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La Orquesta y el Coro Infantil y Juvenil Renacimiento ofrecen un concierto de gala

Noveles atrilistas prodigan música y júbilo en Chilpancingo

Sonrientes, con disciplina y entrega, interpretaron el Danzón número 2, de Arturo Márquez, y Huapango, de José Pablo Moncayo

Tocar me hace sentir que soy alguien, dice niño oboísta

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Integrantes de la Orquesta y el Coro Infantil y Juvenil Renacimiento, la noche del domingo, durante el concierto en el Auditorio Sentimientos de la Nación en la capital de GuerreroFoto Jesús Villaseca
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Periódico La Jornada
Martes 15 de abril de 2014, p. 4

Chilpancingo, Gro., 14 de abril.

Fue un mes de trabajo arduo el que dedicaron los 320 niños y jóvenes que integran la Orquesta y el Coro Infantil y Juvenil Renacimiento para preparar el concierto de gala que anoche ofrecieron en el Auditorio Sentimientos de la Nación, en la capital guerrerense.

El recital concluyó en un ambiente de júbilo, entre el baile espontáneo en el escenario y las butacas, ovaciones y porras, y rostros infantiles y adolescentes aún más embellecidos por la emoción.

El Danzón número 2, de Arturo Márquez, sonó por segunda ocasión, fuera de programa, para acompañar tan efusivo momento y rubricar la conexión que se dio desde el principio de la velada entre los noveles músicos y el público que casi llenó el recinto.

Ahí estaban padres de familia e invitados especiales, así como niños y jóvenes de otras regiones de la entidad que son parte del Sistema Estatal de Orquestas Renacimiento de Guerrero, conformado por nueve agrupaciones y que atiende a mil 12 infantes.

Esas agrupaciones son, además del coro y la orquesta Renacimiento, el Ensamble en movimiento Colosio, los coros Casitas, Monumental Iguala y el bilingüe Huixtepec, aí como las orquestas Bonfil, Zihuatanejo, Ometepec y Yohuala.

Nueva realidad

Fue un día de regocijo para todos esos pequeños instrumentistas y cantantes, pues también recibieron de manos de autoridades federales y estatales los uniformes para sus agrupaciones, vestimentas de tipo tradicional confeccionadas por 300 indígenas amuzgas, que asistieron al concierto, lo mismo que el grupo de jóvenes del Faro Zapata que elaboró la escenografía y un colectivo de niñas fotógrafas provenientes de Tlaxcala que hizo la documentación gráfica del acontecimiento.

Resultó conmovedor constatar cómo esos niños y jóvenes, que hasta hace menos de dos años nada sabían de música, se mostraron seguros en el escenario, sonrientes, con disciplina y entrega, siguiendo la batuta de Alondra de la Parra, directora invitada.

El programa incluyó obras con diverso grado de dificultad: Gloria in excelsis Deo, de Vivaldi; Ave verum, de Mozart; Caro mio ben, de Giordani; Danza húngara número 5, de Brahms; Danzón 2 y Alas (a Malala), de Márquez, y Huapango, de Moncayo.

El concierto se inscribe en unas clínicas que la directora de orquesta ofreció la semana pasada a los noveles intérpretes y a 11 profesores, tarea en la cual fue apoyada por siete jóvenes músicos de la Orquesta Simón Bolívar, de Venezuela.

Lo anterior es parte del proyecto Música en armonía, eje del programa Cultura para la armonía, presentado en noviembre del año pasado, como una estrategia mediante la cual el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes recurre al arte como herramienta de recuperación y cambio social.

La Orquesta y el Coro Renacimiento fueron creados en julio de 2012 por el gobierno de Guerrero, siguiendo el modelo del Sistema de orquestas y coros infantiles y juveniles de Venezuela.

Se eligió como primer punto la colonia Ciudad Renacimiento, ubicada en los suburbios de Acapulco, a la entrada de la autopista proveniente de la ciudad de México, por ser la zona más violenta y con mayor índice delictivo del puerto, que a su vez fue el municipio más peligroso de la entidad y uno de los más inseguros del país.

