arece y es reiterativo, y probablemente lo seguirá siendo hasta que haya una importante modificación nacional. Por lo pronto, continúa el panorama sabido: la derecha del país sumada definitivamente al PRI y a Peña Nieto, y su equipo intentando hacernos creer que sus políticas tienen algo
de inspiración popular y que aspiran a representar a un amplio arco de la ciudadanía. Pero prácticamente todos, sin excepción, saben que no es así. En realidad, nuestro actual régimen político se ha incrustado definitivamente en la estructura y mentalidad de las ganancias a toda costa y reviente quien reviente. Esta mentalidad, por cierto, es la que deshace a la sociedad y a sus agentes; a lo que alude verdaderamente la descomposición y disolución del tejido social. Es un problema de mentalidad profunda y de moral esa sí desbaratada hasta lo más hondo, que resulta tal vez el tema o problema más difícil y destructivo de nuestro tiempo.
Por el otro lado muchos dirán con razón que esa tremenda destrucción moral del mundo, que no es exclusiva del país, también ha afectado a la izquierda en todas partes, y desde luego en México. Y a eso también debemos resistir. Y por esa vocación de resistencia me parece que se ha llegado a la conclusión de que sea Cuauhtémoc Cárdenas el próximo presidente del PRD, sobre lo cual parece haber una opinión bastante unánime. Sin embargo, el buen ingeniero guarda aún silencio. ¿Cálculo y voluntad de afirmar o consolidar más aún su candidatura? Pienso que lo tiene y que debería dar ese paso. Lo cual, por lo pronto, parecería dejar sin grandes oportunidades a Marcelo Ebrard, complicándole mucho su proyecto de lanzamiento en la próxima carrera presidencial, en la que ha sido considerado un fuerte aspirante, salvo que el escándalo de la línea 12 del Metro lo haya afectado profundamente y lo haya dejado sin oportunidades. ¿Es así…?
El próximo presidente del PRD tiene enormes posibilidades de ser candidato presidencial por parte de ese partido, por eso hablo en estas líneas de Cuauhtémoc Cárdenas y de Marcelo Ebrard, porque los chuchos, a pesar de su innegable influencia, no parecen abocados por ahora ni a una ni a otra de las opciones. En bien del país.
Por supuesto la gran incógnita está representada por Morena y Andrés Manuel López Obrador, quien busca ganar para sus filas, o al menos contar entre sus votantes a una mayoría de las izquierdas, como ya ocurrió en 2006 y en 2012, que no obstante la irracional oposición de Fox y del PRI de Peña Nieto, y la ausencia de apoyo formal del PRD, Andrés Manuel tuvo un número abundantísimo de electores.
Pero, claro está, no necesariamente los eventos históricos se presentan con el mismo corte de sus anteriores versiones, sino que pueden sufrir modificaciones importantes. ¿Andrés Manuel seguirá siendo el principal imán de atracción para la izquierda? ¿Lo serán ahora Cárdenas o Marcelo Ebrard? Todavía está por verse, sin ocultar que las edades de cada uno y los accidentes
de salud (en el mejor sentido) que puedan sufrir, son factores que tendrán influencia en el desarrollo de estos aconteceres políticos.
Por el lado de la derecha, la confianza desmesurada que ha mostrado Enrique Peña Nieto en la dinámica del desarrollo que desencadenarían sus reformas estructurales, pudiera ser una ilusión perdida (o un conjunto de ilusiones perdidas) que darían al traste con el proyecto del PRI otra vez, no sólo sexenal sino transexenal, de dominio del que se habla en los círculos más próximos, salvo que los lemas y las frases publicitarias seguirán repitiéndose sin parar en los aparatos de publicidad vinculados a su partido y a sus organizaciones.
La otra variante que pudiera ocurrir es la de un levantamiento o casi de clases y grupos populares, que no debería descartarse y que sí contribuiría a fortalecer las corrientes más autoritarias que siempre se han anidado en el PRI, no tan ocultas. Pero en fin, seguir la especulación por estos caminos nos conduciría demasiado lejos en nuestro ánimo analítico y de esclarecer las probabilidades más cercanas de las variantes en que puede discurrir el futuro la nación.
¿La candidatura del PRI en 2018 y de Andrés Manuel López Obrador, como el mayor acontecimiento nacional? ¿Además de Cuauhtémoc Cárdenas o de Marcelo Ebrard? Las variantes son numerosas, pero, sin duda, la mayor oportunidad que tendría la izquierda vendría del fracaso o relativo fracaso de las privatizaciones de Peña Nieto. Esto no es tan imposible o remoto, al contrario, se dibuja ya en el horizonte como una posibilidad concreta, pero en todo caso reclama a una izquierda no solamente bien estructurada e inteligente, sino con capacidad de liderazgo creíble para aprovechar la oportunidad y encabezar el nuevo bloque histórico dirigente de la nación.