En el Palazzo Strozzi exhiben los rumbos divergentes de Pontormo y Rosso
irrepetiblede dos grandes artistas
La finalidad es eliminar la etiqueta de gemelos del manierismo
que les impuso la crítica en el siglo XX, expresan los curadores Antonio Natali y Carlos Falciani a La Jornada
Martes 18 de marzo de 2014, p. 5
Florencia, 17 de marzo.
Algunas exposiciones pueden ser tan bellas que crean una sensación de alegría y bienestar, pero muy pocas pueden convertirse en una experiencia sensorial tan potente para inducirnos a entablar un diálogo con la obra, al punto de embriagarnos y terminar agotados después de la visita.
Eso propicia la muestra Pontormo y Rosso Fiorentino: rumbos divergentes de la manera en el Palazzo Strozzi, que los curadores Antonio Natali, director de la Galería Uffizi, y Carlo Falciani, profesor de historia del arte en la Academia de Bellas Artes de Bolonia, aseguran como un acto irrepetible
.
Desde 1956 no se dedicaba una muestra a Pontormo y según Natali pasarán decenios para que pueda hacerse de nuevo
.
La exposición será un referente para estudios futuros, gracias a la investigación filológica, histórica e iconológica de los curadores en los recientes 20 años.
Es una propuesta profunda, que renuncia a la tendencia hoy común de simple acumulación de obras sin reflexión alguna. Es innovadora porque analiza en lo individual a los dos artistas y los pone en diálogo para demostrar sala tras sala sus diferencias de estilo, de intereses políticos y referencias artísticas.
La finalidad es eliminar la etiqueta de considerarlos gemelos del manierismo
como la crítica del siglo XX los clasificó por simplificación biográfica.
Discípulos de Andrea del Sarto
Rosso Fiorentino, así llamado por el color rojo de su cabello, y por su ciudad natal, al igual que Pontormo por el poblado de pertenencia ubicado en las cercanías de Florencia (hoy fracción de Empoli), nacieron en 1494, con dos meses de diferencia. Se formaron en la Escuela de San Marcos de Fray Bartolomeo en esta ciudad y trabajaron en el taller de Andrea del Sarto, su maestro.
La exposición se inicia donde terminan las coincidencias y cada uno emprende su carrera profesional.
En la primera sala están los frescos del chiostrino dei voti de la Basílica de la Santísima Anunciada, desprendidos hace tiempo pero recientemente restaurados. Parece increíble que la cuna del manierismo
, haya sido transportada al espacio de una sala: en el fondo está dispuesto Viaje de los Reyes Magos (1511), de Andrea del Sarto y a los lados simbólicamente la Visitación (ca. 1514-16) de Pontormo y la Asunción (ca. 1513) de Rosso. El maestro demuestra una libertad expresiva inédita, mientras Rosso retoma la tradición florentina de Donatello y Masaccio, y Pontormo de Rafael tras un viaje a Roma; en estos tres frescos emerge una nueva era de la historia del arte.
La penumbra de la salas, con las paredes en rojo, resaltan las tonalidades frías de los cuadros que entran por ojos, nariz y boca antes de poder distinguir siquiera las formas. Recordé el sabor de los sweetarts (caramelos) cuando era niña.
Más que cuadros para admirar desde fuera, son escenas vivas enmarcadas, aprisionadas por un clavo. En ellas entendemos que el arte es bueno cuando captura el espíritu de su tiempo y lo mantiene vivo a pesar de los siglos.
Esta vitalidad debió advertirla Pier Paolo Pasolini en el mediometraje La ricotta (1963, 34’) –se puede ver en YouTube–, donde las escenas de dos de entre los cuadros más importantes de ambos artistas con el tema de El descendimiento de Cristo, cobran literalmente vida mediante Tableau vivants, aunque ninguna está presente en la muestra.
De El descendimiento de Pontormo llamado Capponi, conservado en la iglesia de Santa Felicita, en Florencia, el colorido lo describió Giuliano Briganti de manera poética, como clarísimos y acerbos, colores de hierba exprimida, jugos de flores primaverales, vincapervincas, rosas, violetas, amarillo de polen, verde de claros tallos
.
El videasta Bill Viola, por su parte, muestra The Greeting (1995), un homenaje a la Visitación (ca. 1528) de Pontormo, conservada en la iglesia de Carmignano, probablemente la obra más famosa del artista que ha sido restaurada, junto con otras como Los desposorios de la Virgen (1523) de Rosso, que se exhiben en todo su esplendor.
Manierismo o manera moderna
El término manierismo fue introducido por Luigi Lanzi en su Historia pictórica de Italia en 1796, aunque fue explorado sólo a mediados del siglo XIX por la crítica alemana, a partir de Jacob Burckhardt, quien lo interpretó como un periodo de declinación, que había creado sólo epígonos de Miguel Ángel. El manierismo se ha asociado también a un estilo artificiosos, amanerado.
El congreso de historia del arte efectuado en Nueva York, en 1961, superó definitivamente tales prejuicios y existen ensayos referenciales, como La maniera: definizione di campo e modelli di lettura (1981), de Antonio Pinelli, que lo tratan de modo adecuado.
Sin embargo, los curadores evitaron usar ese título.
En entrevista con La Jornada, Antonio Natali explica: “El término manierismo no es equivocado para entender una determinada corriente, como se haría con el barroco o con cualquier otra tendencia profesional. Sin embargo, no debe usarse para definir un estilo. Aquí tenemos un ejemplo evidente, estos artistas han sido siempre llamados manieristas y nos damos cuenta que no son sólo distintos, sino incluso divergentes. En mi opinión debería de usarse en su lugar manera moderna, como hizo Vasari. Manera, se refiere a expresión, es un estilo, y moderna corresponde a la época contemporánea a Vasari.
Hablar de manierismo se presta sólo a equivocaciones y lugares comunes, manejándolo en términos de anormalidad, extravagancia. Manierista es Rosso, como lo es también Pontormo, Vasari, Andrea del Sarto, Bacchiacca; no puede utilizarse como categoría crítica
.
Rebeldía indomeñable
Lo admirable en ambos artistas fue su anticonformismo, su indomable rebeldía. Suplieron los cánones de perfección renacentista y guiaron el arte hacia nuevos lenguajes.
Gracias a ellos he conocido algunos de los rincones más bellos de la ciudad y sus alrededores. Lo mismo el Palacio de Fontainebleau, la única demora principesca que conozco que me haya estremecido. Rosso trabajó ahí los últimos 10 años de su vida para el rey de Francia Francisco I, antes de morir en 1540, dejando escuela e influencias en el arte nórdico.
Pontormo trabajó también la última década de su vida –falleció en 1557– entregado en cuerpo y alma a la decoración del coro de San Lorenzo para los Médici, totalmente destruidos en 1738. También hizo escuela.