e acuerdo que una vez viajé en un avión con cien argentinos, 20 mexicanos y 12 perros.
Me acuerdo que como los chimpancés y los elefantes, pertenezco a una clase en extinción: la media.
Me acuerdo que cuando viajo, no llevo cámara y no tengo un recuerdo gráfico y literal de lo que he visto.
Me acuerdo que leí que los elefantes además de tener muy buena memoria reconocen las diferencias entre los distintos idiomas humanos.
Me acuerdo que también están en peligro las aves rapaces.
Me acuerdo que ahora en Argentina el amor y el odio se escriben con K.
Me acuerdo que mi padre leía poesía, eran otros tiempos, muy antiguos, muy distintos. Yo leía a Verne, oía tangos y repetía: En el hondo bajo fondo donde el barro se subleva
.
Me acuerdo que oía tangos y comía chocolates rellenos de licor y de cerezas.
Me acuerdo que el anterior es un recuerdo estereotipado.
Me acuerdo que me gustó caminar por las calles viejas de Montevideo: edificios bellísimos y decadentes, poca gente, pescadores en las Ramblas.
Me acuerdo que Montevideo es una ciudad detenida en los años 40 del siglo pasado.
Me acuerdo de Montevideo, una ciudad linda, los anuncios de la Coca Cola de los años 30, los edificios decó...
Me acuerdo de un retrato que en 1955 me hizo Horacio Torres García, gran pintor uruguayo, hijo del pintor constructivista Joaquín Torres García.
Me acuerdo que Joaquín Torres García tuvo varios hijos de nombres clásicos: Olimpia, Augusto, Horacio...
Me acuerdo que Joaquín Torres García definía su pintura como una superficie organizada en sección áurea, en la que todas las partes se relacionan entre sí con el todo. Decía además: en mi pintura se rechaza la perspectiva y el uso de la bidimensionalidad, para evocar las formas del arte primitivo y egipcio.
Me acuerdo que leí esas declaraciones de Torres García en su museo de Montevideo hace unas semanas.
Me acuerdo que Axolote se escribe ajolote, me gustaba más axólotl.
Me acuerdo que visité a Armonía Sommers, la novelista uruguaya, en su departamento del edificio Salvo en Montevideo.
Me acuerdo del edificio Salvo, uno de los edificios emblemáticos de Montevideo, lo vi por primera vez en 1981 y de nuevo este febrero de 2014.
Me acuerdo que el marido de Armonía Sommers era un policía muy elegante, nos recibió vestido con una bata de seda, siguiendo la moda inglesa de los años 30 y nos sirvió un jerez.
Me acuerdo cómo me criticaron mis amigos uruguayos cuando visité con Armonía y su marido el mausoleo del general Artigas, el libertador de Uruguay.
Me acuerdo que hace poco vi una mariposa amarilla, pero ningún colibrí.
Me acuerdo que en alas de la violencia se acaba la mariposa monarca.
Me acuerdo que se extinguen los elefantes pero no las cucarachas.
Me acuerdo que se están extinguiendo los orangutanes, pero no las cucarachas.
Me acuerdo que el narcisismo a estas alturas de mi vida es un antídoto engañoso contra la muerte.
Me acuerdo a veces de ese cuento de los 10 negritos, desaparecen uno a uno, paulatinamente, hasta no quedar ninguno, y claro, me acuerdo luego de una novela policiaca de Agatha Christie...
Me acuerdo que mi madre murió cuando tenía 95 años. Yo cumplí 84.
Me acuerdo que me voy preparando para la muerte sin verdaderamente creerlo.
Me acuerdo que he visto cómo se han ido muriendo casi todos los miembros de mi generación, cada vez que alguien muere compruebo que soy una sobreviviente.
Me acuerdo de mis largos días sombríos en Inglaterra cuando era invierno.
Me acuerdo de que soy adicta al yogurt.
Me acuerdo que cuando viajo tomo apuntes: mi caligrafía es tan mala que cuando trato de leerlos necesito un paleógrafo a mi lado y si lo tuviera no acertaría a dar pie con bola o mano con letra.
Me acuerdo que han muerto recientemente el escritor Federico Campbell y el antropólogo Pancho Lartigue.
Me acuerdo que acaba de morir mi gran amigo Luis Villoro, gran pensador, humanista y uno de los hombres más íntegros y coherentes que haya habido en México.
Twitter: @margo_glantz