ara apoyar su agricultura, México invierte tres veces menos por hectárea que Estados Unidos –su socio-competidor del TLC–, cuatro veces menos que China y 40 veces menos que Japón. El sector agrícola de Estados Unidos aporta 1.2 por ciento de su PIB y recibe 1 por ciento en apoyos, mientras en México, el sector agrícola aporta 3.5 por ciento del PIB y sólo recibe 0.7 por ciento en apoyo a la agricultura (www.oecd.org/tad/agricultural-policies/monitoring-and-evaluation.htm ). El déficit alimentario actual de México deriva de esta subinversión y demanda con urgencia un cambio de prioridad para el campo, frente a otras carencias de la nación, oportunidades y presiones externas.
Estudios realizados en el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y en la Sagarpa misma, señalan que en la región sur-sureste del país, específicamente en su temporada invernal, hay reservas significativas de tierra de calidad agrícola, agua dulce, clima benigno, tecnología pública y campesina; experiencia en la producción, y oferta de mano de obra. Estos recursos sumados a los en uso permitirían alimentar a un México de 200 millones de habitantes y propiciarían empleo y desarrollo. Sin embargo, para aprovecharlos es necesario invertir a largo plazo en infraestructura hidroagrícola, interconexión eléctrica, construcción de máquinas presurizadas de riego, reconversión de explotaciones ganaderas extensivas a agropecuarias integradas, investigación agrícola, capacitación y servicios a la producción.
En el caso del maíz, la producción nacional actual es de 22 millones de toneladas (Mton) al año; el consumo aparente, de 33 Mton, mientras el potencial productivo es de 57 Mton (www.ase.tufts.edu/gdae/Pubs/wp/12-03TurrentMexMaize.pdf ). Los déficits actuales de arroz y soya son extremos, acercándose al 90 por ciento de sus consumos nacionales aparentes. La administración de Carlos Salinas de Gortari decidió archivar el proyecto de Sagarpa del sexenio anterior, que aprovecharía los grandes excedentes de agua dulce del sistema Grijalva-Usumacinta para regar hasta un millón de hectáreas de arroz y otros cultivos en el ciclo de verano y un millón de hectáreas de maíz en el ciclo de invierno. El país no estaría viviendo los déficits de arroz, soya y maíz actuales ni las inundaciones recurrentes de Villahermosa, Tabasco, de haberse ejecutado ese proyecto. Es urgente enmendar este grave error.
Los déficits alimentarios actuales de México son tan apremiantes como lo fueron en el segundo tercio del siglo pasado, cuando los gobiernos de la República emprendieron la gran tarea de desarrollar la infraestructura hidroagrícola, la investigación agrícola, la enseñanza y los servicios a la producción (crédito, seguro agrícola, extensionismo, comercialización). Esta tarea fue rentable y exitosa, y condujo al mundialmente reconocido milagro mexicano
, en el que la producción de alimentos creció a tasas que duplicaron las del incremento de 3 por ciento en la población. La inversión, en gran medida proveniente de préstamos internacionales, se pagó con creces.
Los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, y esperamos que no sea así con el de Enrique Peña Nieto, escogieron buscar la autosuficiencia alimentaria con caminos gestionados por intereses multinacionales, que son de bajo costo en el plazo corto, pero son amenazas tóxicas en el largo plazo: 1) la modernización de la producción de maíz del sector empresarial con la adopción del maíz transgénico, que duraría para siempre, y 2) la modernización sustentable de la agricultura tradicional (MasAgro) como una segunda revolución verde, que durará diez años. Ya he explicado mi visión de los porqués en el caso del maíz transgénico en La Jornada (11/01/13, 11/02/13, 18/02/14).
Detallaré en otra nota los porqués en el caso de MasAgro. Aquí sólo menciono que hay alternativas al modelo agricultura de conservación a ultranza
, que sí son compatibles con el paradigma de producción en pequeño, como la tecnología milpa intercalada en árboles frutales (MIAF)
, y que el objetivo explícito de sustituir entre 1.5 y 3 millones de hectáreas de maíces nativos por variedades mejoradas equivale a más que diezmar peligrosamente la biodiversidad del maíz. Difícilmente, ambas iniciativas incrementarán significativamente la producción actual de maíz y podrán retrasar con promesas el inicio del camino largo, pero constructivo, para alcanzar la seguridad alimentaria.
*Investigador nacional emérito, presidente de la Unión de Científicos
Comprometidos con la Sociedad (UCCS, AC)