ifícil de comprender el retroceso en la resolución del pasado 12 de abril de la 47 sesión de la Comisión de Población y Desarrollo de la ONU. A 20 años de la conferencia de 1994, en que se mostró que no tiene por qué haber conflicto entre las demandas de desarrollo y los derechos humanos, Nafis Sadik abrió la sesión afirmando: no es lo mismo considerar a la población como objeto que reconocer que está conformada por individuos autónomos y tomadores de decisiones. Aunque el crecimiento poblacional ha descendido, la población continúa creciendo: para 2030 se agregarán otros mil millones. Alimentar a 8 mil millones de personas requiere incrementar la producción de alimentos en 50 por ciento, 45 por ciento más de energía y 30 por ciento más de agua potable, y se desconoce cómo enfrentar los efectos del cambio climático. El crecimiento poblacional depende de decisiones individuales y libres; cuando las mujeres eligen el número de sus hijos las familias pueden invertir más en cada hijo, y cuando se invierte más en las hijas se logran mejores niveles de educación y salud para las nuevas generaciones. Estas tendencias multiplican los efectos en las comunidades y en las naciones, porque contribuyen al desarrollo económico, al combate a la pobreza y, en gran escala, a la adaptación del cambio climático. Actualmente mil 400 millones viven en extrema pobreza, con menos de un dólar y medio al día. La distancia entre ricos y pobres es abismal: los 10 países más pobres manejan la misma masa económica que el hombre más rico del mundo. El mayor crecimiento de la pobreza y de la población se encuentra en los países de África y al sur de Asia. Pero en todo el orbe persisten desigualdades entre mundo urbano y rural, hombres y mujeres, poderosos y excluidos. Las desigualdades de género afectan la vida de las mujeres en la casa y en el empleo, en la vida privada y pública. La salud sexual y reproductiva es un factor vinculado a la pobreza. La mayoría de las mujeres pobres tienen poca escolaridad y no tienen acceso a los anticonceptivos ni a la atención apropiada de sus partos. Más de la mitad de las niñas de países con bajo desarrollo ya están casadas y sufren graves consecuencias por maternidad temprana: trabajo duro, débil salud y corta vida. Ellas no tienen la opción de elegir, los partos amenazan su vida y salud, cada año mueren 47 mil mujeres por abortos inseguros y millones acarrean consecuencias por embarazos inoportunos. Muchos países pobres tienen leyes restrictivas y, aun donde el aborto es legal, el acceso se complica. No se entiende por qué sigue siendo un asunto tan sensible, cuando se trata de una práctica necesaria e inevitable, porque la anticoncepción no es universal ni es perfecta y los seres humanos son falibles. El incremento de las violaciones aumenta la necesidad del aborto. La educación sexual y la salud reproductiva son deficientes: ni siquiera las mujeres casadas están protegidas de embarazos no deseados. No hay peor amenaza a los derechos humanos que reproducir el actual patrón desigual de desarrollo, la explotación irracional de recursos y el desbalance entre población y cambio climático.
Sin controversia se firmó el consenso para promover el desarrollo sustentable y la atención a las necesidad de todos los grupos de edad y marginados. El único avance sustantivo fue la protección de los derechos humanos de los migrantes, así como reconocer las responsabilidades de los países de origen, tránsito y destino.
Pero el tema que dividió a los representantes del mundo en la ONU fue el de los derechos sexuales y reproductivos. Las posiciones estuvieron totalmente polarizadas. Los del bloque oscuro llegaron a afirmar que la igualdad de género no es una prioridad
, los derechos sexuales no son derechos humanos
, la educación sexual de los niños atenta contra los derechos de los padres de familia
, la religión no inhibe sino promueve los derechos de las mujeres
. Sorprendió un nuevo alineamiento geopolítico: Rusia, Egipto, los países árabes y africanos se aliaron con el representante del Vaticano. Este último se quejó de las recurrentes referencias al sexo
y recomendó como solución promover la vida familiar y la fertilidad
. Recurrió a las palabras del papa Francisco: “Entre los más vulnerables la Iglesia desea atender con un amor particular y preocupación a los niños no nacidos, los más indefensos e inocentes (…) y no esperen un cambio de posición al respecto, porque no es avance intentar resolver los problemas eliminando la vida humana”. Sin ningún prurito el Vaticano se pronunció contra la difusión de los derechos sexuales a los niños y adolescentes ya nacidos, acción que bien podría alertarlos para defenderse de los abusos sexuales. La actitud es más que inadmisible después de la acusación que la propia ONU hiciera al Vaticano por propiciar la continuación de los abusos sexuales al no denunciar ante la policía a los sacerdotes pederastas. El Papa tendría que actuar para proteger a los niños y no sólo pedir perdón a los familiares de las víctimas o canonizar a su predecesor que encubrió a los criminales durante 27 años.
En el bando progresista se destacaron la Unión Europea, Sudáfrica, China, Estados Unidos, Filipinas, y especialmente 19 países de América Latina, con el liderazgo de Argentina, al pronunciarse abiertamente a favor de la inversión en la juventud y la promoción de los derechos sexuales y reproductivos. Sin mayor presencia, México se alineó a este bloque en la última sesión.
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Twitter: @Gabrielarodr108