stá dándose un proceso en uno de los países de nuestra América que, al menos en México, parece estar pasando desapercibido: la petición que Barack H. Obama, el presidente de la nación más poderosa, la que generalmente impone sus decisiones y defiende sus intereses con soberbia y fuerza, ha hecho, de tú a tú, a José Mujica, mandatario de la República Oriental del Uruguay, una de las naciones más pequeñas territorialmente, una, también, donde mayor vigencia tiene el estado de derecho y donde son más efectivos el respeto y el ejercicio de los derechos de la gente.
Hace unas semanas el presidente estadunidense solicitó al mandatario de Uruguay que recibiera en su país a cinco o siete personas que serán excarcelados de la prisión colonial de Guantánamo, a lo que José Mujica respondió afirmativamente, planteando a su homólogo, como gesto de reciprocidad, que el gobierno de su nación liberara a tres ciudadanos cubanos, detenidos y presos en Estados Unidos acusados de supuestos actos de espionaje: Antonio Guerrero (su liberación está prevista para septiembre de 2017), Ramón Labanino (quien podrá abandonar la cárcel en octubre de 2024) y Gerardo Hernández (quien recibió la sentencia de dos cadenas perpetuas).
Esa decisión y planteamiento del gobernante José Mujica merecen una fraterna y solidaria felicitación.
Acoger en Uruguay a excarcelados de Guantánamo merece un reconocimiento de los amantes de las libertades, porque un pueblo y un país estarán abriendo sus brazos y puertas a quienes, por una decisión arbitraria e inhumana del gobierno estadunidense, aun de llegar a ser liberados, no serán devueltos a las patrias de origen, y dado que ese gobierno no los acogería en su territorio ni ha solicitado que sean recibidos por ninguna otra nación, no tendrían posibilidad alguna de dirigirse a ninguna otra parte del mundo. Uruguay o Mujica, al aceptar a los excarcelados de Guantánamo, nada están pidiendo a cambio para sí.
Con esta decisión de Mujica, Uruguay y su gobierno estarán dando a todos los gobiernos del mundo un bello ejemplo de solidaridad humana, al recibir sin condicionamientos políticos o de otro orden, que no sea el de llevar una vida de trabajo, a personas que por circunstancias a las que les son ajenas han quedado sin posibilidad alguna de reintegrarse a sus familias, comunidades y lugares de origen.
Al solicitar el presidente de Estados Unidos de América al mandatario de la República Oriental del Uruguay que reciba en su país al grupo de prisioneros liberados está reconociendo el espíritu generoso del pueblo uruguayo, el apego de su gobierno a los compromisos internacionales de solidaridad, amistad y cooperación, y la certeza de que en la nueva tierra los liberados encontrarán no sólo asilo, sino respeto a sus personas y oportunidad de rehacer sus vidas con trabajo y dignidad.
Además, al plantear el presidente José Mujica al mandatario Barack H. Obama que, con las facultades que detenta, conceda la liberación de Antonio Guerrero, Ramón Labanino y Gerardo Hernández, fortalece con su autoridad moral la petición justa y humanitaria que desde tiempo atrás y en el mismo sentido han venido haciendo distintas instancias del Estado y la población de Cuba, así como numerosas organizaciones civiles y ciudadanas de muchas otras nacionalidades. Esta solicitud será seguramente reforzada en la reunión que sostendrán los presidentes de Uruguay y Estados Unidos en mayo próximo. Esperemos resultados favorables para todos.