a imagen incluida en este texto corresponde a un hallazgo situacional del fotógrafo y maestro José Ricardo Suárez, quien se topó con el escenario aquí ilustrado mientras dirigía sus pasos al Museo Nacional de Arte, con el propósito de ver la gran exposición Dimensiones de la masculinidad a partir de 1800 que como se sabe está dedicada al desnudo masculino. El contraste entre el apuesto joven de pómulos altos, antes bailarín, que le sirvió de modelo y la tónica de la exposición es ya motivo de una posible reflexión, si bien es cierto que en la muestra también pueden encontrarse analogías que en cierto modo borran simbólicamente las diferencias entre los sexos como ocurre, me digo, en el espléndido cuadro de Gustave Moreau. Pero en la situación que me ocupa, el modelo involuntario del fotógrafo, a través de vestuario y maquillaje rinde directo culto a Frida Kahlo sin pretender personificarla, salvo en el retrato del que dice ser autor, mismo que ciertamente une sus rasgos con los de ella.
Este homenaje chilango y travesti a Frida es simultáneo a la exposición que tiene lugar actualmente en Roma y según las noticias ha congregado un público inusitado.
Al mismo tiempo circula en México otro libro de lujo, cuyo conocimiento debo y agradezco a Hilda Trujillo: Todo el universo Frida Kahlo: el mundo México publicado por Vogue, Bank of America, Merrill Lynch y el Museo Frida Kahlo. Probablemente la edición esté traducida a varios idiomas en otros tantos volúmenes, para que circule mundialmente, pues la idea es que Frida es México y en sí misma congrega un universo. No voy a discutir eso, ya lo hice en mi libro Frida: la pintora y el mito que, aunque no es libro de arte
tiene sus reimpresiones, aunque ya agotadas. Voy en cambio a aludir brevemente a este nuevo libro de lujo cuya portada está tomada de un número de la revista Vogue de 1937. Es un hermoso retrato de Frida por Toni Frissell. Frida con los brazos hacia arriba despliega un gran rebozo carmín, aparece debidamente maquillada, con trenzas sueltas a los lados, como de colegiala, lo que la hace lucir todavía más joven de lo que era y tiene como fondo un maguey tipo Álvarez Bravo, Eisenstein, José Clemente Orozco, Gabriel Figueroa, et al.
La directora editorial de Vogue de México y Latinoamérica, Kelly Talamas, ofrece en una breve entrada que introduce a la exposición Las apariencias engañan: los vestidos de Frida Kahlo. Se ilustra con una foto de Nick Muray titulada Magenta, que no alude a una de las famosas batallas napoleónicas, sino al rosa mexicano subido, tema que, entre otros, actualmente analiza Arturo Rodríguez Döring (hijo del compañero jornalista Rodríguez Araujo) en su tesis doctoral que ojalá termine pronto, sírvale esta mención de acicate. La foto es una de las mas hermosas y difundidas de Frida y por si no se sabe, la que le sirvió en múltiples ocasiones para autorretratos posteriores, dada la tersura, armonía, tranquilidad, sumadas a una cierta coquetería pícara, con la que la captó Nick, quien fue su amante.
Vuelvo ahora a la foto que acompaña esta nota. Puede advertirse que corresponde a otro universo de Frida, muy propiciado por el arte chicano como elemento identitario. Además, como ya sabemos, también se han fomentado mercancías sin fin, como si ella fuese una marca. No es el caso en lo más mínimo por lo que respecta a la fotografía aquí publicada, ejemplo de auténtico culto
fridomaniaco si se quiere. El joven travesti ha puesto todo el cuidado y el tiempo en la celebración de su ídolo.
Volveré en otra ocasión a referirme al libro nuevo sobre Frida que aquí solamente enuncio. Las impresionantes fotografías del vestuario han estado a cargo, entre otros, de Isuchi Miako, Pablo de Aguinaco y Miguel Tovar; la reflexión teórica de los ropajes es de Circe Henestrosa, nieta del muy recordado don Andrés.