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Miradas imbricadas de las opresiones: Ochy Curiel Desde mi condición de mujer socialmente construida, afrodescendiente nacida en el Caribe, lesbiana feminista por posición política y feminista decolonial, una propuesta que me ha interpelado en mis luchas políticas es la que han hecho las afrofeministas, condensada en lo que desde Estados Unidos se denominó el Black feminism. Esta propuesta, hecha en la década de los 70’s desde mujeres negras y chicanas, sostiene que el racismo, el heterosexismo y el clasismo, entre otras opresiones, son consustanciales, se articulan de una manera que es imposible desconectarlas. En otras palabras se co-constituyen entre sí. Una de las cuestiones más interesante es que esta propuesta surge de las prácticas políticas, lo cual cuestiona de entrada los lugares privilegiados donde, se asume, se produce el conocimiento, como lo es la academia. Esta propuesta es un aporte para entender las realidades que afectan a las mujeres y lesbianas indígenas y afros individual y colectivamente, y también nos permite realizar análisis sistémicos y estructurales en diferentes contextos. Pioneras de este pensamiento fueron mujeres y lesbianas del Colectivo Río Combahee. En su primera declaración pública, de 1977, expresaron: “La declaración más general de nuestra política en este momento sería que estamos comprometidas a luchar contra la opresión racial, sexual, heterosexual y clasista, y que nuestra tarea específica es el desarrollo de un análisis y una práctica integrados basados en el hecho de que los sistemas mayores de opresión se eslabonan”. Años más tarde las chicanas Gloria Anzaldúa y Cherrie Morraga publicaron su importantísima antología This bridge called my back, en la que escriben un conjunto de mujeres “de color” y del llamado Tercer Mundo, sobre sus diversas realidades, produciendo un rico y profundo análisis del racismo, del clasismo y del heterosexismo, a la vez que del sistema patriarcal, desde sus propias experiencias. Inspiradas en estas mujeres y lesbianas, hoy feministas y lesbianas antirracistas y anticapitalistas, tanto en la academia como en el movimiento social de nuestra región intentamos continuar esa genealogía, con una mirada compleja al entramado de opresiones en las propias historias de nuestros pueblos. Un análisis de la co-sustancialidad de las opresiones, propuesta por el Black feminism nos permite entender, por ejemplo, las maneras en que “la raza” como idea, como ficción o como una categoría de poder, se instaló en esta región desde el colonialismo y durante la actual colonialidad, y las mayores afectadas son las mujeres, sobre todo las racializadas y pobres, las indígenas y las afros. También nos da herramientas para entender, por ejemplo, cómo el mestizaje –como ideología racista, nacionalista y homogenizante para construir la idea de nación por la élite criolla- tuvo como base fundamental la violación de las mujeres indígenas y negras por parte de los colonizadores, desde una lógica heterosexual que hace que los hombres se apropien de los cuerpos de las mujeres, sobre todo de aquellas cuyos cuerpos son valorados o como mercancías o como meros objetos referidos a la naturaleza. El Black feminism nos da la posibilidad para entender además cómo el régimen de la heterosexualidad no sólo afecta a las lesbianas o a las personas con sexualidades no normadas, sino a muchas mujeres heterosexuales, por su dependencia emocional, material y simbólica con los hombres, y cómo este régimen se instaló desde la colonización y la construcción de naciones por medio de la ciudadanía liberal, del matrimonio, de la pareja monogámica, de la familia nuclear como ideologías e instituciones que definen relaciones sociales que son afectadas por el sexo/género, la “raza”, la sexualidad y la clase. Igualmente en contextos de conflicto armado o de guerra de baja intensidad, podemos analizar la relación entre militarismo, violencia, racismo, heterosexualidad y pobreza. En distintos países de la región, el desplazamiento forzado afecta fundamentalmente a mujeres afros e indígenas. La violencia sexual hacia las mujeres es un arma de guerra, los territorios de comunidades negras e indígenas son los que por lo general son apropiados para instalar la guerra cotidiana y los megaproyectos neoliberales, un ejemplo de cómo funciona el capitalismo que acumula por desposesión. El Black feminism nos permite comprender y complejizar incluso el imaginario que sostienen algunos pueblos o comunidades indígenas y negras de que la existencia de lesbianas, gays o personas trans en sus comunidades es una herencia occidental. Estas posiciones se condensa en el concepto de heterosexualidad cosmogónica propuesto por la feminista xinca guatemalteca Lorena Cabna, quien afirma que bajo la idea de complementariedad, sostenida por muchas comunidades indígenas y afros, se invisibiliza las violencia de la cual son víctimas mujeres y lesbianas de estas comunidades. Para concluir, lo interesante de todo esto es el reto que nos coloca la propuesta del Black feminism, pues supone desplazar una polìtica basada en las identidades, como es la que ha caracterizado a muchos movimientos sociales, incluidos feminismos lésbicos, antirracistas, de indígenas y negros, para pasar a una política más radical que suponga luchar contra todas las opresiones simultáneamente. Sólo así es posible un real proceso de decolonización de pensamientos y de prácticas políticas.
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