La investigadora comenta su reciente libro
La Iglesia divide, dice Soledad Loaeza
Por la secularización, la institución católica perdió control sobre las mujeres, señala
Miércoles 26 de marzo de 2014, p. 13
Cada vez que la Iglesia católica se activa en la vida política divide, provoca conflictos muy serios. No hay más que ver lo que pasa en Chiapas con las comunidades religiosas que son antagónicas y hay episodios horribles, por eso no estoy de acuerdo con esa idea de que la Iglesia une a los mexicanos
, advierte la politóloga Soledad Loaeza.
En entrevista con La Jornada, recuerda que empezó a estudiar el papel de la Iglesia católica en México casi por casualidad. Cuando empecé a estudiar el conservadurismo mexicano, desde luego me topé con la Iglesia, de la misma manera que me topé con el Partido Acción Nacional. Empecé a trabajar la Iglesia como parte de investigaciones más amplias, pero el tema me llamó mucho la atención, porque, desde el punto de vista de la ciencia política, es absolutamente fascinante cómo es una institución parapolítica. No es directamente una institución política, pero forma parte del sistema político de manera importante.
Gran parte de este análisis, que abarca seis décadas de trabajo –de los años 40 hasta el 2000– integra el libro La restauración de la Iglesia católica en la transición mexicana, editado por El Colegio de México (Colmex). Es una historia, conviene la profesora/investigadora de ciencia política del Centro de Estudios Internacionales del Colmex, que habla de la transformación de las instituciones mexicanas, la sociedad y el sistema político, desde esa perspectiva.
He estado pensando por qué se estudia poco el papel de la Iglesia católica en México, en especial en los años 40 y 50. Son décadas que han permanecido en la oscuridad y son los años en los que la Iglesia regresó, se reconstruyó después de los años de la Revolución. Actuaba políticamente, pero nadie hablaba de ella. Como si no estuviera ahí. Creo que no se hablaba de ello porque era hablar de la simulación del sistema político; nos disgustaba. Era un caso tan flagrante de simulación que permitíamos como sociedad, que preferíamos no hablar de él, además de que la Iglesia divide, confronta.
El texto abarca desde el regreso de la Iglesia con Manuel Ávila Camacho en los años 40 –a pesar de todos los conflictos que tuvo en los años anteriores, en el gobierno de Lázaro Cárdenas– hasta el control de la Iglesia sobre la identidad de la mujer.
Nuestro modelo era la virgen, teníamos que ser abnegadas, calladas y además la mujer no se entendía como individuo, sino producto de una relación: éramos la hermana de, la hija de, la pareja de; no éramos individuos
. Esto último, afirma, es una de las dimensiones que más ha cambiado en el tiempo.
El último capítulo, alude a ese cambio. La Iglesia ha perdido control sobre las mujeres. Ha habido un proceso de secularización que permite a las mujeres verse como individuos y ya no tenemos que casarnos para ser alguien. Para ese proceso fue muy importante, para empezar, la política de planificación familiar, tener control sobre nuestro cuerpo ha sido algo decisivo, y eso la Iglesia no lo pudo parar
.
Hoy, subraya, el principal adversario de la Iglesia no es el Estado, es la sociedad. Una sociedad liberal, diversa, heterogénea, que cambia, que tiene valores múltiples y que no necesariamente está comprometida con los valores de la Iglesia
.
Disminuida en número de fieles, de activos, de personal, fuertemente dañada por episodios como el de Marcial Maciel y los legionarios de Cristo, la Iglesia, destaca la investigadora, vive sus horas más bajas. Algo que, sin embargo, hace prever que buscará recuperar espacios e influencia, si no por conducto de las masas, lo hará mediante las élites, expresa.