ejos de Hollywood. Por tercera ocasión, el Riviera Maya Film Festival refrenda su vocación esencial de establecer un puente entre el público general y las apuestas más arriesgadas del cine de autor.
La proliferación de festivales de cine a lo largo del país ha tenido como efecto saludable diversificar la oferta cinematográfica y estimular a las distribuidoras y exhibidores independientes para que presenten producciones marginales que hace apenas unos años no tenían mayores oportunidades de difusión en una cartelera dominada por la oferta hollywoodense.
Los espacios ganados son obra, en buena medida, de la actividad incesante de organizadores y programadores de esos festivales. Sería deseable que esa programación, disfrutable en eventos excepcionales, ganara presencia y continuidad durante todo el año en una suerte de cartelera alternativa que retomara las propuestas de autor y las pusiera al alcance de esos públicos que rara vez pueden asistir a los festivales. Una red de cine clubes o espacios inéditos de proyección informal, con los sellos de cada uno de los festivales, podría seguir exhibiendo en sedes alternas y permanentes una selección de las mejores cintas, manteniendo vivo el interés por lo recién mostrado y muy viva también la expectación para las ediciones siguientes.
El festival de cine de la Riviera Maya ofreció en su tercera edición 200 proyecciones gratuitas de películas seleccionadas por los muy ágiles y sensibles programadores, Maximiliano Cruz, Michel Lipkes y Fernando del Razo, particularmente activos en la difusión del cine de autor desde los años del desaparecido FICCO (Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México) hasta esas derivaciones estupendas que son ahora FICUNAM y el Riviera Maya Film Festival.
Cabe señalar que sin la continuidad de ese trabajo de equipo, algunos de los mejores títulos de la producción juvenil en México se verían eclipsados o sepultados por la avalancha de filmes ramplones que hoy figuran como emblema de una comedia mexicana exitosa. Pensemos, por contraste, en una película tan fresca y propositiva como Los Hámsters, de Gilberto González Penilla, verdadera revelación en este festival, la cual seguramente tendrá una presencia obligada en la Cineteca Nacional y en unas cuantas salas comerciales, pero una cobertura mediática muy por debajo de la que realmente merece. Otro tanto puede decirse de propuestas nacionales arriesgadas y polémicas, como Navajazo, de Ricardo Silva, o tan sugerentes como los primeros largometrajes de David Pablos (La vida después) o de Samuel Kishi Leopo (Somos Mari Pepa), o el documental Lejanía, de Pablo Tamez, por sólo mencionar lo más destacado del certamen.
El concepto que maneja este año el Riviera Maya Film Festival es el cine nos une
, un lema que ciertamente tendrá una congruencia mayor cuando se conjunten los esfuerzos de diversos festivales afines para conseguir que los trabajos de directores internacionales tan estimulantes como el kazajistaní Emir Baigazin (Lecciones de armonía), el iraní Mohammad Rasoulouf (Los manuscritos no se queman), el británico Jonathan Glazer (Bajo la piel), el chino Jia Zhangke (Un toque de pecado), el ruso Aleksei Guerman (Duro ser un dios) o el también chino Wang Bing (formidable documental Hasta que la locura nos separe), logren no sólo tener presencia continua en posibles sedes alternas de los festivales, sino que propicien la programación de retrospectivas o selecciones de dichos directores para una formación más coherente y menos episódica del gusto cinéfilo en nuestro país.
La programación incluyó también trabajos recientes de Jafar Panahi, Brillante Mendoza, Christoffer Boe, Bruce LaBruce, Raya Martin, Sion Sono, Spike Lee, y la muy polémica cinta del eterno provocador danés Lars von Trier, Ninfomanía, volúmenes I y II, en las versiones censuradas que autorizó el propio realizador.
Todos estos títulos merecen mucho más que una valoración apresurada, y de ellos se hablará oportunamente; lo que conviene señalar, sin embargo, es que el conjunto de estas propuestas autorales poco o nada tienen que ver con el cine hollywoodense con presencia hegemónica en la cartelera comercial, ni tampoco con ese derivado suyo, el cine mexicano de entretenimiento masivo, con aspiraciones igualmente hegemónicas. Estas últimas cintas tienen ya sus espacios asegurados en la cartelera y en los medios que las promueven. No exigen una mayor promoción ni tampoco la necesitan. El cinéfilo de nuestras latitudes sí está ayuno de la información que le importa y son ya pocas las publicaciones que hoy la difunden. Señalar lo que hoy exhiben los mejores festivales de cine es promover desde ahora labores de programación más diversificadas y estimulantes, y sobre todo las oportunidades de esa cartelera alternativa que no deja de crecer cada día.
Twitter: @CarlosBonfil1