Atrás quedó la desconfianza con la que los padres de familia de ese lugar, habitado por más de 55 mil personas, acudieron a la convocatoria del gobierno estatal para fundar ambas agrupaciones, las cuales, en un principio, se pensaron para 180 plazas, pero se tuvo que aceptar a 320 integrantes.

Ese recelo era porque desconocían los propósitos del proyecto. Sin embargo, aceptan varios paterfamilas, como Beatriz Santana, era mejor tener a sus hijos haciendo algo de provecho y vigilados en un lugar seguro, como una especie de guardería, que mantenerlos en casa viendo televisión, con videojuegos o de ociosos.

Hasta antes del surgimiento de esas agrupaciones, según testimonios de algunos de los menores o sus familiares, el tiempo invertido frente al televisor o la computadora superaba al que dedican a la escuela y las tareas domésticas, con un promedio de entre cinco y siete horas al día.

Además, estaba el riesgo de ser seducidos por la adicción a las drogas y el alcohol o la invitación de grupos criminales a ser parte de sus filas.

Al respecto, el titular del Sistema Estatal de Orquestas Renacimiento Guerrero, Amílcar Montero –fundador de la Orquesta y el Coro Renacimiento–, reconoce que entre los integrantes de esas agrupaciones hay casos delicados de jóvenes que tuvieron problemas con el alcohol y las drogas o eran muy violentos aunque han logrado salir de esas situaciones, gracias al apoyo de sus familias y la música. La disciplina y los valores que aquí aprenden sin duda los ayudarán a tomar buenas decisiones en el futuro, señala el pedagogo.

Consolidación artística

Los violinistas Mariana Arizmendi y Farid Nava García, de ocho y 14 años, de forma respectiva, destacan que en la música han encontrado una alternativa ante el aburrimiento en casa, además de la convicción de que estar en estos grupos es una oportunidad que no deben desaprovechar, porque los ayudará a construir un mejor futuro.

Similar es la forma de pensar del trompetista Christián Guevara, de 12 años, quien ingresó desde el principio de la orquesta –impulsado por su padre– para que, en cuanto aprenda más, sea incluido en su grupo de música, Zeus.

Me gusta mucho la trompeta; además, dice mi papá que la aceptan en todos lados, en una orquesta como en una banda. Me siento muy feliz y orgulloso por lo que he aprendido en este año y medio. Me costó mucho trabajo, porque en un principio no sabía nada, veía las partituras y para mí era un papel con rayitas y puntitos negros y blancos.

Como ocurre con las hermanas Luisa y Claudia Cervantes, de 13 y 12 años, violinistas, Christian cuenta que desde que estudia música es alguien más alegre y se siente físicamente mejor. Incluso se relaja mucho de los nervios que le produce la escuela: A veces, antes de venir a ensayar me siento muy cansado, pero ya aquí se me quita; me siento muy bien y feliz.

La emoción de poder hacer sonidos bonitos, además de aprender cosas nuevas y tener más amigos, son los alicientes que impulsan a estos niños y jóvenes a sentir orgullo por pertenecer al coro y la orquesta de Rena.

No importa que a veces cuando tocamos nuestros papás u otra gente se queden dormidos. Es bien bonito tener el violín en la mano y oír y sentir el sonido que hace, agregan las hermanitas Cervantes, quienes desean dedicarse a la música de manera profesional, lo mismo que Dilán, de siete años, quien asiste diario en calidad de oyente y figura en las decenas de pequeños que están en lista de espera para ingresar a las agrupaciones.

Por supuesto, hay quienes han estado a punto de abandonar el proyecto, pero finalmente se retractan cuando azuzados por sus padres o profesores se percatan de que ésta es una oportunidad muy importante para sus incipientes vidas, como acepta un pequeño oboísta, quien prefirió omitir su nombre para que no lo regañen en su casa.

Hace poco pensé dejar de venir a la orquesta, pero me di cuenta de que aquí soy alguien, tengo otros amigos y aprendo cosas muy interesantes. Mi mamá me dice que haciendo esto puedo ser alguien mejor, alguien importante en el futuro, cuenta.

No quiero ser un vago, como algunos de mis compañeros de la escuela u otros niños más grandes, que se la pasan molestando a los demás y a veces emborrachándose y fumando en la calle.