La popularidad de nuestra creación llega hasta países como China o Australia, afirma Cris
Tortas con esa delicia en salsa verde o roja, acompañadas con milanesa o cochinita pibil, la especialidad
Crudos, oficinistas, vecinos, políticos, artistas, trabajadores y modelos hacen fila para comer
Jueves 17 de abril de 2014, p. a21
La esquina del chilaquil, en las calles de Alfonso Reyes y Tamaulipas, en la colonia Condesa, es tan conocida que su popularidad llega hasta países como China y Australia, asegura Cristina, quien junto con su hermana Catalina lideran un equipo de siete personas que hacen posible unas de las delicias calóricas más cabronas en la ciudad de México: las tortas de chilaquil.
Crudos, oficinistas, vecinos, políticos, artistas; gente arreglada, desaliñada, trabajadores, modelos, cantantes... todos a hacen fila (a veces de hasta una hora) para degustar esta variante potente de la híper chilanga guajolota. Se esperan y no desesperan para pedir sus tortas de verdes o de rojos que se acompañan con milanesa, pollo o cochinita pibil, cuyos precios son de 25 y 30 pesos.
A Cata la conocen todos los que pasan por estas calles. Ella es quien mete el chilaquil al bolillo que dará forma a este manjar con el que puedes dejar de comer todo el día
, dice Cristina a La Jornada, quien comenta que turistas han comidos sus tortas y las han difundido en sus países.
Teresa cobra y los demás miembros del equipo deben estar listos para resurtir lo que se vaya acabando. Son dos contenedores como de un metro llenos de chilaquiles que doña Rosario ya supervisó en cuanto al sabor. Ella, madre de ambas, fue realmente la inventora del manjar.
Cata y su lugarteniente Teresa, quien cobra a los de la fila, saludan a los que pasan, en auto o caminando, por su pequeño puesto, donde permanecen de siete y media de la mañana a las doce y media (los fines de semana los chilaquiles se acaban antes).
Si llega más tarde, los dos contenedores de chilaquiles ya se vaciaron. Cata grita a Cristina que ya no hay milanesa. Tienen una pequeña bodega en el edificio de las mencionadas calles. Piden pan o la salsa. Durante ese tiempo no hay momento en que no haya clientes haciendo fila.
Es un negocio que tiene cuatro generaciones. Desde mi bisabuelita (que era la portera del edifico de la esquina), luego mi abuela, (que siguió sus pasos), y mi mamá. Este puesto tiene 64 años funcionando, en el que primero se expendían tamales, luego guajolotas, hasta las tortas de ahora
, dice Cristina, quien agrega que la razón para hacerlas fue porque mi hermana se embarcó, y mi mamá nos dijo que no se necesita un hombre para salir adelante. Es un negocio de puras mujeres. Toda la Condesa nos conoce
.
Rosario Millán Mancilla es la matriarca e inventora de esta sabrosura.
Ya había mucho tamalero y ya no salía. Y mi mamá dijo que por qué no poníamos tortas de chilaquil; empezamos hace 16 años y la gente primero decía que cómo pan con tortilla. Al principio se vendían como 20 tortas, ahora ya vendemos muchas más. ¿Cuántas? Eso no se puede decir
, contesta Cristina.
“El sazón es de mi mamá. Es la que prueba que todo esté bien. Todas elaboramos y Cata es la que despacha”, continúa Cristina, quien comenta que todos los días se levantan a las cuatro de la madrugada para preparar la comida, y como a las cinco doña Chayo prueba los chilaquiles.
Hay veces que una sola persona llega por 40 tortas. Los domingos, cada 15 días, un cliente llega por 170
, cuenta Cris, quien en la charla es apresurada por Cata para que se fije que no falte nada, porque en su puesto todo es fresco, todo se acaba y tenemos que hacerlo en chinga
.
Cristina sigue con la charla y dice que sus tortas “gustan hasta a los extranjeros. Creo que porque están hechas con amor y calidad. Es el producto esencial que le ponemos. Es lo más importante de un puesto. Si te gusta lo que haces no estarás con apatía. Cómo un puesto ha salido adelante. Mi mamá nos dijo: si eres basurero tienes que ser el mejor… o si eres un tortero tienes que ser el mejor y aquí estamos.
No hay preferencias sociales ni de color, todos son parejos, todos son iguales. Si eres artista no importa. Todos son clientes y a todos los queremos por igual. En esta esquina empezamos y aquí vamos a terminar. La gente truena al poner su negocio en cadenas, porque tiene ambición. Nosotros no, sólo queremos ofrecer nuestro cariño; sí, es un puesto, pero muy bien atendido. Es como la esposa, para qué quieres más si no puedes atender a una
.
El puesto de La esquina del chilaquil se coloca todo el año. Menos el 25 de diciembre y el primero de enero.