) para continuar con las manifestaciones de protesta que hasta ahora han sido las más vigorosas de la etapa peñista y las únicas que han logrado detener o entrampar uno de los procesos del rediseño sexenal, con todo y reforma constitucional y leyes secundarias. Ayer, en la ciudad de México, las secciones sindicales pertenecientes a la CNTE formaron parte importante de la corriente de sindicalismo y organizaciones sociales que marchó por diversas calles citadinas.

Convenientemente, la información relacionada con esta jornada nacional de protesta se centró en episodios de dudosa confección. En el Distrito Federal, la reaparición beligerante de grupos de jóvenes con el rostro cubierto que de manera parecida a lo sucedido el inaugural #1DMX de 2012 (aunque en menor escala) rompieron vidrios, hicieron pintas y causaron daños que de manera inmediata provocaron el rechazo tanto de ciudadanos que con autenticidad repudian la violencia política como de voceros extraoficiales para los cuales esos exabruptos grupales constituyen parque ideal para disparos mediáticos contra la oposición y las protestas en general. En Oaxaca hubo una escena más escandalosa, pues jóvenes encapuchados prendieron fuego a una bandera nacional, lo que desató reacciones de nacionalismo simbólico y exigencias de mano dura (hasta de paredones se llegó a hablar en redes sociales) contra esos traidores a la patria.

Pero en las alturas peñistas todo es contento. Las 10 preguntas tan cuaronas fueron pasadas por el arco de la demagogia, pues altos funcionarios federales repitieron las fórmulas propagandísticas del optimismo a granel en lugar de contestar con precisión, seriedad y compromiso a lo preguntado por el cineasta oscarino. Y ya con eso se da por cumplido el compromiso y sanseacabó. Prueba ¿superada? En otra buena noticia para Los Pinos, en oscurecidas negociaciones de última hora respecto a la integración del organismo autónomo de transparencia, el Ifai, pudo ser incorporada una cuña mexiquense (como ha sucedido en todas las secretarías y direcciones de paraestatales, donde hay en niveles claves alguien perteneciente a las cuadrillas formadas en Toluca), ni más ni menos que quien fue presidente del Instituto de Información del Estado de México mientras EPN gobernaba la entidad, Eugenio Monterrey Chepov. Con esa cesión al interés del gobierno federal, el Ifai confirma en su nueva integración la preferencia de lo partidista y faccioso por encima de los méritos profesionales en sí.

Y, mientras casi 300 migrantes centroamericanos fueron detenidos en Tabasco, entre agresiones y violaciones a los derechos humanos por policías federales (no sólo contra esos viajeros, sino también contra sus defensores, civiles y religiosos), para regresarlos a sus países, ¡feliz fin de semana, con Obediencia perfecta en cartelera!

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