Regalo de Pascua
La Iglesia, de plácemes
Izquierda desmemoriada
s, digamos, difícil de comprender, por más que al gobierno de la ciudad le asistan razones incontrovertibles para tomar la decisión.
El jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, es un hombre de leyes y sabe, por ello, que vivimos en una ciudad donde está garantizada la libertad de conciencia, por lo que su administración no puede o no debe favorecer a los representantes de ninguna religión. Esto con el fin de que sus acciones no sean consideradas ejemplo para la sociedad que gobierna.
Las experiencias históricas marcan con certeza los porqué de las leyes mexicanas para establecer la separación de la Iglesia y el Estado. Así, durante muchos años el quehacer de unos y otros se mantuvo sin convergencias, cuando menos en público. Es importante dejar en claro que la leyes mexicanas no prohíben el ejercicio de ninguna religión, es decir, cada quien es libre de profesar el credo que mejor le parezca.
No obstante, el legislador mexicano resolvió que lo mejor para nuestro país era precisamente eso: mantener fuera de la labor política partidista a los representantes del Estado Vaticano, aunque era más que sabido que entre los curas y los políticos de profesión, siempre del ala derecha, se creó una corriente de afinidad que no mató las leyes.
Y así, con o sin leyes, la Iglesia y sus representantes, o cuando menos la mayoría, dedicaron sus esfuerzos a combatir desde sus parroquias cualquier idea que pudiera hacer peligrar a los más poderosos, política o económicamente hablando. Muchas campañas en contra de la izquierda se lanzaron desde los púlpitos, y eso se sabe dondequiera.
Por ello sorprende que el gobierno de Miguel Ángel Mancera haya decidido regalar a la Iglesia, es decir, a uno de los estados más ricos del mundo: el Vaticano, un predio de casi tres hectáreas a un lado de la Basílica de Guadalupe, el cual la Iglesia católica había tomado como suyo desde hace rato.
Abusivos como son, los jerarcas de la Iglesia católica obtuvieron del gobierno de Andrés Manuel López Obrador un permiso administrativo temporal revocable (PATR) para hacer uso del predio. Aunque los curas sabían que el terreno no pertenecía a la Iglesia, decidieron que allí, en esos terrenos, se construyeran 120 mil nichos para guardar los restos incinerados de quienes pudieran pagar uno.
También se habilitó un estacionamiento público. Desde luego los rendimientos económicos de todo ese negocio, que según los administradores de la Basílica beneficiarían a los peregrinos, no se sabe con claridad adónde van a parar, pero de que se trata de un gran negocio –nichos y estacionamiento–, ni duda cabe.
Es más, el permiso que otorgó López Obrador se canceló en el gobierno pasado, y ahora, sin seguir las reglas de ley que para el efecto funcionan, como tener un acuerdo con las autoridades delegacionales, el terreno se regaló. Sí, entendemos el lío en que se metería la Iglesia en caso de que no pudiera explotar el negocio, pero la autoridades capitalinas, principalmente Miguel Ángel Mancera, deberían tener en cuenta que un regalo como el que han hecho, en una de las delegaciones más pobres, la Gustavo A. Madero, parece, más que un acto de buena fe, un insulto a la ciudadanía.
De pasadita
Otra –digamos mejor que una nueva– preocupación saltó entre la gente de la política del Distrito Federal. Y es que las delegaciones y los asientos en la Asamblea Legislativa pudieran convertirse en motivo de herencia. Algo se tiene que hacer para que los delegados y los diputados no hereden a sus esposas, a sus maridos o a cualquier pariente el cargo, confiados en que desde su posición se puede comprar cualquier cosa, hasta el poder. Urge un ¡ya basta!