En los caminos ya no hay apaches, pero sí narcos, militares y policías federales
Chinola Kid, de Hilario Peña, es una incursión al narcowestern publicada por Mondadori
Jueves 17 de abril de 2014, p. 7
Chinola Kid es el titulo de la novela del escritor Hilario Peña (Mazatlán, Sinaloa, 1979), quien incursiona con esta entrega en lo que sus editores han denominado narcowestern.
Se trata de una especie de novela de vaqueros, cuya escritura se originó pensando en que ese género literario tiene hoy día muy pocos lectores, la idea fue adaptar la temática del viejo oeste a las actuales circunstancias sociales que hoy se viven
, explicó el autor.
Con esa idea en mente, Peña comenzó a buscar y encontrar semejanzas entre aquel viejo oeste y la realidad contemporánea.
Una situación recurrente, en las viejas novelas de vaqueros, comentó el autor, es el traslado masivo de ganado. Una referencia popular de ello es la película Río rojo (1948), con John Wayne y Montgomery Clift. Otra referencia también es la cinta Un hombre, en la que el personaje, John Rusell, es un apache caucásico, que cría caballos mustangos para venderlos y también mueve constantemente al grupo de caballos.
En ese sentido me pregunté cuál sería el caballo del vaquero moderno y los asocié con una camioneta, cuya venta es un negocio muy común en Tijuana
, dice Peña.
Hoy día, en la frontera, hay gente a la que le pagan por trasladar camionetas o automóviles, desde Tijuana, hasta el estado que se requiera. Además, el paisaje por el que transitan es tan salvaje como en aquel entonces el viejo oeste
.
“Si bien ya no hay tribus apaches, hoy día sí tenemos narcos, militares y policías federales, lo que implica también un riesgo de toparte en la carretera con cualquiera de ellos. Un apache te podía quitar la cabellera, pero un narco te puede quitar toda la cabeza”, explica el autor.
Tales son el tipo de analogías, a las que recurre Hilario Peña en su novela Chinola Kid, cuya historia gira en torno a un vaquero moderno
, que para el caso se trata de un tipo de nombre Rodrigo Barajas, mano derecha de un narcotraficante.
La primera impresión que uno se lleva al mirarlo, es la de encontrarse frente a uno de esos alguaciles del viejo oeste, de pocas palabras y mucha acción, con su bigote a lo Wyatt Earp, su sombrero Stetson, y esa mirada serena, reflexiva y sabia que pertenece a una especie de hombre en peligro.
Su destino lo llevará a convertirse en un rígido y honesto comisario del pueblo El Tecolote, cuyos habitantes apenas pueden creer el cambio que ha sufrido la región en los pasados meses, la cual pasó de ser la población con más asesinatos por metro cuadrado en el mundo, a convertirse en un lugar de bonanza económica, visitada por el turismo. Tan es así, que la funeraria, antes uno de los mejores negocios, se tuvo que convertir en un hotel para el turismo.
Hacer lo correcto
Publicado por el sello Mondadori, la novela se divide en dos partes. La primera trata cuando a Rodrigo Barajas le encargan llevar una camioneta de Tijuana al pueblo de Los Pinitos, en Sinaloa. En el trayecto le ocurren una serie de peripecias, que lo llevan a convertirse en comisario de El Tecolote.
Luego vendrá una segunda parte, en la que, como comisario, se empecinará por hacer lo correcto en todo momento
, aplicando todo el peso de la ley. Uno de sus mayores conflictos será que su esposa trabaje en un bar. Otro, el que el hijo de su mejor amigo sea traficante de drogas.